“El Gobierno tiene sangre en las manos”: la familia de una estadounidense asesinada por Israel exige justicia
El asesinato de Ayşenur Ezgi Eygi es tan reciente que su familia todavía habla en presente cuando se refiere a ella. Su marido, Hamid Ali, sonríe cuando habla de su tercer aniversario de boda, hace solo unos meses. Para celebrarlo, la joven pareja dio un paseo en barco por Seattle y comió comida vietnamita. Özden Bennett, la hermana de Eygi, habla de su hermana pequeña con lágrimas en los ojos.
“Da la sensación de que cualquier día se va a subir a un avión y va a volver para contarnos sus viajes y lo que ha aprendido”, dice a The Guardian.
El dolor se hace más intenso cuando piensan que el asesinato de Egyi puede quedar impune. “Creo que lo más duro para mí ha sido llorar la muerte de mi hermana y, al mismo tiempo, presionar para que se haga justicia. Esto es algo que el Gobierno estadounidense, la Administración de Joe Biden, debería estar haciendo proactivamente”. “No se lo deseo a ninguna familia”, añade.
El 6 de septiembre, mientras participaba en una protesta contra la expansión de los asentamientos en la localidad cisjordana de Beita, un francotirador israelí le disparó en la cabeza. Las Fuerzas de Defensa de Israel declararon que era “muy probable que hubiera sido alcanzada de forma indirecta y no intencionada por disparos de los soldados que no iban dirigidos contra ella”, pero su familia ha pedido que se lleve a cabo una investigación independiente sobre su muerte y que el Gobierno estadounidense les apoye en este esfuerzo. Pero mientras la familia espera una reunión con el secretario de Estado Antony Blinken, se desesperan ante la reacción de la Casa Blanca.
En un primer momento, en declaraciones a los medios de comunicación, Joe Biden afirmó que “aparentemente fue un accidente... [la bala] rebotó en el suelo y [Ayşenur Ezgi Eygi] fue alcanzada por accidente”. Más tarde pidió responsabilidades, calificando el tiroteo de “inaceptable”.
La familia de la joven teme que, sin una investigación criminal del FBI, el soldado que apretó el gatillo pueda permanecer en el anonimato, que su oficial al mando no se enfrente al escrutinio público y que el aliado más cercano de Estados Unidos no rinda cuentas ante la justicia por lo sucedido.
Ali cuenta que la joven de 26 años fue a Cisjordania porque “la justicia en todos los aspectos de la vida era fundamental para lo que ella era y para lo que hacía”. Bennett describe a su hermana como alguien que siempre tenía el impulso de actuar ante el sufrimiento ajeno, y que se sintió obligada a viajar a Cisjordania para continuar con el activismo, que había sido una piedra angular en su vida.
La última vez que Ali habló con su esposa, ya era de noche en Seattle, pero era por la mañana en Nablús y ella se preparaba para su primera protesta desde que se unió al Movimiento de Solidaridad Internacional, un grupo que se creó para tener observadores en las manifestaciones en Cisjordania.
Eygi le explicó que había investigado el lugar y que era consciente de los riesgos específicos que entrañaban las protestas en la ciudad de Beita. “Fue muy clara: voy a quedarme atrás. Es mi primera manifestación”, recordó.
Un mes después de la muerte de la joven activista Biden aún no había llamado a la familia para darles sus condolencias. “Biden siempre ha querido dar la imagen de presidente profundamente empático, incluso en el contexto de las elecciones, en contraste con otros candidatos”, afirma Ali: “Creo que una llamada telefónica de cinco minutos era lo mínimo en estas circunstancias y no es mucho pedir”.
Bennett puntualiza que la familia ha hablado con el Departamento de Estado y está previsto que se reúna con Blinken. Sus interlocutores en la Casa Blanca han sugerido que la llamada de Biden sea después de este encuentro. “Si el presidente quisiera coger el teléfono y llamarnos, sin duda podría hacerlo”. Indica. “[Pero] habida cuenta de los comentarios que hizo antes de su declaración oficial, el hecho de que no llame nos hace pensar que hablar con nuestra familia no es una de sus prioridades”.
Ali afirma que tiene la sensación de que la renuencia de Biden envía un mensaje: “Valora las vidas estadounidenses de manera diferente cuando se trata de crímenes cometidos por el ejército israelí”.
La Casa Blanca tampoco ha dado aún ninguna respuesta oficial a la petición de una creciente coalición de legisladores estadounidenses sobre el asesinato de Eygi. El mes pasado, más de 100 miembros del Congreso escribieron al Gobierno exigiendo que Estados Unidos llevara a cabo una investigación independiente e hicieron propuestas concretas sobre las medidas que Washington podría llevar a cabo en caso de que el Ejecutivo israelí se negara a cooperar.
Tras el asesinato de Eygi, la vicepresidenta y candidata presidencial demócrata Kamala Harris declaró que “debe haber una rendición de cuentas plena”, pero afirmó que el Gobierno de Estados Unidos presionaría a Israel para que diera respuestas.
“El hecho de que el Gobierno estadounidense, incluida la vicepresidenta, esté de acuerdo con que Israel lleve a cabo su propia investigación sobre el asesinato de una ciudadana estadounidense me hace explotar la cabeza”, afirma Ali.
Bennett también menciona el asesinato a tiros de la veterana periodista de Al Jazeera y ciudadana estadounidense Shireen Abu Akleh durante una incursión militar israelí en un campo de refugiados de Yenín, y a lo que califica de falta de acción por parte de la administración Biden en respuesta. El próximo mes se cumplirán dos años de la investigación del FBI sobre el asesinato de Abu Akleh entre llamamientos a la transparencia sobre sus avances o conclusiones.
“Si se hubieran tomado auténticas medidas de rendición de cuentas por el asesinato de Shireen, es posible, quizá incluso probable, que Ayşenur no hubiera muerto de la forma en que lo hizo”, lamenta Bennett. “Del mismo modo, si ahora se toman medidas, se exigen responsabilidades y se busca justicia de verdad por lo que le ocurrió a mi hermana, tal vez podamos evitar que otra familia pase por lo que estamos pasando nosotros”. En su opinión, si el gobierno de Estados Unidos fracasa en esta última prueba, es “inevitable” otra muerte como la de Eygi.
“El gobierno de Joe Biden o de quienquiera que venga después tendrá las manos manchadas de sangre si no son capaces de defender nuestra propia legislación cuando ciudadanos estadounidenses son asesinados en el extranjero”, concluye la hermana de la activista.
Traducción de Emma Reverter
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