En la estación parisina de Saint-Lazare durante la hora punta, activistas –entre ellos, un funcionario público de un ministerio gubernamental y un exmanifestante contra el cambio climático– hacen campaña en apoyo a una inusual aspirante a ser candidata a la presidencia francesa.
Su elegida, Sandrine Rousseau, es referente del movimiento #MeToo francés contra la violencia sexual, economista y vicerrectora universitaria y promete una nueva forma de “ecología punk”.
“La gente quiere un cambio, no quieren las mismas caras de siempre”, dice Camille Borgetto, una mujer francesa de unos 40 años, tras ver las encuestas que muestran que en la segunda vuelta electoral de abril el centrista Emmanuel Macron se enfrentará a la ultraderechista Marine Le Pen, al igual que en las últimas elecciones.
Este mes Francia entra en su tensa temporada preelectoral para elegir a los candidatos definitivos a la presidencia. Rousseau, que se define como “ecofeminista”, compite en las elecciones primarias de Los Verdes, abiertas a todos los votantes, incluidos los residentes extranjeros, que se hayan inscrito antes del domingo. En otras agrupaciones, la disputa política podría extenderse durante todo el otoño, en especial en el partido de derecha tradicional de Nicolas Sarkozy, Los Republicanos, quienes creen que pueden ganar la presidencia, pero no han elegido a su candidato.
Macron no anunciará su candidatura para un segundo mandato hasta comienzos del próximo año. Pero su nivel de aprobación ha aumentado este verano gracias a su gestión de la última etapa de la crisis de la COVID-19, durante la cual llevó la tasa de vacunación a los niveles más altos de Europa tras haber introducido el pasaporte de vacunación, a pesar de las pequeñas pero persistentes protestas en las calles todos los sábados.
Mientras tanto, Le Pen, cedió formalmente este domingo el mando del partido de ultraderecha, Agrupación Nacional, a su “número dos”, el joven Jordan Bardella, para dedicarse por completo a la carrera por las elecciones. La semana pasada presentó un anticipo de su manifiesto, en el que propone nacionalizar las autopistas para que los conductores paguen menos en los peajes, así como privatizar la radiotelevisión nacional para dar fin al pago de licencias televisivas –propuesta diseñada para atraer a los votantes que no tienen confianza en los medios– y limitar quien puede solicitar la nacionalidad francesa.
El desafío de la izquierda es hacer uso de los intereses de los votantes. El cambio climático es una de las preocupaciones principales del electorado francés pero a pesar del crecimiento del voto a Los Verdes en las zonas urbanas y de su victoria en las ciudades de Lyon, Estrasburgo y Bordeaux el año pasado, el partido no ganó ninguna de las elecciones regionales de este año. Su candidato de más alto nivel en las primarias, Yannick Jadot, miembro del Parlamento Europeo, ronda el 10% para las elecciones presidenciales, según las encuestas.
La candidata nacida en España
La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, anunció oficialmente este fin de semana que competirá para ser la candidata del Partido Socialista.
Hidalgo utiliza su historia personal para presentarse como cercana a la gente, en contraste con la imagen altiva de Macron. Nació en España y con dos años llegó a Francia, donde se crió en una vivienda social cerca de Lyon y obtuvo la ciudadanía francesa en su adolescencia. Dice querer “pacificar” el debate político en una sociedad marcada por las protestas de los chalecos amarillos y la polarización.
En su anuncio, Hidalgo mencionó a su padre, obrero en los astilleros de Cádiz, a su madre, costurera, y a su abuelo, condenado a muerte por un tribunal militar franquista que transmitió a su hijo “el amor por Francia”.
Hidalgo, que lleva desde 2014 al frente del Ayuntamiento de París, dijo estar preocupada por su país de adopción: “El modelo republicano se desintegra y con él las protecciones que ha construido a lo largo de nuestra historia”, dijo. A su juicio, las libertades se reducen, aumentan las injusticias y el país “se divide en grupos hostiles, en comunidades separadas, en facciones que manifiestan su amargura y su enfado, a veces con tanta violencia”.
“Lo que se percibe es que ella está comenzando a hablar de los ingresos, de los asuntos cotidianos de la gente, del concepto republicano de Francia, de justicia social y de la movilidad social. ¿Cuántas generaciones necesita el hijo de un trabajador para ganar más que sus padres?”, dice Michel Gelly-Perbellini, un activista socialista en París. “Creo que eso es algo que le importa a la gente en Francia, no solo el Islam y los temas de seguridad que inundan los canales de televisión”.
La candidatura de Hidalgo será confirmada tras una elección interna después del congreso previsto para el próximo fin de semana. Pero ella se enfrenta al obstáculo de la izquierda dividida. Este mes, una encuesta de IPSOS la colocó en el quinto lugar con el 9%, detrás del posible candidato del Partido Verde, Jadot, con el 10% y con el izquierdista Jean-Luc Mélenchon obteniendo el 8%. También habrá un candidato del Partido Comunista, el exministro socialista Arnaud Montebourg.
No hay “voto útil” en la izquierda
“El problema hoy en la izquierda francesa es que no hay un partido dominante”, dice Rémi Lefebvre, profesor de ciencia política en la Universidad de Lille. “No hay un partido que haya destacado sobre los demás para convertirse en el ‘voto útil’ de la izquierda”.
Al igual que a los socialistas, a los republicanos les fue bien en las elecciones regionales de junio, pero el nivel récord de abstención de más del 65% hace que sea imposible predecir si esos partidos podrán regresar con éxito a nivel presidencial.
“La paradoja es que a los partidos de la izquierda y derecha tradicionales les ha ido bien en las elecciones regionales, pero no han hallado cohesión a nivel nacional”, dice Lefebvre. “Hay una brecha de la vida política local y la vida política nacional. Los partidos de Emmanuel Macron y Marine Le Pen son muy débiles a nivel local, pero son los que tienen posibilidades de llegar al final de la carrera presidencial”.
Valérie Pécresse, exministra de Presupuesto durante el Gobierno de Sarkozy y presidenta de la acaudalada región que bordea París, Île-de-France, es la favorita para ganar cualquiera de las primarias de Los Republicanos, muy por delante del exnegociador del Brexit, Michel Barnier. Pécresse se ha definido a sí misma como “dos tercios Angela Merkel y un tercio Margaret Thatcher”, lo que según ella significa ser firme y enfocarse en la economía mientras forja consenso. Otro candidato, Xavier Bertrand, jefe de la región Hauts-de-France al noreste del país, ha iniciado su propia campaña presidencial y le está yendo bien en las encuestas, pero se niega a participar en las primarias. La resolución podría extenderse durante todo el otoño y el invierno.
El periodista y figura de los programas de debate de televisión, Éric Zemmour, también podría lanzar su candidatura presidencial este otoño. Considerado el ideólogo de la ultraderecha más famoso de Francia, y con cargos criminales por discurso de odio, obtiene entre 5 y 7 puntos en las encuestas. Podría quitarles votos tanto a la derecha tradicional como a la ultraderechista Le Pen.
Sin la alineación final de candidatos, Macron permanece como el favorito actual en las encuestas. Se ha aferrado a su sólida base de votantes de las últimas elecciones, lo que resulta crucial para la primera ronda de una campaña presidencial.
Adrien Broche, consultor político para la encuestadora Viavoice, dice que las investigaciones de este mes muestran que Macron obtiene buenos resultados en credibilidad y capacidad para liderar a Francia durante una crisis, pero no tan buenos en la conexión personal con la gente corriente. “La capacidad técnica es su fuerte; su debilidad es la cercanía a los franceses y sus preocupaciones. Ahí es donde se espera que la oposición lo desafíe”, dice.
Traducción de Julián Cnochaert.