La estación de tren lituana que recibe a los viajeros rusos con imágenes de crímenes de guerra
Cuando el tren nocturno procedente de Moscú entra en la estación central de Vilna para una parada programada de 10 minutos, un par de ojos curiosos se asoman por una de sus ventanas, para luego desaparecer detrás de una cortina que el viajero corre bruscamente. Los pasajeros del tren se dirigen al enclave ruso de Kaliningrado, al que sólo se puede acceder por ferrocarril atravesando Lituania, y en el andén exterior se enfrentan a imágenes de guerra y destrucción.
La compañía ferroviaria lituana LTG, que también proporciona la locomotora que arrastra los vagones rusos a través del territorio de la UE, ha instalado 24 fotografías de gran formato que muestran con detalle ciudades ucranianas bombardeadas, niños y niñas ucranianos muertos y cuerpos ucranianos cubiertos de sangre con heridas de metralla. Todas las imágenes incluyen el mismo mensaje en ruso, que se repite por el sistema de megafonía cuando el tren se detiene: “Hoy, Putin está matando a civiles en Ucrania. ¿Lo apoyas?”
“La población en Rusia tiene un acceso limitado a información no sesgada”, afirma Mantas Dubauskas, portavoz de LTG: “Quizá consigamos que un par de pasajeros cambien de opinión”. La instalación en la estación central de Vilna es un símbolo de una nación báltica que no parece tan acobardada por la guerra en un antiguo Estado soviético, sino más bien envalentonada para decir al mundo que necesita plantar cara a Rusia de una vez por todas
Del miedo a la determinación
En los primeros días después de que las tropas rusas pisaran suelo ucraniano el 24 de febrero, la ansiedad se extendió por Lituania, que es una república independiente desde 1990 y miembro de la OTAN desde 2004.
“En mi país han resurgido muchos temores históricos”, dice Linas Kojala, director del centro de estudios sobre Europa del Este. “Recibí decenas de mensajes de amigos preguntando cuál sería el siguiente paso de Rusia. Algunos preguntaban si debían abandonar el país, para ir a España o Portugal. Sólo hay que mirar un mapa de la región para sentirse inseguro”. Lituania, el más meridional de los tres países bálticos de la UE, limita con Kaliningrado al oeste y con Bielorrusia al este; un corredor militar entre el exclave y el Estado cliente separaría a los Estados bálticos del resto de Europa.
Pero a los pocos días del inicio de la invasión rusa, la ansiedad en el Báltico se transformó en determinación. En el centro de Vilna, las banderas ucranianas superan a las lituanas. Las banderas ucranianas, con sus colores amarillo y azul, cuelgan de los edificios del Gobierno, ondean en los muros de la ciudad o envuelven a los maniquíes de las tiendas como si fueran pañuelos.
El 1 de abril, Lituania se convirtió en el primer país de la UE en anunciar que prescindía del gas ruso para satisfacer su demanda de energía a través de una terminal flotante de GNL en la ciudad portuaria de Klaipėda. También fue uno de los primeros países de la UE en distanciarse del Kremlin después de que salieran a la luz informaciones sobre crímenes de guerra en Bucha, retirando al diplomático de mayor rango de Moscú y solicitando al embajador ruso que abandonara la capital lituana.
El mensaje fue acompañado visualmente por una actuación artística a un paso de la sede diplomática de la Federación Rusa en Vilna. Hace unos días, la campeona olímpica lituana Rūta Meilutytė se bañó en un estanque cercano que había sido teñido de “rojo sangre” con tinte natural.
“Queríamos recordar a la población lo importante que es seguir pendiente de los actos de agresión de Rusia”, dice Berta Tilmantaite, periodista y artista que ayudó a organizar este acto de protesta: “Puedo entender que la gente mire hacia otro lado o se canse de las noticias. Pero en Lituania conocemos a Rusia, y no sentimos miedo”, explica Tilmantaite. “ Sentimos una gran determinación”.
Tensiones históricas
Cualquiera que quiera saber qué es lo que impulsa el marcado posicionamiento de Lituania en esta situación histórica no necesita ir más allá del Museo de las Ocupaciones y las Luchas por la Libertad de Vilna. Situado en el antiguo cuartel general del KGB, frente a la plaza Lukiškės, el museo cuenta la historia de cómo la Unión Soviética, en junio de 1940, dio a Lituania un ultimátum para que permitiera a las tropas del Ejército Rojo cruzar sus fronteras.
Las tensiones entre Moscú y Vilna habían aumentado después de que el ministro de Asuntos Exteriores soviético acusara a Lituania de torturar y matar a tres de sus soldados. Con las tropas rusas concentradas en sus fronteras superando las lituanas, el gobierno de Vilna entregó el país a un régimen títere. La mayor parte del espacio de exposición del museo está dedicado a los partisanos que, a pesar de todo, siguieron luchando por la independencia.
Migle Kriksciunaite, de 25 años, visita el museo con sus padres una soleada tarde reciente. ¿Europa pueda aprender alguna lección de la historia de Lituania? “La lección que nos enseña nuestra historia es bastante sencilla”, dice. “Lucha por tu libertad. Es así de simple”.
Traducción de Emma Reverter.
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