Los militantes de Hamás han vuelto al norte de Gaza, donde están movilizándose contra las fuerzas israelíes y reconstruyendo un sistema de gobierno, de acuerdo con el testimonio de residentes, funcionarios humanitarios, analistas y autoridades de Israel. Aunque en las regiones centrales de la Franja el gobierno del territorio se está resquebrajando, en el sur los funcionarios y policías de Hamás mantienen un control férreo de la zona, donde se concentra una gran parte de los 2,3 millones de gazatíes.
El resurgimiento aparente de Hamás en áreas que las tropas israelíes habían tomado y limpiado durante su ofensiva en los pasados meses deja al descubierto las dificultades a las que hace frente el primer ministro, Benjamín Netanyahu, para cumplir con su promesa de “aplastar” al grupo militante.
“Por desgracia, estamos oyendo hablar cada vez más sobre el regreso de la insurgencia tanto en el centro como en el norte de Gaza”, dice Eyal Hulata, que hasta enero de 2023 fue el jefe del Consejo de Seguridad Nacional de Israel. “Cada vez oímos más versiones de que Hamás está haciendo labores de policía y controlando el comercio en el norte de Gaza, y eso es un desenlace muy malo”.
Según Michael Milstein, del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Tel Aviv, Hamás ha recuperado el control en áreas de Gaza que habían sido tomadas por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) durante sangrientos combates el pasado octubre y noviembre. Esas áreas incluyen gran parte de la zona norte ahora en ruinas, como el campamento de refugiados de Shati y el de Yabalia, así como el barrio de Shejaiya, en la Ciudad de Gaza.
“No hay caos ni vacío de poder”
“Hamás controla estas zonas; no hay caos ni vacío de poder porque son los trabajadores municipales de Gaza o las fuerzas civiles de defensa y rescate, que de hecho forman parte de Hamás, los que están haciendo que se respete el orden público. Hamás sigue existiendo, Hamás ha sobrevivido”, afirma Milstein.
“La versión de las FDI es que en la parte norte de Gaza la estructura militar básica de Hamás se ha quebrado”, recuerda Milstein, pero agrega que esa afirmación “sólo sería válida para un ejército convencional, no para una guerrilla flexible como Hamás; ya estamos viendo a individuos actuando como francotiradores, colocando trampas explosivas, etc...”.
Además del brazo armado y de su movimiento político, Hamás cuenta con una amplia red de asociaciones civiles y organizaciones benéficas. El movimiento militante ganó en 2006 las elecciones parlamentarias palestinas y, tras una lucha de poder, se hizo en 2007 con el control militar total de Gaza. Desde entonces, Hamás es la autoridad que gobierna el territorio, recaudando impuestos y administrando los servicios públicos. Antes de la guerra, muchos funcionarios del Gobierno local, a todos los niveles, eran miembros o simpatizantes de Hamás.
“No se sabe si volvieron o si es que nunca se fueron, pero en cualquier caso ahora están ahí”, declara un oficial de las FDI que hace poco luchó junto a su unidad contra los hombres de Hamás en el campamento de Shati, donde en noviembre hubo combates encarnizados.
De acuerdo con funcionarios de organizaciones humanitarias internacionales en el sur de Gaza –donde se está librando ahora la principal batalla y hay más de un millón de palestinos desplazados desde otras partes de la Franja–, ahora hay menos presencia de Hamás en las calles debido a los bombardeos israelíes. Un alto cargo de esas organizaciones explica a The Guardian que “los tecnócratas siguen por ahí pero a los de [las brigadas de] Al Qassam, ya no se los ve”, en referencia a los miembros del brazo armado de Hamás. “Todavía se ve a la Policía de Hamás en distintas zonas y, en algunas, imponen la ley y el orden hasta cierto punto, incluido en el norte”.
Las organizaciones de ayuda que intentan distribuir alimentos, combustible y otros suministros básicos a los desplazados en el sur de Gaza siguen tratando con funcionarios que han sido nombrados por Hamás. Aunque el control que el grupo ejerce parece más débil que antes de la guerra, los agentes de Hamás siguen escoltando a los convoyes de ayuda. Según William Schomburg, jefe del Comité Internacional de la Cruz Roja en Gaza, “hay un derrumbe generalizado de la ley y el orden, y la delincuencia en general está aumentando, algo que es muy preocupante porque las necesidades de la población civil son cada vez más desesperadas”.
Inseguridad en el centro de la Franja
Funcionarios humanitarios también han denunciado saqueos y ataques a camiones de ayuda, principalmente en la zona central de la Franja, donde ni Hamás ni las fuerzas israelíes ejercen control. Uno de ellos declara que “muchas caravanas de ayuda tienen una escolta armada. No está claro si forman parte de la Policía de Hamás, que sigue presente y visible, o si son empresas privadas de seguridad; la línea que separa a unos y otros es muy delgada”.
Según un alto funcionario de la ONU, la localidad de Rafah, en el sur, es “el último lugar donde aun hay un orden civil” debido a la presencia de la Policía local de Hamás en esta ciudad fronteriza con Egipto.
Varios ataques contra los convoyes humanitarios se han atribuido a familias poderosas y bien armadas del centro de Gaza. Tras años de opresión por parte de Hamás, estos antiguos centros de poder parecen estar recuperando capacidad y confianza.
Según las autoridades israelíes, las FDI han matado a unos 9.000 combatientes del total de 30.000 que se calcula que Hamás podía movilizar antes de la guerra, que se desencadenó después de que cientos de milicianos islamistas atacaran el sur de Israel el 7 de octubre –dejando unas 1.200 personas muertas y secuestrando a otras 240.
De esos 9.000 combatientes muertos, unos 1.000 formaban parte de las brigadas de élite Nukhba y, según los servicios de Inteligencia de Israel, entre 3.000 y 4.000 miembros de esas brigadas siguen activos ahora. Por su parte, el Ministerio de Sanidad controlado por Hamás cifra en más de 26.700 los palestinos fallecidos desde octubre en Gaza, la mayoría mujeres y niños; además, estima que miles de cadáveres se encuentran debajo de los escombros en las zonas más golpeadas por los bombardeos.
“Mi sensación es que, en una parte muy significativa, la fuerza de combate de Hamás ha muerto, incluidos sus dirigentes”, afirma Matt Levitt, experto en Hamás del centro de estudios Washington Institute. En su opinión, el grupo ha sido gravemente debilitado como fuerza de combate. “Aunque hayan regresando al norte, están luchando como células terroristas, en el mejor de los casos como células insurgentes, y no como compañías o batallones”, detalla.
Divisiones internas
Según fuentes cercanas a Hamás bien informadas, dentro de la organización hay profundas divisiones, después de cuatro meses de conflicto. Además de la división entre los que viven en la Franja y los que están en el exterior, hay unas rivalidades feroces entre los dirigentes exiliados. Según H.A. Hellyer, investigador del Royal United Services Institute de Londres, esta división por facciones era inevitable: “Los dirigentes políticos de fuera van a estar cada vez más distanciados”. “Su relevancia va a ser cuestionada en algún momento (...) Históricamente, las divisiones son muy comunes cuando los grupos se encuentran en situaciones como esta”.
Esas divisiones podrían obstaculizar las conversaciones para un nuevo alto el fuego, que han cogido impulso con el viaje a Qatar de David Barnea, director del Mossad (el servicio de Inteligencia exterior de Israel) para negociar. Entre oficiales del Ejército, analistas y algunos políticos de Israel existe la creencia de que la ofensiva israelí en Gaza podría prolongarse con su intensidad actual durante meses. Las hostilidades de más baja intensidad podrían continuar durante años, vaticinan.
Según Hellyer, Gaza podría convertirse en una “tierra de nadie”, desesperada y anárquica, similar a otros Estados fallidos sin ley como Somalia. No hay pruebas de que Hamás esté reclutando a nuevos miembros en Gaza, pero eso es algo que se volverá más probable si se prolonga el conflicto. Según el doctor Mkhaimar Abusada, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Al Azhar de Gaza, “mientras dure la guerra, habrá reclutamiento por la sencilla razón de que el derramamiento de sangre que ha tenido lugar, las matanzas, la destrucción, el hambre, solo están provocando más odio y voluntad de luchar en una parte de la población”.
Hamás también conserva una evidente capacidad de propaganda, a juzgar por su habilidad para editar y producir vídeos en la Franja. Lo demostró este mes con la respuesta que dio a la iniciativa israelí de arrojar panfletos sobre Rafah con fotos de decenas de rehenes y la oferta de recompensas a cambio de información sobre su paradero. Solo habían pasado horas cuando Al Majd Al Amni, un medio de comunicación vinculado a la Policía interna de Hamás, advertía a los palestinos de que no aceptaran la oferta.
Según Milstein, en Gaza cualquier joven de 16 ó 17 años puede recibir un kalasnikov o un lanzagranadas, el arma que la semana pasada provocó la muerte de 21 israelíes en el incidente más mortal para las tropas desplegadas en Gaza. “No podemos decir si esto ya está ocurriendo pero va a pasar”, pronostica Milstein. “Si ocurre, esto puede parecerse al Irak de después de 2003”, tras la invasión estadounidense y el derrocamiento del dictador Saddam Hussein.