Exiliados, corrupción y golpes de Estado: el papel de Miami en el caos de Haití
Dentro del misterio que envuelve al asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse, uno de los factores menos sorprendentes es el papel central que Miami ha ocupado en toda la historia. La ciudad lleva décadas sirviendo como plataforma para complots y golpes de Estado frustrados: desde la fallida invasión de Cuba de 1961, conocida como el episodio de Bahía de Cochinos, pasando por la descabellada incursión del año pasado en Venezuela.
Ahora supuestamente la ciudad también ha sido determinante en el asesinato del presidente haitiano de la semana pasada, con la mayoría de los presuntos participantes asesinados o detenidos en las 24 horas posteriores al crimen. Christian Emmanuel Sanon, el principal sospechoso, es un haitiano con muchos vínculos en la zona de Miami, igual que otro haitiano-estadounidense que ha sido detenido por las autoridades en Haití.
La empresa de seguridad que se sospecha reclutó a los mercenarios colombianos acusados de participar en el ataque tiene sus oficinas en Doral, cerca del aeropuerto internacional de Miami y del campo de golf de Donald Trump. Un exiliado venezolano dirige esa empresa, mencionada por algunos de los que conspiraron y autodenominada Academia Federal de la Unidad Antiterrorista (CTU, por sus siglas en inglés). Nadie abrió a los periodistas del Miami Herald cuando acudieron a sus modestas oficinas.
Todo esto recuerda a la malograda Operación Gideon, la atrevida y frustrada incursión en Venezuela de mayo de 2020. Urdido en Miami por exiliados venezolanos y con el exboina verde Jordan Goudreau dirigiendo a los mercenarios, aquel complot provocó ocho muertos y 100 detenidos. Igual que en Haití, el Gobierno al que querían derrocar exhibió a los asaltantes frente a las cámaras para restregarles la humillación.
“El cuartel general del exilio en el mundo”
Miami tiene todos los ingredientes para ser el corazón de las algaradas: varias comunidades de exiliados que sueñan y maquinan con volver al poder en sus países de origen; un suministro continuo de veteranos militares con experiencia en América Latina y el Caribe (el Comando Sur de EEUU tiene su sede en Doral); y el entorno permisivo de una larga historia de corrupción en su política local, segmentada por grupos étnicos. Históricamente, los narcodólares del tráfico de cocaína han servido como lubricante y punto en común de estos tres pilares.
En su libro sobre Miami, la escritora Joan Didion escribió que los exiliados de la ciudad vivían bajo “un hechizo colectivo, un encantamiento oculto provocado por una nerviosa mezcla de resentimientos y venganzas, idealizaciones y tabúes, que hace del exilio un principio organizador tan poderoso”.
Más que Little Havana
En la franja que va desde la costa de Miami hasta la de Fort Lauderdale y West Palm Beach vive la diáspora de la mayoría de los estados latinoamericanos pero las tres comunidades más importantes y activas son la cubana, la venezolana y la haitiana.
Tradicionalmente, el asentamiento de los cubanos en Miami ha sido La Pequeña Habana, al oeste del centro de la ciudad. Unos pocos kilómetros al norte se encuentra el densamente poblado barrio de Little Haití. Los venezolanos están más dispersos, pero la mayor concentración está en Doral.
“Es el cuartel general del exilio en el mundo”, dice Ann Louise Bardach, que escribió un extenso reportaje sobre Miami en su libro Cuba Confidencial: Amor y venganza en Miami y La Habana. “Florida es una península que básicamente tiene la forma de una daga cortando el Caribe y apuntando hacia América Latina”.
Según Barcach, las comunidades de exiliados casi funcionan como países autónomos, con su propio gobierno interno, sus aparatos políticos, sus emisoras de radio y sus periódicos. “Es un caldo de cultivo, gente que anhela su patria”, dice. “Todos son gobiernos a la espera, y todos creen que van a tomar el poder la semana que viene”.
Inevitablemente, cada una de esas comunidades de exiliados ha desarrollado una relación con los servicios de espionaje estadounidenses y sus aspiraciones han jugado un papel clave en la política exterior de Estados Unidos.
Las milicias del exilio cubano se entrenaron en los Everglades de Florida desde la revolución de 1959, quedando bajo el control de Jorge Mas Canosa, un exiliado que se convirtió en una figura importante para la política de Florida y de Washington.
Esta semana los cubanoestadounidenses están hablando de zarpar desde Miami en una flotilla de pequeñas embarcaciones, en contra de las advertencias de los guardacostas estadounidenses, para llevar ayuda a los cubanos que se manifiestan. Según Vicki Huddleston, exembajadora de Estados Unidos en La Habana, “si una de esas embarcaciones cubanoestadounidenses de Florida se adentra en aguas cubanas, la guardia fronteriza de Cuba puede reaccionar de forma exagerada, y eso pondría a Estados Unidos en una posición muy, muy difícil”.
Más seguridad privada estadounidense
El voto de las diásporas cubana y venezolana jugó un papel significativo en la inclinación de Florida hacia Trump de 2016 y 2020. Aunque la comunidad haitiana de la ciudad no ha tenido históricamente tanta influencia, sí ha sido una fuerza determinante en asuntos haitianos, además de impulsar la demanda de empresas de seguridad en el sur de Florida.
“La falta de seguridad en Haití es tal que las élites del país llevan mucho tiempo confiando en empresas de seguridad privadas para garantizar su propia seguridad personal”, dice Jenna Ben-Yehuda, que trabajó como analista de Haití en el Departamento de Estado y ahora preside el Proyecto de Seguridad Nacional Truman. “En todo Haití, la seguridad privada lleva décadas siendo omnipresente, y probablemente supere el número de agentes de la policía nacional haitiana”.
Muchas de esas empresas son dirigidas por antiguos soldados de las fuerzas especiales estadounidenses como Jordan Goudreau, que buscan una buena jubilación. CTU, la empresa que según la policía haitiana reclutó a los colombianos del ataque a Moïse, no tenía el mismo pedigrí. Su propietario, Tony Intriago, presumía de experiencia policial en América Latina y de conexiones con las fuerzas especiales, según un perfil del Miami Herald, pero nada de eso ha podido ser confirmado. La policía haitiana aún no ha presentado pruebas de la participación de CTU y no ha habido ningún comentario de Intriago desde el asesinato.
Los primeros indicios sugieren que la operación de Haití iba mucho más allá de matar al presidente y que pretendía un cambio de régimen. En muchos sentidos, que se haya quedado corta y solo haya servido para aumentar la miseria y el caos en el país objetivo también es un sello característico de Miami.
Traducido por Francisco de Zárate
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