Los activistas que creen que la financiación de la educación en los países más pobres del mundo ha alcanzado niveles de crisis sostienen que la reunión del G20 del mes que viene será un momento “decisivo” para la educación.
El porcentaje de la financiación humanitaria invertido en educación ha caído en los últimos seis años de un 10% en 2009 a un 6,9% en 2015, de acuerdo con nuevos datos de la UNESCO. Actualmente la educación recibe tan poca ayuda como el transporte.
Los activistas señalan que si los líderes mundiales no actúan en la cumbre del G20 en Hamburgo en julio, pocas son las posibilidades de cumplir los objetivos de educación establecidos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Estos piden educación primaria y secundaria completa para todos los menores para 2030.
“Los líderes mundiales e instituciones internacionales han abandonado la educación durante demasiado tiempo”, cuenta Barry Johnston, director asociado en el Fondo Malala. “Existe un movimiento para conseguir que los líderes del G20 reconozcan que hay un problema, que hay una crisis en la financiación y que admitan que si quieren sociedades sanas en el futuro —si quieren tener una fuerza laboral educada que pueda enfrentarse a los desafíos del futuro—, entonces van a tener que empezar a pagar para que los menores vayan a la escuela. Y no solo ir a la escuela, sino que aprendan lo correcto”, añade.
La Comisión de Educación, presidida por Gordon Brown, ex primer ministro británico, calcula que el gasto global en educación debe pasar de 1,06 billones de euros al año a 2,66 billones para 2030 en todos los países de ingresos medios y bajos.
Justin van Fleet, director de la Comisión Internacional por la Financiación de Oportunidades Globales de Educación, apunta que la reunión del G20 podría ser un punto de inflexión. “Una de las cosas que estamos pidiendo a los países donantes es que piensen en priorizar la educación al mismo nivel que la sanidad, hacer de la educación el 15% de su ayuda al desarrollo internacional y canalizar más de ese dinero a fondos internacionales”, explica Fleet.
Hay peticiones para establecer un sistema de financiación que reúna a los donantes públicos y privados junto a las instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial y los bancos regionales de desarrollo para recaudar fondos adicionales. Dicho organismo podría aumentar la financiación de la educación en más de 8.800 millones de euros para 2020.
Además, los activistas afirman que se necesitan 3.417 millones de euros para 2021 para financiar La Educación No Puede Esperar, un programa que apoya la escolarización en emergencias. También creen que la financiación de la Asociación Global para la Educación, que otorga becas para apoyar los sistemas de educación en los países con mayores necesidades, debería aumentar 1.700 millones de euros para 2020.
Se necesita trabajar más en algunos de los países más pobres del mundo para asegurar que se destina una mayor proporción del presupuesto nacional a la educación y que se gasta correctamente, añade Johnston, del Fondo Malala. Para asegurarse de que los países menos desarrollados tienen más dinero para gastar en educación se requerirá reformar las normas impositivas globales.
Una ayuda mal repartida
Irina Bokova, directora general de UNESCO, afirma que la ayuda también tiene que ir mejor dirigida. Los datos de la UNESCO muestran que los países de África Subsahariana, hogar de más de la mitad de los menores no escolarizados, recibe menos de la mitad de la ayuda a la educación básica que recibió en 2002. Esto supone el 26% del total de la ayuda a la educación básica, poco más que el 22% asignado al norte de África y a Asia occidental, donde un 9% de los menores no va a la escuela.
La Comisión de Educación ha advertido que a menos que los gobiernos aumenten las inversiones y aborden más adecuadamente las necesidades, el mundo va camino de negar una educación a la mitad de su población joven.
“Las proyecciones para 2030 afirman que habrá 1.600 millones de jóvenes en el mundo y vamos camino de dejar atrás a la mitad de esta generación”, indica Fleet. “Si continuamos invirtiendo de la forma en que lo estamos haciendo, 825 millones de jóvenes no habrán ido a la escuela o la habrán abandonado y no tendrán las habilidades para conseguir trabajo”, añade.
Asegurar los compromisos de los países donantes es un reto en parte porque los beneficios no son visibles inmediatamente. “Esa es la diferencia con el sector de sanidad —si alguien pide 5,7 millones de euros para vacunas, a un euro por vacuna, entonces puedes apuntar a cinco millones de menores que siguen vivos”, afirma Johnston. Los beneficios de hacer la misma inversión en escuelas llevan décadas para dar sus frutos.
Manos Antoninis, analista de políticas en el informe global de control de la educación, afirma que la ayuda ha aumentado considerablemente desde 2010. “A pesar de la crisis financiera ha aumentado un 24% entre 2010 y 2015, pero en educación sigue por debajo de los niveles de 2010. Por tanto, la razón no es que no haya ayuda desde los países ricos, es que no tiene prioridad”, añade.
En 2015, EEUU y Reino Unido fueron los dos principales donantes de ayuda a la educación básica, lo que incluye apoyo a la educación primaria e infantil, así como programas de formación de adultos y alfabetización. Sin embargo, ambos países redujeron su ayuda un 11% y un 9% respectivamente entre 2014 y 2015.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti