La recepción del Life's business Hotel huele al ambientador de vainilla de Zara Home. Sus habitaciones tienen gel con aroma a geranio y unas vistas imponentes al río. “Muy bueno”, escribe un cliente satisfecho en Ctrip, la web de viajes más importante de China. “También es interesante ver a los empresarios de Corea del Norte que se hospedan aquí”, añade.
Puede que las brillantes críticas escondan parte de la historia. Este lugar de retiro de 20 plantas al lado del río es supuestamente uno de los dos hoteles de la bonita y pequeña ciudad fronteriza china de Dandong utilizados por los “equipos de secuestro” norcoreanos. Estos equipos tienen la misión de capturar a los desertores que huyen de uno de los regímenes más represivos del mundo.
“Parece que [los agentes] se hospedan por negocios, pero realmente recopilan información sobre la localización de desertores norcoreanos y lanzan operaciones para detenerlos”, cuenta una fuente a Daily NK, una página web de Seúl conocida por sus historias sobre los asuntos internos del aislado régimen de Kim Jong-un.
Huir de la opresión y las privaciones de Corea del Norte ha sido siempre una apuesta arriesgada cuyo fracaso puede significar un viaje al gulag, o algo peor. Este año, las posibilidades de éxito se han reducido, y no solo por los espías que supuestamente se han registrado en el Life's.
Los activistas afirman que China ha reforzado considerablemente su campaña para cazar a fugitivos norcoreanos. Desde julio, al menos 41 personas han sido detenidas en suelo chino y devueltas a “un lugar de torturas y persecución”, denunció Human Rights Watch el mes pasado.
Algunos fueron detenidos en el condado de Changbai, cerca de la frontera china de 1.400 kilómetros con Corea del Norte. Para los fugitivos que logran cruzar el río Tumen, que serpentea entre ambos países, Changbai es a menudo el punto de partida de una dura odisea de seis semanas hacia la libertad en Corea del Sur.
Otros han sido capturados a miles de kilómetros al suroeste, en las fronteras de China con Laos, Myanmar y Vietnam, zonas de escasa población.
Sokeel Park es miembro del grupo Liberty in North Korea, encargado de ayudar a las personas que han huido del país. Park sostiene que a algunos se les captura justo cuando salen de China para entrar en la seguridad relativa del sureste asiático. “Parece prácticamente vengativo cuando les cogen ahí y les devuelven [a Corea del Norte]... están prácticamente fuera y son claramente refugiados que intentan llegar a Corea del Sur. Si simplemente les dejasen cruzar al sureste asiático ya no sería su problema”.
La huida de Corea del Norte
Human Rights Watch sostiene que entre los detenidos de este verano hay 11 menores, cuatro ancianas y un bebé nacido bajo custodia policial. En el caso más alarmante, un familia de cinco personas supuestamente se suicidó tras ser detenida.
China, aliado y socio comercial de Corea del Norte, rechaza lo que califica de afirmaciones “sin fundamento” sobre su campaña contra los refugiados. “A los norcoreanos que entran en territorio chino de forma ilegal no se les puede llamar refugiados. Llegaron a China ilegalmente y violaron las leyes y regulaciones fronterizas de China”, afirmó Geng Shuang, portavoz del Ministerio de Exteriores, afirmando también que China trata a esta gente de acuerdo con la legislación interna e internacional y respetando los “principios humanitarios”.
Ji Seong-ho, un desertor norcoreano radicado en Seúl que está haciendo campaña contra las detenciones, denuncia que las acciones de China no tienen nada de humano ni de principios. “Me duele ver cómo se detiene en su camino a estas personas que buscan libertad... para esta gente es libertad o muerte”, afirma.
Mientras las tensiones retóricas entre el “viejo chocho” de Trump y el “hombre cohete” de Corea del Norte han dominado los titulares mundiales, Park afirma que el mundo tiene que volver a centrar la atención en la tragedia humana que está ocurriendo en las sombras. “Corea del Norte no es solo un tipo loco con misiles. Son 24 millones de personas. Se necesita urgentemente contrastar las historias un poco”.
Más de 20.000 norcoreanos han huido a Corea del Sur durante la última década, de acuerdo con datos oficiales. La mayoría de ellos han tomado lo que se conoce como el “ferrocarril asiático subterráneo”. Esta vía, una red de refugios y traficantes ocultos –que recibe su nombre del sistema que utilizaron los esclavos fugitivos en EEUU en el siglo XIX–, lleva a los desertores por toda China hasta el sureste asiático y, finalmente, hasta Seúl, donde pueden pedir la ciudadanía.
Park asegura que el número de llegadas anuales se ha reducido casi a la mitad desde que Kim Jong-un asumió el poder en 2011: de unas 3.000 llegadas durante los últimos años del mandato de su padre, Kin Jong-il, a menos de 1.500. Parece que ese número va a bajar incluso más, con solo 593 llegadas en los primeros seis meses de 2017. “Podría ser un número muy pequeño este año y creo que el principal factor que lo explica es la seguridad en China”, sostiene Park.
“Nuevo hotel, nueva vida”
Ji, que nació y creció en Hoeryong, una ciudad cerca de la frontera de Corea del Norte con China, conoce bien las dificultades de un viaje por el “ferrocarril subterráneo”. Huyó por el río Tumen en 2006 y empezó un viaje de 9.600 kilómetros y tres meses de duración, que le llevó por China, Myanmar, Laos y finalmente Tailandia, desde donde voló hasta Seúl.
“Es un juego muy cruel de vida o muerte”, cuenta Ji, que tiene dos extremidades amputadas y que utilizó un bastón para apoyarse durante la caminata de ocho horas por la jungla. Recuerda que pensó: “Así es como voy a morir”.
Desde que se convirtió en activista, Ji ha ayudado a unos 250 norcoreanos a hacer el mismo viaje que él hizo. También afirma que desde que escapó, el riesgo ha aumentado mucho, ya que China está intentando estrangular las redes de tráfico.
Do Hee-young, otro activista con base en Seúl, asegura que la policía china está llevando a cabo redadas a miles de kilómetros de la frontera norcoreana y que no solo van a por las personas que han huido, sino también contra trabajadores del campo y trabajadores no cualificados que han vivido en China durante años. Hee-young sostiene que la policía china actúa a petición de Kim Jong-un. “[Kim] cree que los desertores son una amenaza para el régimen porque son una señal de que la gente está perdiendo la confianza en el país”, explica.
Park cree que Pekín –que ha apoyado un refuerzo de las sanciones de la ONU contra el régimen de Kim– está llevando a cabo esta campaña para no irritar más a su tradicional aliado. “Si China no arrestase y devolviese a su país a refugiados de Corea del Norte, se podría enfadar incluso más... este es un asunto extremadamente sensible”, indica.
Daily NK sostiene que agentes del Ministerio de Seguridad de Corea del Norte están utilizando Life's Business Hotel como su base para lanzar operaciones. El año pasado, un desertor fue detenido en un tramo de la Gran Muralla China de la dinastía Ming, a corta distancia en coche del pictórico paisaje de río de Dandong. “El ambiente local es muy tenso”, decía una fuente al periódico.
El personal del hotel de tres estrellas rechaza las acusaciones de que tiene espías norcoreanos entre sus invitados. “Somos un hotel normal”, afirma una directora de ventas que solo se identifica como Ma. “Recibimos visitantes de Corea del Norte, es cierto, pero hacer negocios normales... Tenemos este negocio desde hace 10 años y no se ha producido un solo secuestro”, añade.
Pero es cierto que el hotel serviría de buena tapadera para los agentes de Kim Jong-un. Cada mañana su hall de desayuno de nueve plantas, con vistas al puente de la amistad de China y Corea del Norte y a la ciudad norcoreana de Sinuiji, se llena de invitados norcoreanos.
Muchos parecen ser comerciales pegados a sus smartphones con pins azules y rojos con los retratos del “presidente eterno” de Corea del Norte, Kim Il-sung y de su hijo, el “querido líder” Kim Jong-il.
Los clientes norcoreanos no hablan mucho. “No entiendo, no entiendo”, afirma en un mal chino un hombre con zapatos impecables, pantalones anchos negros y la insignia de Kim il-sung cuando the Guardian intenta entablar con él una conversación sobre el café y el kimchi.
Fuera de la recepción del hotel con aroma a vainilla, un letrero parece burlarse de los refugiados que no han logrado esquivar a los agentes de Kim. “Nuevo hotel. Nueva vida”.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti