Querido Barack, te echaremos de menos. Te echaremos sumamente de menos ahora que un nacionalista racista y populista, cuyo credo es “americanismo, no globalismo”, se dirige a la Casa Blanca. Echaremos de menos tu raciocinio, tu sofisticación, tu elegancia.
Pero muchos europeos estamos también estupefactos y desolados con lo que nos dejas, igual que estamos perplejos por tus declaraciones de “optimismo cauto” sobre tu sucesor.
Por supuesto que no eres el culpable de todo. En el primer discurso que diste en suelo europeo como presidente (Estrasburgo, abril 2009) dijiste que “toda nación es responsable de lo que nos espera”, no solo Estados Unidos. Lo entendemos. Y sabemos que el Viejo Continente tiene su parte de culpa por la crisis de la eurozona, Brexit y el auge de nuestra propia línea de populistas. Pero ahora, después de lo que tú mismo has descrito como “el mayor enfado político en la historia moderna de Estados Unidos”, estamos temblando.
A menudo has dicho, mencionando a Martin Luther King, que “el arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia el lado de la justicia”. En Europa no estamos tan seguros de ello. De hecho, nunca lo hemos estado. Quizá sea esto lo que diferencia el excepcionalismo estadounidense del escepticismo europeo. Los europeos hemos caminado sonámbulos hacia la catástrofe en varias ocasiones durante el último siglo. Estados Unidos se metió dos veces para salvarnos de nuestro poder autodestructivo.
Angela Merkel, bandera de Occidente
En este último tour europeo has dicho que eres “optimista con el rumbo que está tomando el mundo”. Sin embargo, es difícil no ver cómo se acumulan los nubarrones. Ahora Europa está atascada entre un Estados Unidos que ha dado prácticamente la espalda a los valores liberales democráticos, una Rusia renaciente lista para aprovecharse y el caos que se extiende en Oriente Próximo.
Barack, nos dejas maravillosos y magníficos discursos, incluidos algunos sobre Europa que hasta nuestros propios líderes parecen incapaces de pronunciar. Llamaste a la Unión Europea “uno de los grandes logros económicos y políticos de la historia de la humanidad”. Echaremos de menos esa elocuencia. No recibiremos nada de eso de Trump.
Esta claro que ahora cuentas con Angela Merkel para llevar la bandera de Occidente. La has animado claramente a buscar un nuevo mandato, incluso diciendo que la votarías si pudieras. Después de todo, Reino Unido se está marginando a sí mismo y Francia está en depresión económica. Europa se enfrenta a varias elecciones el año que viene y el extremismo está en auge.
No estás negando los problemas. En este último viaje, has advertido con razón contra la “complacencia”. En una rueda de prensa junto con Merkel en Berlin, dijiste: “Como hemos vivido en una era que ha gozado en su mayor parte de estabilidad y paz, al menos en países desarrollados, existe la tendencia a suponer que ese es siempre el caso. Y no lo es”. Pero sigue siendo desconcertante escucharte decir que “la historia nos da esperanzas”, incluso si “zigzaguea”. En Europa lo dudamos.
“Tu distracción ha tenido un precio”
Seguro que tu mensaje pretende tranquilizar y evitar el pánico, igual que pretende salvar tu legado. Dices estar confiado en que Trump mantendrá las alianzas. Esperas que sea “duro” con la Rusia de Putin y que no busque cerrar acuerdos en detrimento de los “países más pequeños”. También has indicado que el peso del establishment de la política exterior estadounidense actuará como como bastión contra la vena rebelde de Trump (eso significa que de repente estás confiando en gente en Washington a la que uno de tus asesores cercanos llamó “masa amorfa”).
Europa estaba emocionada cuando fuiste elegido por primera vez. No lo hemos olvidado. Eras el antídoto a los años de Bush. Pero antes de que se instale demasiada nostalgia, dos grandes peros:
Primero, Europa nunca pareció interesarte, aunque la hayas elegido para hacer tu penúltimo viaje al extranjero como presidente. Asia siempre fue tu gran pasión de política exterior, una vez te llamaste a ti mismo “el primer presidente estadounidense Pacífico”.
Pero ahora parece que acudes a Europa, o al menos a Alemania, como uno de los últimos faros de valores. Quizá deberías haber apoyado más a Europa, y antes. Tu aparente indiferencia con Europa a lo largo de los años envió el mensaje de que importaba muy poco para Estados Unidos. Esto ha abierto caminos a Putin y los políticos europeos que le admiran, y esto pasó mucho antes de que el presidente ruso enviase una “bonita carta” a Trump.
Como la influencia de Estados Unidos ha ayudado históricamente a consolidar Europa, tu distracción ha tenido un precio. El una vez sólido vínculo transatlántico ha empezado a deshilacharse. Ahora, con lo que sabemos de Trump, las diferentes naciones europeas minimizarán riesgos y actuarán de forma individual, no en unidad. La Alemania de Merkel es fuerte, pero no puede ofrecer el paraguas de seguridad bajo el que se construyó Europa. Por eso, decir que la canciller alemana se ha convertido en líder de Occidente es es más un eslogan que una política.
El “arco de la historia” no se inclina a la justicia
Segundo, has ignorado el efecto que tus políticas en Oriente Próximo tendrían en Europa. La lucha contra el Estado Islámico era tu prioridad número uno, parar las masacres del régimen de Asad, mucho menos. En occidente, Europa ha notado el embate de este desastre humanitario. El movimiento de refugiados ha cambiado drásticamente las políticas del continente. Como Merkel dijo hace unos días, la gran mayoría de los sirios que han llegado a Alemania huían de Asad, no del ISIS.
Europa, es verdad, no ha sido capaz de lidiar con el baño de sangre en Siria, pero el diálogo entre Rusia y Estados Unidos, saltándose a Europa, ha hecho poco por frenar la estrategia de Putin de alimentar la guerra apoyando a Asad y después ver alegremente los efectos colaterales en Europa. El Kremlin espera que ahora, con Trump, haya ganancias geopolíticas rusas en el continente.
Mientras te despides de Europa, muchos de nosotros vemos tu presidencia con sentimientos encontrados. Seguiremos admirando la forma en que te comportabas, lo bien que hablabas y lo que intentabas inspirar a nivel global, pero nos queda la sensación de que en Europa por razones, es cierto, que no se te pueden achacar en su totalidad, el “arco de la historia” no se está inclinando en absoluto hacia la dirección correcta. Estos días no es Martin Luther King a quien nos apetece citar, sino Stefan Zweig. En su libro Mundo de ayer, el escritor lamenta “La terrible derrota de la razón y el triunfo salvaje de la brutalidad”.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti