Hace un mes, Nariman Salman tomó la decisión de huir del norte de Gaza y se fue a Al Mawasi, una estrecha franja costera en el extremo sur del territorio designada como “zona humanitaria” por el Ejército israelí. Tomó la decisión a regañadientes, pero sabía que tarde o temprano sería inevitable. Cuando la mujer, de 42 años, se vio obligada a mandar a su hijo pequeño a pedir a los vecinos un trozo de pan para su hermana embarazada comprendió que había llegado el momento de marcharse. Días antes, su hijo mayor había muerto apuñalado por un saco de harina.
“Vivíamos de arroz, judías y hierba. Mi hijo mayor se ha ido y mi hija está embarazada. La situación era catastrófica... Hemos vivido situaciones que nunca imaginamos que viviríamos”, explica.
Salman y sus hijos supervivientes se dirigieron al sur, atravesando a pie y en carreta los escombros y las calles del centro de Gaza hasta llegar a Al Mawasi, una franja de 16 km2 de costa y dunas que hasta hace cinco meses era estéril y que ahora acoge a 380.000 personas, según las organizaciones humanitarias
En octubre, apenas unas semanas después del comienzo de la guerra en Gaza, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) designaron Al Mawasi como “zona humanitaria” e indicaron a los residentes de Gaza que se trasladaran allí si no querían verse atrapados en la ofensiva lanzada tras los ataques del grupo islamista Hamás contra el sur de Israel del 7 de octubre, en los que murieron 1.200 personas, en su mayoría civiles.
Las FDI prometieron que se proporcionaría “ayuda humanitaria internacional cuando fuera necesario”. Más recientemente, durante el asedio al hospital Al Shifa a mediados de marzo, las IDF dijeron a los residentes cerca de las áreas de combate que evacuaran “a la zona humanitaria de Al Mawasi”.
Una “zona segura” poco segura
Sin embargo, lo cierto es que la seguridad en Al Mawasi es sólo relativa en comparación con el resto de la Franja. Según cifras del Ministerio de Sanidad de Gaza, más de 32.000 personas, la mayoría mujeres y niños, han muerto en la implacable ofensiva israelí.
En enero, un presunto ataque aéreo israelí alcanzó un complejo residencial de Al Mawasi en el que se alojaban equipos médicos de las ONG Comité Internacional de Rescate y Medical Aid for Palestinians, junto con sus familias. El mes pasado, durante una operación militar, un tanque israelí disparó contra una casa en la que se refugiaba personal de Médicos Sin Fronteras y sus familias, causando dos muertos y seis heridos. Hay muchas otras informaciones sobre heridos en Al Mawasi, la mayoría atribuidos a ataques israelíes.
Por su parte, Israel acusa a Hamás de utilizar a los civiles como escudos humanos, justificando así sus ataques contra Al Mawasi. “Hamás sigue poniendo a los gazatíes en la línea de fuego. Disparan docenas de misiles desde la zona humanitaria designada, misiles que a menudo fallan y ponen en peligro a más gazatíes”, declararon las FDI en diciembre. Hamás siempre lo ha negado.
La situación es parecida en la localidad de Rafah, a unos 4 kilómetros de distancia de Al Mawasi, hacia el interior de la Franja y junto a la frontera con Egipto. Allí se han refugiado más de un millón de desplazados desde otras zonas de Gaza, pero Israel tiene Rafah en el punto de mira porque -asegura- en la ciudad todavía quedan combatientes de Hamás. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha prometido seguir adelante con sus planes para atacar Rafah, a pesar de que EEUU haya expresado reiteradamente su oposición y le haya advertido al respecto.
La comida y el alojamiento escasean
La resolución a favor de un alto el fuego en Gaza aprobada el lunes pasado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con la abstención de EEUU, ha tranquilizado a pocos en Al Mawasi y en Rafah. En las últimas semanas, Israel ha lanzado ataques aéreos y de artillería en repetidas ocasiones contra ambos lugares, y los aviones no tripulados sobrevuelan la zona sin cesar, día y noche. “Uno se queda medio dormido a las 3 de la madrugada y se siente como en un ataúd”, dice un trabajador humanitario en Rafah.
Al igual que la seguridad, tampoco la llegada de la ayuda humanitaria a Al Mawasi está garantizada. En el norte de Gaza, entre 300.000 y 500.000 personas corren peligro de hambruna y los más vulnerables, como Salman, se enfrentan a decisiones desesperadas para sobrevivir, como marcharse a la “zona humanitaria”. En Rafah, hay más comida, aunque los precios son prohibitivos para muchos, y la atención sanitaria aún funciona.
En Al Mawasi, las agencias de la ONU y otros organismos consiguen hacer llegar algo de ayuda alimentaria a los habitantes del enorme campamento que ha surgido en las dunas y en la llanura de matorrales del interior, pero escasea el material necesario para construir refugios. Algunas áreas son tierras de cultivo y siguen valladas, lo que aumenta el hacinamiento; además, la ONU y las ONG internacionales ocupan la mayoría de las casas de huéspedes junto a la playa.
“En realidad, la ayuda no está bien coordinada”, afirma un alto cargo de una organización de ayuda humanitaria. “Las condiciones sanitarias son terribles. La comunidad organiza la recogida de basura, pero hay muy pocos retretes: la gente se tira a la arena o al mar. El agua tiene que llegar en camiones, es decir, hay pocos pozos cerca y no hay tuberías. Los camiones cisterna llegan a Rafah una vez al día y un montón de niños corren tras ellos con bidones”.
También explica que Al Mawasi está ahora “un poco menos abarrotada que hace unas semanas”, pero las organizaciones humanitarias se están preparando para la llegada de más personas, si Israel cumple con su promesa de lanzar un ataque terrestre contra Rafah.
Elegir entre Rafah y Al Mawasi
Hatem al Maghari, alcalde de Al Mawasi, una localidad que antes de la guerra sólo tenía varios miles de habitantes, afirma que los trabajadores municipales se han visto completamente desbordados. “El esfuerzo realizado por los equipos municipales es indescriptible, intentan garantizar el acceso al agua y abordar la considerable acumulación de basura. La mayoría de mis colegas llevan seis meses sin cobrar y, por supuesto, el municipio lleva medio año sin financiación”, indica.
“Como alcalde, mi principal reto es la falta de logística, la escasez de equipos esenciales, la destrucción generalizada y que no podemos importar maquinaria pesada o necesaria a través de los cruces [fronterizos] debido a las restricciones [israelíes]”.
Sin embargo, gente desesperada como Salman sigue llegando a la localidad. Y es que Al Mawasi tiene varias ventajas: su suelo fino hace imposible excavar los túneles que Hamás ha construido en el subsuelo de Gaza y no hay edificios altos. Ambos factores hacen que la zona sea más segura, según aquellos que han llegado hasta allí. Una última ventaja es que no es Rafah, donde muchos están “ aterrorizados” ante la posibilidad de un asalto israelí.
“Todos estamos muy preocupados por un ataque... pero no sabemos qué hacer. Algunas personas han ido al norte, a Deir al Balah, pero han tenido que volver porque allí había muchos enfrentamientos”, cuenta un profesor de 47 años, que prefiere mantener el anonimato. “Estamos a la espera de que los israelíes nos digan que nos vayamos, sentados esperando nuestro destino. Hacemos todo lo posible por seguir las instrucciones, pero las personas que murieron también las siguieron”.
Un ataque israelí a última hora del lunes contra un edificio residencial de Rafah, en el que se refugiaban tres familias desplazadas, acabó con la vida de al menos 16 personas, entre ellas nueve niños y cuatro mujeres, según los registros hospitalarios y los familiares de los fallecidos.
Salman, que llegó al sur después de que su hijo mayor fuera apuñalado cuando le robaban un saco de harina en el norte de Gaza, tiene pocas esperanzas para las próximas semanas, meses o años. “No puedo ver ningún futuro para nosotros... Ni siquiera puedo ver si todavía puede haber un futuro para nosotros”.
Traducido por Emma Reverter