Les decimos a nuestros hijos que nos digan si algún adulto les toca de una forma que no les gusta o que les hace sentir incómodos, ¿no es verdad? Aunque después les lanzamos sobre las piernas de hombres desconocidos con barba falsa y les decimos que le cuenten sus secretos. Toda la historia de Papá Noel siempre ha sido muy extraña y a menudo vemos a los pequeños que, lejos de estar encantados, se asustan con esta “tradición”.
¿Y a las mujeres adultas les damos el mismo privilegio de poder expresarse si un hombre les toca y les hace sentir incómodas? La verdad es que no. Las mujeres no queremos montar una escena. El “no pasó nada malo. Gracias por no acosarnos sexualmente” está tan internalizado dentro de la mente de las mujeres que muchas veces toleramos conductas inapropiadas de parte de hombres que alegan ignorancia ante lo que están haciendo.
No pueden evitar ir por la vida abrazando a mujeres y niñas porque son personas muy sobonas que quieren “conectarse”. Joe Biden no es un monstruo, no hay que meterle preso, pero alguien debería haberle explicado hace muchos años, de una forma cariñosa y sobona, cómo se ve el querer conectarse así con personas que tienen menos poder. Y de hecho, la forma en que Biden lo hace se ve horrorosa.
¿Y esa costumbre de venir por detrás de las mujeres y olerles el pelo o masajearles la cara? No, Joe. ¿De qué se trata? ¿Vemos a mujeres acercarse a hombres al azar para olerlos, tocarles las mejillas, los hombros o frotar la frente con la del otro de forma bizarra? No. Ya son siete las mujeres que han presentado quejas sobre lo incómodas que el exvicepresidente demócrata les ha hecho sentir. Las imágenes pueden verse en vídeos que circulan en internet. Las chicas se paralizan. Sofie Karasek formaba parte de un grupo de víctimas de abuso sexual que subió al escenario de la gala de los Oscars junto a Lady Gaga en 2016. Mientras ella le contaba a Biden el caso de una amiga que se había suicidado, él le cogió las manos y acercó su frente a la suya. Esto no es un crimen, pero es profundamente inapropiado.
Ahora Biden ha difundido un vídeo en el que muestra que lo entiende. Las normas sociales han cambiado, dice, pero repite la misma excusa: “Así soy yo”. El tocar es una forma de demostrar que le importa, pero ahora entiende que los límites han cambiado y promete ser más cuidadoso en el futuro. Pues es un tema delicado. Todas las mujeres que conozco han experimentado algún tipo de experiencia de contacto físico inapropiado por parte de hombres que se toman demasiada confianza.
Incluso a mi edad sucede: manos en las rodillas, palmadas en la cabeza, abrazos demasiado fuertes, especialmente por parte de políticos. No sólo es terriblemente inapropiado, sino que es una historia que viene de lejos. Los límites se han reconfigurado en parte porque ahora hay un hombre en la Casa Blanca que dice coger a las mujeres “por el coño” y en parte gracias al movimiento #MeToo. Pero también hay una gran confusión en los medios de comunicación sobre cómo deberían comportarse los hombres con las mujeres. Aparentemente un día de estos se terminará la reproducción humana si los hombres deben pedir el consentimiento de una mujer antes de tocarla. Los hombres a los que les molesta la idea de que una mujer tenga poder de decisión sobre su propio cuerpo machacan incesantemente con el argumento de que “los políticamente correctos quieren prohibir el tonteo”. La realidad es que las mujeres somos cada vez menos tolerantes al manoseo disfrazado de inocente interacción social. Sabemos la diferencia. Aquí va una pista: si una mujer se pone tensa al ser abrazada, quizás es que no deseaba ese contacto físico.
El contacto físico es una expresión de intimidad. El contacto no deseado es una expresión de poder. Y podemos complicar aún más las cosas, pero todo se reduce a la posesión del espacio público.¿Quién posee los cuerpos de las mujeres y quién tiene acceso a tocar esos cuerpos cuando le da la gana?
Instintivamente, nos damos cuenta cuando alguien invade nuestro espacio personal, y esto no es ser reprimido o estirado. Si estos políticos no se dan cuenta de esto, entonces ¿qué diablos están haciendo? Recuerdo una vez, a finales de los años 90, cuando un grupo de tíos del Nuevo Laborismo pasaron de bichos raros a ministros y les enviaron a una formación de comportamiento en los medios de comunicación. De pronto, te miraban a los ojos, te tocaban el brazo y repetían mucho tu nombre. Yo quería gritarles “¡parad!” porque era horroroso. Todos ellos habían visto a Bill Clinton hacer su magia…el apretón de manos en el que mueves una mano sobre el brazo, llegando hasta el codo. Clinton hacía sentir especial a todo el mundo y todos sabemos muy bien cómo acabó eso.
Francamente, me desconcierta ver a estos ancianos que piensan que todavía son contendientes políticos cuando hay tantos jóvenes demócratas fascinantes dando vueltas. O quizás sí lo entiendo: se llama privilegio masculino. Y esta vez no lo olvidaremos todo con un abrazo, chicos. Si queremos que nos toquen en público, lo pediremos. Y si no estáis seguros de las nuevas reglas, alejaos y esperad alguna señal antes de invadir nuestro espacio público. No existe la “conexión” sin consentimiento. Si los hombres poderosos se las han arreglado para no enterarse de la regla del consentimiento es porque disfrutan abrazando a mujeres con menos poder. Al margen de lo que crean que están haciendo, la realidad es que están aprovechándose de la desigualdad. Esto no sólo hace sentir incómodas a las mujeres, sino que a algunas de nosotras nos deja tiesas de la furia. Dejadnos en paz.
Traducido por Lucía Balducci