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La estrecha relación entre Trump y la derecha religiosa que habita en la Casa Blanca

Jessica Glenza

Nueva York —

“Nuestro ministerio se ocupa de la vida. A través de todos nuestros programas, se hace cargo de ella, desde la concepción hasta la muerte natural”. Alex Azar, ministro de Sanidad y Servicios Sociales de Donald Trump, describía así sus responsabilidades frente a Tony Perkins, representante de una organización que, según expertos, incita al odio y es conocida por “difamar a personas lesbianas y gays”.

Como presidente del lobby cristiano Consejo de Investigación Familiar, Perkins entrevistó a Azar durante el ProLifeCon, un encuentro antiaborto celebrado a mediados de enero, solo dos días después de que la esposa del vicepresidente, Karen Pence, fuera criticada por dar clases en una escuela cristiana que prohíbe la homosexualidad.

Tras resumir las responsabilidades del Ministerio, Azar hizo un repaso de lo que él considera sus victorias: las nuevas medidas que dificultan la posibilidad de practicar un aborto. Una de ellas ha sido permitir la objeción de conciencia como un argumento válido de los trabajadores sanitarios que no quieren tratar a determinados pacientes. “El derecho a la libertad de conciencia es tan fundamental como el derecho a la vida”, dijo Azar.

Perkins es conocido por usar argumentos falsos para vincular la homosexualidad con la pedofilia, por comparar con “animales” a las personas transgénero, y por defender el derecho de los padres a meter en nocivas terapias de conversión a los hijos que no se identifican con su género biológico.

Su entrevista a Azar es el último ejemplo del inaudito avance que una pequeña parte de la derecha estadounidense está logrando en la Casa Blanca, también demostrado en las declaraciones con las que Trump envalentona a la extrema derecha antisemita y en el freno a la inmigración musulmana impuesto por sus políticas. Según Ralph Reed, director ejecutivo de la Coalición Fe y Libertad, el avance “ha sido notable” y en línea con las promesas de campaña.

Mientras Reed y otros evangélicos celebran el afán de la Administración Trump para adoptar sus puntos de vista y hacer política de acuerdo con sus intereses, los críticos argumentan que la incorporación de la derecha religiosa como un comité asesor de facto va en contra de la ley federal. Según Rachel Laser, directora ejecutiva de Americans United for Separation of Church and State [Americanos Unidos por la Separación Iglesia-Estado], el fenómeno “se inscribe en la historia de una derecha religiosa que se ha visto reforzada asociándose al más alto nivel de gobierno con la administración de Trump y de Pence”: “Con el objetivo de hacer avanzar su agenda política, están apropiándose del término 'libertad religiosa'”.

La Casa Blanca es también la de los evangelistas

Citada a menudo como la principal asesora espiritual de Trump, la televangelista de Florida Paula White explicó al medio pentecostal Charisma News que si pudo llamar a la Casa Blanca tras el huracán María fue porque tenía “un hueco ahí”. Johnnie Moore, ministro bautista y expresidente adjunto de la junta evangélica que asesoró a Trump durante la campaña, estimó a principios de 2018 que había visitado la Casa Blanca unas 20 veces desde la investidura presidencial. En agosto de ese mismo año, la Casa Blanca invitó a unos 100 líderes evangélicos a un encuentro con un protocolo al nivel de una cena de Estado.

Reed cree que la Administración Trump ha apoyado muchas de las prioridades de los evangélicos, como “revocar la enmienda Johnson” (prohibía el apoyo a candidatos políticos por parte de iglesias y organizaciones sin fines de lucro), además de “la persecución a los cristianos en todo el mundo, el límite a la objeción de conciencia impuesto en el Obamacare... los temas pro-vida, los jueces propuestos y los jueces nombrados, especialmente en la Corte Suprema”.

El pasado verano, Trump se anotó una victoria con el nombramiento del juez católico y conservador Brett Kavanaugh como miembro de la Corte Suprema. El hombre que en ese momento hacía de fiscal general, Jeff Sessions, anunció en julio la creación de un grupo de trabajo por la libertad religiosa, si bien los nombres de sus participantes nunca se hicieron públicos. En verano de 2017, Trump ya había anunciado de forma inesperada la prohibición de incluir en el ejército a personas transgénero.

La semana pasada, el ministerio que dirige Azar eximió al Estado de Carolina del Sur de las leyes que evitan la discriminación de parejas del mismo sexo cuando acuden a organismos de adopción confesionales. Hace unos días, Trump tuiteó su apoyo a los Estados que buscan incluir el estudio de la Biblia en el programa de sus escuelas públicas.

En todos los casos, los líderes evangélicos han apoyado ampliamente las políticas de Trump, algunas de las cuales ni siquiera figuraban entre los objetivos de los conservadores de siempre. Algunos líderes también han ayudado a la Administración Trump en momentos de crisis. Cuando Trump ordenó el cierre del Gobierno para obtener su muro fronterizo, por ejemplo, la Coalición Fe y Libertad escribió una carta a los Demócratas pidiéndoles que financiaran el muro. “Creemos que se trata de un principio bíblico”, dice Reed. “No hay nada en las Escrituras que diga que una barrera o un muro es inmoral”.

“Jesucristo no fue un refugiado”

De acuerdo con una crónica publicada por Christian Today, Paula White está en contra de los que recuerdan a Jesús como un refugiado para criticar la separación de los niños y sus familiares impuesta en la frontera por la Administración Trump. “Sí, vivió en Egipto durante tres años y medio, pero eso no era ilegal; si hubiera quebrantado la ley, habría sido un pecador y no habría sido nuestro Mesías”, dijo la televangelista.

Algunos miembros de la familia Trump también han hecho donaciones a líderes evangélicos. Ivanka Trump, que sigue siendo una de las principales asesoras del presidente, entregó 50.000 dólares a Jack Graham, líder de la gigantesca iglesia bautista de Prestonwood (Texas), para reunir a las familias migrantes que el Gobierno de su padre había separado en la frontera. En 2013, esa iglesia de Graham calificó a las identidades de género no tradicionales como casos de “confusión de identidad sexual”.

Según Rachel Laser, lo que está ocurriendo es “una fea historia de politización de la libertad religiosa, uno de los símbolos más sagrados de Estados Unidos”. “También es una historia sobre esta pequeña fracción de los Estados Unidos, la derecha religiosa, que trata de aferrarse a su poder en un país que se vuelve menos blanco y menos cristiano a toda velocidad, una auténtica amenaza religiosa para los estadounidenses”.

Pero los líderes evangélicos están entusiasmados con el interés que se toma el presidente por sus puntos de vista. “Si uno pasa el tiempo suficiente hablando con estos líderes, es posible ver que no sólo están encantados con el inaudito acceso que tienen, y él [Trump] está tan pendiente de sus puntos de vista como el resto del equipo de la Casa Blanca, sino con las decisiones que toma”, dice Reed. Trump, dice Reed, “baila con la que trajo al baile”.