A primera vista, nada parece inusual en esta unidad de cuidados intensivos para niños. Nueve camas están ocupadas por nueve pequeños bebés recién nacidos, todos con tubos pegados a sus diminutos y enjutos cuerpos. Los monitores emiten regularmente sonidos electrónicos. Las enfermeras controlan a los bebés, uno por uno. Un pediatra con aspecto cansado rellena formularios.
Sin embargo, aquí falta algo: los padres.
Algunos se han ido a casa a descansar, otros beben café ansiosamente en la cafetería del hospital. Pero las madres de dos bebés ingresados en este hospital palestino en Jerusalén están a una hora y media de viaje, en Gaza, y no pueden salir de allí por el bloqueo israelí. Ambos niños morirán más tarde, uno de ellos sin volver a ver a su madre.
Estos bebés palestinos gravemente enfermos son llevados de la empobrecida y golpeada Gaza al hospital Makassed en Jerusalén, donde sufren y mueren solos.
Israel permite a los habitantes de Gaza salir por razones médicas en algunos casos, pero no en todos. Al mismo tiempo, los permisos que solicitan los padres para ir a ver a sus hijos en el hospital a menudo se retrasan demasiado. Algunas familias ni siquiera solicitan los permisos, ya que temen que las agotadoras revisiones de seguridad a los adultos retrasen el permiso de salida del bebé y pierdan tiempo de vital importancia.
Desde el comienzo del año pasado, 56 bebés de Gaza han sido separados de sus madres y padres. Seis de ellos murieron sin ningún familiar presente, según el hospital.
En un caso, a una madre de 24 años de Gaza le permitieron viajar a Jerusalén a dar a luz a trillizos gravemente enfermos, dos meses antes de la fecha de parto. Dos de ellos pesaron menos que un paquete de azúcar.
Pero el permiso de salida de Hiba Swailam caducó y ella tuvo que regresar a Gaza. No pudo estar en el hospital cuando su primer hijo murió, nueve días después de su nacimiento. Tampoco pudo estar allí dos semanas después, cuando murió el segundo bebé. Se lo comunicaron por teléfono.
La bebé que sobrevivió, Shahad, pasó sus primeros meses al cuidado de enfermeras, y Hiba sólo podía verla a través de videollamadas. Aunque en febrero la niña ya podía recibir el alta, ningún familiar podía ir a recogerla.
Luego de que se les pidiera una explicación a las autoridades israelíes, se le permitió a Swailam salir de Gaza. Pudo viajar a Jerusalén el mismo día que Israel respondió el pedido de comentarios de the Guardian, el 29 de mayo.
Médicos de Derechos Humanos-Israel, una organización médica israelí de caridad, afirmó que el año pasado se otorgaron más de 7.000 permisos de salida de Gaza para menores de edad. Pero se otorgaron menos de 2.000 permisos para madres o padres, lo cual sugiere que la mayoría de los niños viajaron solos. Mor Efrat, director del grupo para los territorios palestinos ocupados, aseguró que “el gobierno israelí debe rendir cuentas por este sufrimiento que está causando”.
El separar a niños gravemente enfermos de sus padres puede tener efectos devastadores. Los médicos creen que uno de los trillizos que murió mientras su madre estaba en Gaza se enfermó de algo cuyo mejor preventivo es la lactancia materna. “No quiero afirmar que si su madre hubiera estado aquí no se habría enfermado, pero las posibilidades habrían sido menores”, señaló Hatem Khammash, director del servicio de neonatología.
Ibtisam Risiq, enfermera a cargo de la unidad pediátrica de cuidados intensivos, ha observado el efecto psicológico en bebés recién nacidos que quedan ingresados sin sus padres cerca. “Necesitan amor. Les sube la frecuencia cardíaca. Están deprimidos”, afirmó.
Sentada en su escritorio, con pilas de papeles por todos lados, Risiq observa a las enfermeras correr para mantener a los bebés con vida. Las regaña por dejar tirados en el suelo envoltorios de material médico. Detrás suyo, una gran pantalla de ordenador muestra la frecuencia cardíaca de cada uno de los pacientes. Mientras ella habla, una salta a 200 latidos por minuto.“Debería estar en 130”, dice, y rápidamente envía a una enfermera.
Los médicos entran y salen. Risiq levanta el teléfono para discutir con alguien de la administración, que llama porque hay otro bebé que necesita entrar a la UCI. Le preguntan a Risiq si algunos de los pacientes está lo suficientemente estable como para ser trasladado a la unidad de cuidados medios.
“Tenemos ocupadas el 100% de las camas”, explica Risiq. “Esto sucede cada día. Me enfrento a esto cada día”.
El hospital Makassed, que ya tenía problemas financieros, se ha visto en aún más aprietos desde que el año pasado Donald Trump recortó millones de dólares destinados a ayudas médicas para este y otros hospitales que atienden palestinos en el este de Jerusalén.
La crisis sanitaria ha empeorado a causa de la rivalidad política entre facciones políticas palestinas en Cisjordania y Gaza. La Autoridad Palestina (PA) con base en Cisjordania, el único grupo con el que colabora Israel, ha sido acusado de cortar la ayuda médica a Gaza para presionar a Hamás a que ceda el control de ese territorio, una acusación que la PA rechaza.
Saleh al-Ziq, director de la oficina de la PA para Gaza que le envía las solicitudes de salida a Israel, explica que recomienda que los niños enfermos salgan acompañados de personas mayores de 45 años, cuyas solicitudes suelen procesarse más rápido ya que las autoridades israelíes las consideran menos peligrosas.
El resultado es que en lugar de padres, que suelen tener menor edad, el hospital Makassed está lleno de abuelos. El hospital debe cubrir los gastos de su alojamiento y comida, y ha montado tráilers para que duerman. Pero en algunos casos, los abuelos también deben regresar a Gaza y los bebés quedan completamente solos.
En la UCI pediátrica, Risiq levanta un enorme libro verde que contiene los registros de admisiones, muchas de ellas de bebés prematuros. Una bebé recién nacida, Reema Abu Eita, llegó con su abuela desde Gaza para ser operada de urgencia de la columna vertebral. La operación se retrasó porque tenía una infección, afirmó Risiq mirando a la bebé, cuyos ojos estaban cerrados. El padre de Abu Eita, un conductor de ambulancia, logró obtener el permiso para visitar a su hija, pero la bebé murió antes de poder regresar a Gaza.
Otro bebé recién nacido de Gaza, Khalil Shurrab, llegó con el hígado agrandado. Amarillo por la ictericia, el bebé tenía convulsiones.
A Khalil lo acompañó su abuela, explica su padre desde Gaza. “El personal del hospital le enseñó cómo enviarnos a mí y a mi mujer fotos del bebé por WhatsApp”, dijo Jihad Shurrab, de 29 años.
Su mujer, Amal, cuenta que cuando su bebé se marchó ya no pudo volver a dormir. “Ojalá hubiera podido ir con él a Jerusalén. Se lo rogué a todo el mundo, pero me dijeron que soy joven y que Israel no me lo permitiría”.
Para alivio de la familia, el hospital dio el alta a Khalil después de un mes de tratamiento y el bebé pudo regresar a Gaza. Pero cuando volvió a casa se dieron cuenta de que el medicamento que necesitaba no se consigue allí. “Comenzó a aumentar la inflamación”, relata el padre. Finalmente, decidió marcharse de Gaza por el sur, vía Egipto. Esa frontera también está bloqueada pero permite viajar en ciertos casos. “El día que debíamos viajar, murió”.
Israel afirma que el bloqueo por tierra, aire y mar sobre Gaza es para prevenir que Hamás y otras organizaciones lancen ataques. La ONU lo llama “castigo colectivo” contra los 2 millones de personas atrapadas allí. La población de Gaza lo llama asedio.
Cogat, el organismo del Ministerio de Defensa responsable de coordinar la actividad del gobierno israelí en territorios palestinos, explica en una respuesta escrita que los permisos de salida no tienen límite de edad y que cada solicitud se analiza individualmente.
Respecto del caso de los trillizos, afirma que se trató de un “error humano en los formularios de solicitud”, refiriéndose a una solicitud que la madre presentó en abril y que fue rechazada.
Cogat culpa a Hamás y la PA por la crisis sanitaria en Gaza, argumentando que “redujeron masivamente el presupuesto de ayudas médicas para los residentes en la Franja de Gaza”. Hamás ha utilizado a pacientes como mulas para ingresar explosivos y “dinero terrorista” en Israel, remarca.
Y añadió que Cogat trabaja “activamente en la emisión de decenas de miles de permisos para pacientes y también en la emisión de permisos para médicos palestinos que reciben formación en hospitales de Israel”.
Si bien para los residentes de Gaza es más difícil salir, el hospital Makassed también atiende pacientes de Cisjordania, y a las familias de allí también les resulta difícil, a veces imposible, llegar al hospital. Israel reclama soberanía sobre todo Jerusalén y ha aislado incluso a los barrios de mayoría árabe del resto de los territorios palestinos. Algunos pacientes del hospital, muchos de ellos niños de más edad con cáncer, tienen a su familia a minutos del hospital pero no pueden recibir su visita.
La separación de niños de sus familias es tan común que los hospitales palestinos en Jerusalén les dan tablets a los niños para que llamar a sus familias por Skype.
Una organización de caridad médica con base en el Reino Unido, Ayuda Médica para los Palestinos, ha mostrado a los parlamentarios británicos el hospital Makassed para que vean los efectos de separar a los niños de sus padres. Una parlamentaria laborista que visitó el hospital ha intentado presionar al gobierno británico para que haga algo. Rosena Allin-Khan, que trabajó como médica de emergencias, afirmó: “Ningún niño, en ninguna parte del mundo, debería estar solo cuando más necesita acompañamiento. ”El gobierno británico debe presionar a las autoridades israelíes para que cambien este sistema inhumano“.
Traducido por Lucía Balducci