Francia intensifica la batalla contra Amazon para la supervivencia de las librerías
Desde el inicio de la pandemia de la COVID-19, Anne Helman, propietaria de una librería independiente en la pequeña ciudad de Puy-en-Velay, en el sur de Francia, ha visto cómo ha aumentado la cifra de clientes que prefiere comprar libros en persona en lugar de hacerlo por Internet.
“Nunca había vendido tantos ejemplares de La peste, de Albert Camus”, explica. “Los niños querían libros de fantasía. Los adultos querían novelas y clásicos, libros sobre plagas y apocalipsis. Hay un entusiasmo renovado por comprar en comercios locales y apoyar a las librerías independientes. Se ve como algo positivo”.
El Gobierno francés ha aprovechado este momento de mayor apoyo a las librerías independientes para proseguir su guerra contra el dominio de las grandes tecnológicas. En una iniciativa que supone principalmente un golpe a Amazon, una nueva ley va a establecer un precio mínimo para la entrega de libros, con el fin de frenar lo que el Gobierno denomina “competencia desleal” contra las librerías independientes por parte de los gigantes digitales que entregan los libros por un precio de tan sólo 0,01 euros (lo que les permite esquivar la prohibición de los envíos gratuitos).
Durante el confinamiento, la ministra de Cultura de Francia, Roselyne Bachelot, hizo el siguiente llamamiento a los ciudadanos: “¡No compren libros en las plataformas por Internet!”. Ahora, el Parlamento francés se propone acabar con la ventaja competitiva de los gigantes de la red y sentar así un precedente para otros países europeos que quieran proteger a las pequeñas librerías. La tarifa mínima de entrega, que aún debe decidirse en las negociaciones con el regulador estatal, debería entrar en vigor en 2022.
La aprobación de leyes para proteger el comercio del libro genera un inusual consenso político en Francia y es algo apoyado por todo el espectro político en un contexto en el que el debate ha ido escalando la tensión de cara a las elecciones presidenciales del año que viene.
Emmanuel Macron ha afirmado que la lectura es “una prioridad nacional” y ha ampliado los horarios de apertura de las bibliotecas. La medida de obligar a las gigantes de la red a cobrar lo mismo por el envío que a las pequeñas librerías forma parte de la noción francesa de “excepcionalismo cultural” que, desde hace tiempo, trata de proteger a los libreros independientes de los estragos de las fuerzas del libre mercado.
A diferencia de las famosas ofertas de “tres por dos” en novelas de Reino Unido, actualmente el Estado francés fija los precios de los libros y los lectores pagan lo mismo por uno nuevo, tanto si lo compran en Internet como si lo hacen en una gran librería o en una independiente. La ley permite un descuento máximo del 5% en los libros. Esta fórmula ha contribuido a preservar las 3.500 librerías independientes de Francia –más del triple que las que hay en Reino Unido–, las cuales generan 12.000 puestos de trabajo.
Aunque la ley francesa prohíbe la entrega gratuita de libros, Amazon y otras grandes empresas que venden por Internet han eludido esta norma cobrando un solo céntimo de euro por el envío de un libro. Por su parte, las librerías independientes se ven obligadas a cobrar precios mucho más elevados por el envío para mantener sus estrechos márgenes.
“Las librerías locales suelen cobrar unos 6 o 7 euros por enviar un libro, así que hay una diferencia considerable”, explica Géraldine Bannier, diputada del Movimiento Demócrata (de centro) que presentó la ley en la Cámara Baja. “Se trata de defender la diversidad de lugares donde la gente puede comprar sus libros. Es muy importante para nosotros”.
Más del 20% de los 435 millones de libros vendidos en Francia en 2019 se compraron por internet. Lo sucedido con las librerías independientes francesas durante la pandemia ha influido mucho en la nueva ley. Francia tuvo tres confinamientos a nivel nacional. Durante los dos primeros, las librerías permanecieron cerradas, a pesar de las protestas de escritores y editores. Pero durante el segundo confinamiento, en noviembre de 2020, el Gobierno reembolsó los gastos de envío a los pequeños libreros independientes. El resultado fue que las tiendas pequeñas mantuvieron el 70% de su negocio. “Se hizo evidente que los gastos de envío son un obstáculo”, indica la senadora Laure Darcos (grupo Los Republicanos, conservador), que redactó la ley.
En el último confinamiento, que tuvo lugar la pasada primavera, los libros se consideraron artículos de primera necesidad y las librerías permanecieron abiertas, con una cifra récord de clientes. En toda Francia, las librerías independientes registraron una caída interanual de las ventas de sólo el 3,3% en 2020, a pesar de los tres meses de confinamiento estricto.
Amazon ha alertado de que la nueva ley que fija los precios de entrega “tendrá un impacto sobre el poder adquisitivo de los consumidores” y afectará a los lectores de las pequeñas ciudades y las zonas rurales. Los políticos franceses han argumentado que las personas que compran libros por Internet tienden a vivir en grandes ciudades y zonas urbanas, mientras que las librerías independientes están presentes en las zonas rurales de Francia.
Wilfrid Séjeau, propietario de la librería independiente Le Cyprès en Nevers (Borgoña), explica que durante el segundo confinamiento envió unos 70 libros diarios, y muchos de ellos los envolvió como regalo. Cuando su tienda volvió a abrir, experimentó un notable aumento de clientes de la zona rural circundante. “La gente se dio cuenta de que ciertas cosas son preciosas”, afirma sobre el vínculo que se establece entre el librero y el cliente.
“Una persona puede comprar muchos libros en Amazon, pero también disfrutar hojeando en pequeñas librerías. La gente suele guardar un libro en su cesta de Amazon en cuanto tiene conocimiento de su existencia para no olvidarlo. Ahora nos dicen: 'Dejo de hacer eso y en su lugar os envío una lista o reservo en vuestra página'”. Su cifra de negocios ha subido y le ha permitido crear dos puestos de trabajo en las dos librerías independientes que regenta en la misma calle, además de una papelería.
Guillaume Husson, del Sindicato de Libreros de Francia (SLF), señala que la ley trata de preservar las librerías como lugar de encuentro en los centros urbanos, pero también de proteger a los editores. “Las librerías independientes no venden lo mismo que otros puntos de venta –tienen más novelistas noveles y publicaciones más arriesgadas-, eso ha permitido que existan cientos de editoriales y escritores”.
Vincent Chabault, sociólogo de la Universidad de París y autor del libro Éloge du Magasin: Contre l'Amazonisation (Elogio de las tiendas: contra la amazonización), registró un aumento de ventas durante la pandemia. Según él, las pequeñas librerías independientes, que siguen teniendo dificultades, se han convertido en “el símbolo de la resistencia contra las plataformas online y Amazon”, y añade: “Una cosa que hemos aprendido durante la pandemia es que el capitalismo digital ha ido ganando terreno y que es necesario preservar los lugares y los momentos en los que podemos estar juntos al margen de la red”.
De vuelta a la librería Le Chat Perché, situada en Puy-en-Velay, Helman aplaude esta iniciativa legislativa. Cuando la COVID irrumpió en Francia, llegó a temer por la supervivencia de su establecimiento, pero el periodo comprendido entre junio de 2020 y junio de 2021 ha sido el más rentable de los últimos 23 años. Le preocupaba que los clientes se hubieran acostumbrado tanto a las entregas rápidas de los gigantes de Internet que les resultara difícil adaptarse al ritmo más lento que conlleva hacer un pedido a una librería independiente. “La gente está acostumbrada a pedir algo por Internet y que le llegue al buzón dos días después. Eso es lo único con lo que seguirá siendo difícil competir”.
Traducido por Emma Reverter
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