Gracias a los viajes que Mark Zuckerberg está realizando a los largo de EEUU para cumplir su “desafío personal” de 2017 de “impregnarse de los desafíos y esperanzas de la gente” lo hemos podido ver conduciendo un tractor, teniendo un encuentro con personas que se recuperan de su adicción a la heroína, poniéndose un casco de trabajo y hablando en contra de inmensa desigualdad económica (algo que su fortuna valorada en 68.500 millones de dólares claramente representa).
Pero para Nicole, una de las trabajadoras de una cafetería de Facebook, todo esto ha planteado una pregunta muy importante: “¿Va a venir aquí?”
“Aquí” es solo a unas pocas millas del complejo de cinco casas de que Zuckerberg posee en Palo Alto y a unas cuantas manzanas del deslumbrante cuartel general de Facebook en Menlo Park. Aquí, en una calle tranquila de modestas casas prefabricadas, Nicole y su marido Víctor (que trabaja también en la cafetería), viven en un garaje con sus hijos, que tienen nueve, ocho y cuatro años.
“No se tiene que recorrer el mundo”, comenta Nicole. “Debería saber lo que está ocurriendo en su propia ciudad”.
Esta familia de cinco miembros ha vivido en este exiguo espacio al lado de la casa de los padres de Víctor durante tres años. Tres camas se agrupan en la pared de atrás, mientras que un sillón y una mesa de café al frente del espacio hacen las veces de sala de estar. La ropa está perfectamente colgada de las vías de la puerta de la cochera. La familia va a la casa de al lado a utilizar los baños y la cocina. “No es fácil”, reconoce Víctor. “Sobre todo cuando llueve”.
“Nuestra hija nos pregunta constantemente cuándo va a tener una habitación propia y nosotros no sabemos qué decirle”, añade Nicole.
El viernes, la pareja estaba entre los alrededor de 500 trabajadores de Facebook que eligieron unirse a un sindicato, Unite Here Local 19. Son el último grupo de trabajadores perteneciente al sector tecnológico que busca sindicarse con la esperanza de lograr una mejor calidad de vida.
Ni Facebook ni el contratista de servicios alimentarios, Flagship Facility Sevices, se opusieron a la campaña sindical.
Ni ingenieros ni camareros llegan a fin de mes
Trabajar en la cafetería de Facebook es envidiable por muchas razones. Nicole gana 19,85 dólares (unos 17 euros) la hora como líder de turno, mientras que Víctor gana 17,85 dólares (15,30 euros). Ambos muy por encima del mínimo de 15 dólares por hora (casi 13 euros) que estableció Facebook en 2015. Sin embargo, no es de extrañar que la familia tenga que estar luchando por salir adelante en una región en la que los ingenieros de software (que ganan cuatro veces más) se quejan por no llegar a fin de mes.
Ganan demasiado como para obtener las ayudas médicas del Estado, pero poco como para poder permitirse el seguro médico que ofrece su empresa. Por lo general, es una lucha conseguir suficiente dinero para cosas básicas como comida y ropa para sus hijos. Hace poco, Víctor ha tenido que pedir prestado a su madre para poder celebrar el cumpleaños de una de sus hijas y, a un amigo, para pagar una cita con el dentista.
“Hace un tiempo, el salario no hubiera estado nada mal”, comenta Víctor, “pero a causa de la ola Facebook, ahora todo es mucho más caro. A veces, tengo que pedir anticipos porque lo que ganamos no es suficiente”.
A veces, todos estos obstáculos hacen que la pareja sienta nostalgia por los días anteriores a la llegada de Facebook a Menlo Park. Cuando Víctor era un crío, su padre pudo comprar una pequeña casa en Menlo Park con un sueldo de jardinero. Al comenzar su relación, la pareja ganaba unos 12 dólares la hora como encargados en el Chipotle y podían pagarse su propio apartamento.
“Me sentía más segura en mi otro trabajo. No tenías gente mirándote por encima del hombro”, dice Nicole. Ahora trabaja en cafetería que tienen nombres como “Épico” o “Vive tu sueño”. La brecha entre las dos clases de trabajadores que tiene Facebook no podría ser mayor. “Nos miran como si fuésemos de una clase inferior, como si no importásemos”, asegura Nicole sobre los empleados de Facebook. “Nosotros no estamos haciendo realidad ninguno de nuestros sueños. Son los que trabajan en empresas tecnológicas los que los están viviendo. Los sueños son para ellos”, lamenta.
Las pequeñas afrentas son numerosas. Al final de cada turno, Nicole ve un montón de comida en el cubo de reciclado, pero a los trabajadores no se les permite llevársela a casa. Los trabajadores de las cafeterías solo pueden entrar en los centros médicos de Facebook si han sido seleccionados para un examen toxicológico previo y obligatorio. Hace poco Facebook celebró su día de “Trae a tu hijo al trabajo”, pero los hijos de los empleados de la cafetería no estaban incluidos.
Una portavoz de Facebook asegura que ninguno de los trabajadores que no están directamente contratados por la empresa tiene acceso a instalaciones como clínicas, gimnasios o a celebraciones como la de llevar a sus hijos al trabajo. Dice, además, que esas políticas son asunto de la empresa contratista y de sus trabajadores.
“Queremos proporcionar un entorno de trabajo seguro y justo para todas aquellas personas que ayudan a Facebook a hacer que el mundo esté más unido, incluyendo a las empresas contratistas”, aseguró la portavoz de la red social en un comunicado.
Un portavoz de Flagship dijo que “confían en tener una relación positiva y productiva con el sindicado”. La compañía ha rechazado hacer comentarios sobre sus políticas para los trabajadores para en el campus de Facebook.
“La gente piensa, oh, trabajas para Facebook, te va de maravilla”, dice Víctor. “Se supone que tengo que ser la persona fuerte de la familia, que tengo que tengo que hacer lo posible por cumplir con las promesas que hago a mis hijos, que tengo que comprar ropa y comida... los dos estamos trabajando y nos cuesta proporcionarles esto”.
“Nuestra motivación no es atacar a ninguna de las empresas”, asegura Nicole. “Nuestra motivación son nuestras familias. ¿Por qué tenemos que vivir así cuando nuestra compañía tiene los recursos para hacer que las cosas vayan mejor?”. “No estamos pidiendo millones de dólares”, dice el padre. “Solo no tener miedo si tengo que ir al médico. Esa es la razón por la que los trabajadores nos estamos uniendo”, concluye.
Traducido por Cristina Armunia Berges