Un hombre con barba canosa, una holgada camiseta blanca y sandalias camina por el corredor del módulo penitenciario, y aparece y desaparece de nuestro campo de visión con la frecuencia de un cometa. Lee un libro, está muy delgado e ignora las miradas de los visitantes que lo observan a través de un espejo unidireccional y de una reja como si se tratara de un animal en un zoológico.
El piloto de la avioneta que lleva a los medios de comunicación hasta la base militar estadounidense situada en el sureste de Cuba nos anuncia que hemos llegado. “Bienvenidos a la bahía de Guantánamo”, dice.
El Pentágono controla hasta el último detalle de las visitas de los periodistas –que en nuestro caso duró dos días– con el propósito de mostrar que los 91 hombres que todavía están presos en el penal reciben un trato “humano, legal y transparente” y terminar con la mala reputación de la cárcel, vista como una gran herida de la consciencia mundial, como la versión estadounidense de la cárcel sudafricana de Robben Island.
Nuestro viaje se produce en un momento en que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, hace balance de su mandato, y también de su gestión de Guantánamo. En su segundo día de mandato, Obama firmó un decreto para cerrar la cárcel de Guantánamo en el plazo de un año. No ha cumplido esta promesa. Ahora, en el octavo y último año de su presidencia, Obama, que ha tenido que sortear incontables obstáculos del Congreso, parece estar preparado para impulsar un nuevo plan que permita cerrar la prisión. Para un presidente al que le importa su legado y que ha invitado a historiadores a cenar a la Casa Blanca, el momento es ahora o nunca. Y más si tenemos en cuenta que Donald Trump y otros candidatos del Partido Republicano han hecho la promesa electoral de mantener la cárcel abierta.
Mantener el penal abierto representa un coste anual de 400 millones de dólares. Y Guantánamo, con sus alambradas, vallas y torres de vigilancia es una contradicción en sí mismo. La cárcel llegó a albergar a 697 prisioneros en mayo de 2003. Y la cifra de presos cuando Obama llegó a la Casa Blanca era de 242, más del doble que la actual.
Algunos funcionarios hablan de un “cierre gradual”, con la transferencia de presos a países que aceptan acogerlos, y aseguran estar preparados para cuando llegue la orden de cierre. “Tengo el convencimiento de que vamos a cerrar la cárcel”, dice uno. Sin embargo, no se ha reducido la cifra de guardas, que asciende a 1.200. Y unos 400 trabajadores subcontratados siguen inmersos en las labores de mantenimiento, como arreglar los viejos aires acondicionados, los candados obsoletos y las goteras. “Ni en el infierno encontrarás el menor resquicio de esperanza posible de cerrar la prisión; es políticamente imposible”, sostiene un periodista que ha cubierto información sobre la cárcel desde sus inicios.
Fantasmas tras las rejas
Pocas visiones de la guerra contra el terrorismo que se libra en el siglo XXI resultan más chocantes que estas siluetas fantasmagóricas que ven los periodistas desde detrás de una ventanilla.
Durante mi estancia solo pude ver a prisioneros de aspecto sudasiático, con barba y vestidos con camisetas y pantalones holgados de color blanco o marrón. Uno se seca la cara con papel higiénico, otro da pasos hacia delante y hacia atrás, y otro se reía junto a otro preso. Dos reos de edad avanzada bajan por una escalera de metal. Otro juega con un mando de televisión –pueden ver hasta 300 canales distintos y también pueden seguir las noticias en directo–, y habla con un guarda uniformado.
En el Campamento 6 cada bloque de celdas triangular tiene tres mesas de acero; cada una con seis taburetes de acero atornillados al suelo de cemento. Hay 22 celdas repartidas entre dos plantas, y todas están pintadas de amarillo y tienen una cama con colchón de espuma, ropa, un espejo, una letrina, una mesa, pasta de dientes Sensodyne, un cepillo de dientes Oral B, jabón de la marca Freshscent, shampú Head&Shoulders, un desodorante de “máxima seguridad”, papel higiénico, un botellín de agua, tapones para los oídos, folios, unos auriculares, una alfombrilla para la oración y el Corán.
En el lugar reina el silencio, incluso la calma; un ambiente radicalmente distinto a los relatos sobre los islamistas más peligrosos del mundo o sobre actos de tortura cometidos en el pasado, como el ahogamiento simulado.
Estados Unidos afirma que entre los detenidos hay terroristas, fabricantes de bombas y guardaespaldas de Osama bin Laden, capturados en el campo de batalla de Afganistán y de Iraq, y que “dos o tres” ahora son “muy obedientes”. Algunos, los oficiales se niegan a concretar la cifra, todavía atacan a los guardas con unas bolas hechas con excremento, orina, vómito o sangre o se declaran en una huelga de hambre y tienen que ser alimentados forzosamente. Pocos son castigados por su falta de obediencia; les obligan a llevar el mono de color naranja.
Todos los prisioneros son musulmanes
Los prisioneros pueden orar durante 20 minutos, cinco veces al día, y una flecha pintada en el suelo indica la dirección de la Meca. También pueden tomar clases de dibujo, informática y capacidades básicas para la vida. Tienen libre acceso a un patio al aire libre 22 horas al día.
La cárcel dispone de una clínica en la que trabajan unas 100 personas y una biblioteca con más de 34.000 libros, revistas, DVD y videojuegos en 15 idiomas. Los vídeos con las películas de Harry Potter, documentales de National Geographic y partidos de fútbol de la FIFA son muy populares. También están disponibles las novelas de Jane Austen, las hermanas Bronte, Conan Doyle, Dickens, Dumas, Hemingway, Shakespeare, la Guía del autoestopista galáctico de Douglas Adams y La Rebelión del Atlas, de Ayn Rand.
La sección de no ficción tiene biografías y ensayos, entre los que se encuentra el libro de Obama La audacia de la esperanza. Alguien ha tachado su cara en la portada de uno de los ejemplares. Un carrito de la biblioteca que recorre los pasillos de la cárcel revela los libros y videos que los prisioneros han solicitado en los últimos días. Marvel Los Vengadores, Hulk, El señor de los anillos, Master and Commander, al otro lado del mundo, Noche en el museo, Orgullo y prejuicio, Tom y Jerry, y Lejos de Ella, donde Julie Christie interpreta a una mujer con Alzheimer. Cada uno de los títulos ha sido revisado para descartar posibles escenas de desnudos, de violencia extrema o de yihadismo. Marvel. Los vengadores fue declarada apta mientras que Marte, protagonizada por Matt Damon, fue declarada no apta debido a sus escenas de desnudo.
El reo que prefirió quedarse
La mayoría de soldados que están destinados en Guantánamo creen que la percepción que se tiene de la cárcel corresponde a los primeros años del penal y que está distorsionada. El coronel David Heath, comandante de la fuerza de los guardas, donde sirven muchos veteranos de las guerras de Afganistán e Iraq, explica a los periodistas que tiene una carta de agradecimiento de un prisionero colgada en la pared de su barracón. “Lo creas o no, tratamos a los detenidos con dignidad y respeto, incluso cuando no lo merecen, incluso cuando nos atacan con heces y orina, nos escupen o nos arañan”, explicó. “Desde que llegué, hemos sido atacados en más de 300 ocasiones y ni una sola vez un guarda ha respondido física o verbalmente a estos ataques, y me siento muy orgulloso de ello.
Hace poco, un reo prefirió quedarse en Guantánamo que ser liberado. Al hombre se le había asignado a un país de acogida sin determinar y cuando ya estaba embarcando en el avión, maniatado y encadenado, decidió dar media vuelta y quedarse. Heath indicó que al preso el destino le provocaba ansiedad “porque allí no tenía familia. Así que lo volvimos a llevar hasta el avión pero se negó a embarcar y se quedó”. “Dejó claro que no se quería ir y que quería regresar a su celda, así que eso fue lo que hicimos”, explica: “No estaba enfadado y tampoco fingía, nunca me había pasado algo así, ya que el resto de prisioneros que hemos transferido a un tercer país se ha subido al avión por voluntad propia, algunos incluso contentos, otros no, pero nunca había visto a un prisionero negarse a marcharse de aquí”.
Como ocurre con el prisionero que paseaba con toda su calma y dignidad por el pasillo del módulo penitenciario, apareciendo y desapareciendo de nuestro campo de visión, en Guantánamo también está lo que se ve y lo que no se ve. Los “detenidos” son prisioneros de guerra en un conflicto que parece ser interminable, y han quedado atrapados en un limbo legal que les niega el derecho a un juicio. Sus familiares no pueden desplazarse hasta la isla para verlos y solo están permitidas las cartas y una llamada mensual telefónica o por Skype.
“Estás asistiendo a un espectáculo, te muestran la parte más amable de la cárcel, como las celdas que han preparado”, advierte el comandante de la Armada Walter Ruiz, que es abogado militar. Y añade que las condiciones en el penal vulneran la normativa internacional para los prisioneros de guerra: “Si son criminales de guerra, como afirma el gobierno, entonces son aplicables los principios establecidos por las convenciones de Ginebra, entre las que se incluyen una atención médica adecuada, visitas de los familiares y el respeto a sus creencias religiosas. Hace mucho tiempo que libramos una lucha legal para que respeten estos principios, lo están incumpliendo y lo saben.
El infranqueable 'Campamento 7'
Los 15 detenidos “de gran importancia” y que supuestamente representan un mayor riesgo para Estados Unidos, incluido Khalid Sheik Mohammed, el presunto artífice de los atentados del 11S, permanecen aislados en el Campamento 7, cuyo paradero está oficialmente clasificado como secreto. Incluso los oficiales del Ejército y de la Armada que acompañan a los periodistas durante su estancia afirman no saber dónde se encuentra este campamento o cómo funciona.
Ruiz, a quien se le asignó el caso de Mustafa al-Hawsawi, un hombre de Arabia Saudí, consiguió una orden judicial para tener acceso durante 12 horas al Campamento 7, aunque todavía no ha podido visitarlo. También ha solicitado que el informe completo sobre torturas que está en manos del Senado de Estados Unidos y que tiene miles de páginas esté a disposición del público. En la actualidad solo se puede acceder a una versión reducida.
Ruiz admite que no tiene ninguna prueba que demuestre que en la actualidad se está torturando en Guantánamo pero añade: “Sí creo que no se ha hecho nada para cerrar las cicatrices de torturas pasadas. Por ejemplo, el informe sobre torturas indicaba que a Al-Hawsawi le habían introducido un objeto de gran tamaño por vía rectal. Sufre una enfermedad en el recto como consecuencia de las rasgaduras causadas durante todos esos años en la cárcel”.
“No ha recibido la atención médica adecuada para todas estas graves afecciones así que, de alguna manera, no se han reparado los daños causados por la tortura y podríamos afirmar que la situación actual es una prolongación de la tortura”. El abogado es contundente: “Si hablamos de dolores diarios, mi cliente todos los días tiene que elegir entre comer o defecar porque el dolor que siente cuando defeca es muy intenso. ¿Eso es tortura? Yo creo que sí”.
Símbolo del imperialismo
Para muchos, el simple nombre de la Bahía de Guantánamo evoca los peores episodios de imperialismo de Estados Unidos. Y, sin embargo, los orígenes de la base naval son anteriores al tristemente célebre Campamento Rayos X, unas celdas de alambre al aire libre de unos cinco metros cuadrados y parecidas a una perrera que se utilizaron después del 11S. Las imágenes de una veintena de hombres con un mono de color naranja, de rodillas y con los ojos vendados han quedado para siempre en el imaginario colectivo.
Los soldados estadounidenses se instalaron en la bahía en 1898, tras derrotar a España y ayudar a Cuba a recuperar su independencia. Por medio de un acuerdo bilateral firmado en 1903, Estados Unidos se hizo con la ¨plena jurisdicción y control¨ sobre la bahía. Washington paga un alquiler de 4.085 dólares anuales que el presidente Fidel Castro, que describe la base militar como “una daga clavada en el corazón de Cuba”, se ha negado a cobrar desde 1960. En la década de los noventa del siglo pasado, miles de refugiados haitianos y cubanos lograron entrar en la base y solicitar asilo y permanecieron durante meses en un improvisado campamento formado por vallas de alambre, un presagio de lo que más tarde sería el Campamento Rayos X.
Incluso si no tuviera una cárcel de máxima seguridad, Guantánamo sería un lugar profundamente desconcertante. Al igual que las bases militares estadounidenses en Afganistán e Iraq, es un sucedáneo, una versión de cartón piedra de Estados Unidos, con un McDonalds's y un Subway, autobuses escolares de color amarillo para los hijos de los trabajadores de la base naval y casas suburbanas. Todas las mañanas, a las ocho, el himno de Estados Unidos resuena por los altavoces y todos saludan a la bandera con disciplina férrea. En la base también encontramos unas instalaciones médicas (con solo un dentista), parques infantiles, una oficina de correos, escuelas, supermercados, un puerto, una tienda con recuerdos turísticos en el aeropuerto y una emisora de radio con una colección envidiable de discos de vinilo.
En el cine al aire libre se proyectaron las seis primeras películas de la saga de la Guerra de las Galaxias antes del estreno de El despertar de la fuerza, pero el público fue atacado por una legión de mosquitos. El Iggy Café exhibe unas camisetas firmadas por los jugadores Pelé, Wayne Gretsky y Michael Jordan y el bar O'Kelley's sirve cervezas Guinness, el típico shepherd's pie (un plato tradicional del Reino Unido que tiene capas de carne picada y de puré de patata) y camisetas con este lema. “El único pub irlandés en territorio comunista”.
En Guantánamo se puede jugar a béisbol (equipo Gtmo), a baloncesto, también tiene una bolera y un club de buceo y un campo de golf con pequeños greens porque la base es energéticamente autosuficiente. Guantánamo es un parque eólico con turbinas que giran serenamente en las colinas verdes. Durante la estancia, uno puede pasar por alto la gran variedad de fauna, con iguanas y hutías que tienen el tamaño de un gato y el litoral rocoso que se deja acariciar por el mar Caribe.
Todavía viven en la bahía un grupo de cubanos, trabajadores jubilados de la base, que prefirieron quedarse a este lado de la valla cuando se rompieron las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba en 1961. La mayoría de los 2.980 civiles que en la actualidad viven y trabajan en la base tienen una procedencia muy distinta. “Sin los jamaicanos y sin los filipinos, la base no funcionaría”, afirma un soldado.
Aunque la cárcel trajo la deshonra a Guantánamo, la vida en la base continuará si se cierra. Obama ha conseguido reducir el nombre de prisioneros y el mes pasado unos 100 yemeníes fueron transferidos a Omán, tras permanecer una década en la cárcel sin que se presentaran cargos en su contra. “Seguiré trabajando para cerrar la cárcel de Guantánamo, aseguró el mes pasado durante su discurso sobre el Estado de la Unión. ”El mantenimiento de las instalaciones penitenciarias es costoso, es innecesario y facilita la labor de reclutamiento de nuestros enemigos. Podemos hacerlo mejor“, sostuvo.
Los prisioneros siguieron el discurso de Obama desde sus celdas. “Escucharon el último discurso sobre el Estado de la Unión, un canal de televisión tenía un interprete simultáneo”, explica Zach, que no quiso dar su apellido, es un asesor cultural jordano (un trabajador penitenciario que intenta resolver los conflictos causados por diferencias culturales) que ha trabajado en la cárcel en los últimos diez años. “Al día siguiente preguntaron a los guardas: Entonces ¿Cuándo nos vamos? ¿A qué hora? Ahora mismo solo piensan en esto. Ven la luz al final del túnel y quieren salir de aquí”.
Sin embargo, este también es el año de las elecciones presidenciales y candidatos republicanos como Donald Trump, Ted Cruz y Marco Rubio se han manifestado a favor de que la cárcel siga abierta.
La perspectiva de una puesta en libertad masiva de prisioneros ha levantado las críticas de los que se oponen al cierre, que señalan que el 18% de los reos que han sido libertados han vuelto al campo de batalla. Lo cierto es que esta tasa era mucho más elevada durante la presidencia de George W. Bush; de los 532 prisioneros que fueron liberados, 110 retomaron la actividad terrorista, según el director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos. Según cifras actualizadas en enero de 2015, de los 115 prisioneros liberados durante el mandato de Obama, solo seis han retomado la actividad terrorista.
Se ha iniciado el proceso de traslado de otros 34 prisioneros. Al mismo tiempo, la Casa Blanca se ha mostrado partidaria de que el resto de detenidos sean trasferidos a cárceles de máxima seguridad de Estados Unidos. Si el Congreso bloquea este plan, que es lo más probable, Obama podría poner a prueba la legalidad de una orden ejecutiva. El tiempo no juega a su favor, ya que la historia y un proceso judicial largo podrían juzgarlo mal.
Walter Ruiz tiene una opinión sobre la gestión de Obama: “Parece que durante un tiempo perdió fuerza. Perdió al enviado especial que tenía la misión de cerrar Guantánamo y tardó mucho en nombrar a un sustituto. Parecía que Guantánamo ya no estaba en la agenda. ¿Podría haber hecho mucho más? Sí, podría”.
Traducción de Emma Reverter