La masacre en el club LGTB de Orlando perpetrado por un hombre conocido desde hace años por las autoridades federales pero cuyas conexiones con el terrorismo fueron calificadas de insustanciales, sacan a la luz los complicados problemas que tienen los investigadores y los defensores de la privacidad en la lucha contra el terrorismo.
Autoridades estadounidenses, antiguos agentes del FBI y expertos en la lucha contra el terrorismo aseguran que el FBI guarda información relevante sobre la gente a la que interroga incluso cuando se determina que no suponen una amenaza para la seguridad. Advierten también que la difusión de esa información más allá de las oficinas conlleva un “profundo” riesgo en el derecho a la privacidad.
Durante años, las autoridades estadounidenses han alertado sobre los llamados terroristas “lobos solitarios”, no vinculados con grupos terroristas establecidos y vigilados. Según explican, son realmente difíciles de identificar con antelación a un ataque. Pero en el caso del atacante del atacante de Orlando, Omar Mateen, la apariencia de lobo solitario era conocida ampliamente para el FBI.
La actuación con Mateen “fue correcta”
Los agentes de la lucha contra el terrorismo del FBI “persiguen todas las posibles pistas y una vez que se agotan, se cierra el caso”, explica Erroll Southers, un antiguo agente de contraespionaje y terrorismo del FBI. “Si no hay nada más que rastrear, no hay nada más que hacer. Y parece que en el caso del señor Mateen no hubo nada más que perseguir y se cerró. Fue una actuación correcta”.
La crudeza del tiroteo, que dejó 50 muertos y 53 heridos, probablemente encenderá la mecha de un nuevo debate sobre si alguien que ha sido interrogado por el FBI pero no se considera una amenaza pude pilotar un avión o adquirir una pistola, o si debería estar bajo continua vigilancia.
Las autoridades estadounidenses, particularmente las del FBI, calificaron la masacre de Orlando como un “acto de terrorismo” pero hicieron hincapié en que la investigación acababa de comenzar y no hicieron declaraciones sobre la motivación definitiva de Mateen. Su padre contó en NBC News que su hijo se indignó después de ver a dos hombres besándose y que su masacre no tuvo motivos religiosos. Pero, supuestamente, Mateen llamó al 911 antes del ataque y se declaró leal al ISIS.
Ron Hopper, agente especial del FBI en Orlando, dijo el domingo por la tarde ante los periodistas que las autoridades habían interrogado en tres ocasiones a Mateen entre los años 2013 y 2014. En 2013 Mateen fue sospechoso de hacer “comentarios incendiarios” a sus compañeros de trabajo en la empresa de seguridad GS4 en la que trabajaba desde 2007. Fue llamado a declarar ante el FBI en dos ocasiones. Por un tiempo, fue puesto bajo vigilancia. No obstante, la investigación se cerró después de que los agente no pudieran verificar ningún vínculo sospechoso.
Al año siguiente, el FBI entrevistó a Mateen debido a una conexión con un hombre de Florida que viajó a Siria y que se convirtió en un terrorista suicida para la filial local de Al Qaeda. Pero se concluyó que los vínculos de Mateen con Moner Abu-Salha eran “mínimos” y que no representaban una conexión sustancial, cuenta Hooper.
Según los veteranos del FBI, a la agencia se le permite guardar diferentes datos sobre las personas a las que se interroga incluso después de que se descarte que supongan un problema para la seguridad. El reglamento oficial, incluida la Ley de Privacidad federal, prohíbe a la agencia a divulgar esa información a agencias colaboradoras o firmas privadas, aunque los expertos avisan de que recientes 'socios' del FBI tienen reglas opacas o poco claras sobre la información compartida.
“Las implicaciones para la privacidad individual son profundas si ese tipo de información es compartida”, dice Michael German, un antiguo investigador del FBI que ahora trabaja en el Centro Brennan de la Universidad de Nueva York. “Si una nube de sospechas rodea a un individuo, nunca podrá probar que no es un terrorista”.
Los defensores de los derechos civiles han expresado su preocupación en torno a las “consideraciones” del FBI. Según se describe en un documento desclasificado de 2009, se proporciona a la agencia numerosos datos sobre personas sobre las que no hay suficientes hechos objetivos como para abrir una investigación, y mucho menos una acusación. El documento permite recabar datos que incluyen información laboral, foto, cuentas de correo electrónico, pasaporte, código de la seguridad social y “cualquier otro tipo de numeración relevante identificativa para los controles de bases de datos, como el número de registro extranjero, la licencia de conducir etc”.
El documento promueve a las oficinas del FBI a “cerrar aquellas investigaciones preliminares que, basándose en la recopilación de las bases de datos y el desarrollo de las investigaciones del servicio de inteligencia, no justifica la asignación de más recursos”. Pero no obliga a eliminar la información de las investigaciones preliminares.
Un portavoz del Terrorist Screening Center del FBI, el cual informa a la agencia de aquellas cosas que deben seguir siendo investigadas, no quiso decir si Mateen estaba o no en esa lista. “El Terrorist Screening Center no confirma o niega públicamente si alguna persona está incluida en la base de datos del centro (TSDB) o en una lista de otra categoría”, recuerda Dave Joly vía mail.
“Divulgar la inclusión o no inclusión en la TSDB o en la No Fly List podría perjudicar seriamente a las capacidades del Gobierno a la hora de investigar y contrarrestar el terrorismo, y proteger la seguridad en el transporte”, apunta.
Antiguos agentes del FBI explican que, incluso mantener las investigaciones preliminares abiertas pasado el punto en el que establecen conexiones sustanciales que amenazan la seguridad, sobrecarga los recursos de los organismos de seguridad y pasa por alto amenazas reales en medio de la confusión.
Falta de confianza con las comunidades musulmanas
Expertos en terrorismo local creen que un requisito para detectar a los lobos solitarios extremistas dentro del país antes de que cometan un acto terrorista es una sólida confianza entre las comunidades locales y el Gobierno. Esto no sucede en las comunidades musulmanas del país que se ven tratadas como amenazas sin distinción porque el FBI y la policía se infiltra en las mezquitas, son vigiladas y recopilan información.
“No se pueden llevar a cabo esos programas sin cierto nivel de confianza de antemano”, afirma Seamus Hughes, que estudia extremismo local en la Universidad de George Washington.
Southers, que informará esta semana a la TSA (Agencia de Seguridad de Transporte) y a las autoridades del Departamento de Estado sobre el extremismo localizado en el país, dice que las normas de investigación del FBI facilitan suficiente flexibilidad para reabrir investigaciones cuando hay pruebas adicionales que lo justifican. También cuenta que solo podía recordar un caso en el que la agencia hubiera zanjado las investigaciones sobre personas que después cometieron un acto terrorista: los hermanos Tsarnaev, autores del atentado de la Maratón de Boston en 2013.
“Esto ilustra lo difícil que es intentar identificar a gente que pretende hacer cosas similares a lo que ha hecho el señor Mateen. No existe un perfil”, concluye el especialista.
Traducido por Cristina Armunia Berges