Un respetado grupo de investigación en Afganistán ha acusado a Estados Unidos de grave incompetencia por la larga detención de ocho afganos en la cárcel de Guantánamo.
La organización sin ánimo de lucro Afghanistan Analysts Network señala que “los múltiples y evidentes errores” no solo han hecho daño a los ocho detenidos, sino que han alimentado involuntariamente la insurgencia en Afganistán, la cual Estados Unidos no ha sido capaz de eliminar en 15 años de guerra. Este último informe debilita también la confianza en las afirmaciones estadounidenses de que los detenidos en Guantánamo son “lo peor de lo peor” en la guerra contra el terrorismo.
La situación de los ocho detenidos afganos, así como un estudio de las amplias detenciones que llevó a cabo Estados Unidos al inicio de la guerra, vincula dos asuntos a los que el próximo presidente de Estados Unidos se tendrá que enfrentar de manera inmediata: el futuro de la guerra de Afganistán, la más larga de la historia de Estados Unidos, y el futuro de Guantánamo. Ambos han desafiado la voluntad de cierre que Barack Obama ha buscado o al menos declarado.
“Para Afganistán, las detenciones masivas y arbitrarias a principios de la intervención liderada por Estados Unidos fueron un factor escencial que empujó a muchos afganos a la insurgencia”, señala la organización.
Kate Clark, autora del informe, titulado Kafka en Cuba, afirma que el legado de las redadas y el continuo funcionamiento de Guantánamo como centro de detención siguen impulsando el conflicto. “Las detenciones arbitrarias han dejado repercusiones en la población afgana, y siguen siendo utilizadas por los talibanes. ”, explica Clark a The Guardian.
Seis de los ocho detenidos estudiados en el informe de la organización llegaron a Guantánamo en 2002 y 2003, al comienzo de sus operaciones como centro de detención. Los otros dos llegaron en 2007. Cinco de ellos aún permanecen en Guantánamo. Los otros tres fueron trasladados a Emiratos Árabes Unidos en 2015 y 2016 como parte de la última iniciativa de Obama por reducir el número de presos en Guantánamo, que actualmente está en 60.
Los afganos, que antes eran mayoría en la prisión –220 del 781 hombres allí retenidos–, han sido prácticamente todos liberados.
Ninguno de los ocho hombres del informe fueron “acusados de llevar a cabo un particular ataque”, sino que fueron acusados de tener turbias conexiones con grupos terroristas, insurgentes o sus financiadores. Tampoco los talibanes insistieron en la liberación de ninguno de ellos en el polémico intercambio de presos de 2014 por el sargento Bowe Bergdahl, del ejército estadounidense, un hecho que hace cuestionar su supuesta importancia en la insurgencia afgana.
“Prácticamente cualquiera podía ser detenido”
El grupo defiende que en el núcleo de las detenciones estadounidenses está la ignorancia. Estados Unidos confió durante los primeros años de la guerra en aliados afganos que llevaron a cabo redadas masivas, muchas de las cuales tenían el objetivo de saldar viejas cuentas. “Prácticamente cualquiera podía ser detenido”, escribe la organización. En parte del país, tribus enteras fueron víctimas de sus rivales apoyados por Estados Unidos, un “vínculo claro”, apunta Clark, al auge del periodo insurgente talibán.
Se dijo que los detenidos eran miembros de “múltiples organizaciones”, incluyendo algunas con objetivos incompatibles o diferente composición tribal. De entrada, “tales acusaciones no tienen sentido”, declara la organización. Sugiere además que Estados Unidos tuvo que crear casos contra ellos “de forma retroactiva” para ocultar el error original de su detención después de que el Tribunal Supremo diese en 2004 a los presos de Guantánamo el derecho a impugnar su detención.
“Se proponen una serie de asociaciones sin sentido como prueba de delito; el detenido que conocía a X, quien a su vez conocía a Y, quien conocía a Z y este a Bin Laden. En el caso de los ocho detenidos, se confió a menudo en informes brutos de inteligencia y rumores”, documentos que pretendían resumir un interrogatorio e incluso torturas.
“Hay una sensación del ejército estadounidense jugándosela por intentar justificar esas detenciones”, señala Clark.
La torpeza militar y de inteligencia ha sido agravada por una estructura legal estadounidense muy servicial a las peticiones militares y sin preocuparse por no sobrepasar los límites judiciales. Por consiguiente, los jueces estadounidenses aceptaron al pie de la letra dudosas afirmaciones fácticas. Tres de los casos llevaron a Estados Unidos a afirmar que “la organización misionera quietista Jamat al Tabligh es una tapadera de al Qaeda”, revela la organización.
Por ejemplo, Wali Mohammed, uno de los ocho detenidos estudiados por la organización, descubrió en una audiencia no judicial sobre Guantánamo en 2005 que “había admitido que hacía negocios con los talibanes”. Él contestó, según la transcripción: “No dije que había hecho negocios con los talibanes. Dije que había hecho negocios con el Banco de Afganistán”.
El 26 de septiembre, la junta de libertad de Guantánamo decretó que la detención de Mohammed “ya no era necesaria”.
En la misma línea, autoridades del ejército de Estados Unidos liberaron a importantes figuras talibanes de Guantánamo mientras continuaban deteniendo a hombres que, probablemente, eran inocentes. Al menos dos altos miembros talibanes, Abdul Qayer Zaker y Abdul Rauf Khadem, regresaron a Afganistán en 2007 y volvieron a la insurgencia. Otro preso, Shahzada, liberado en 2003 y asesinado en batalla, se cree que es el responsable de varias masacres de civiles.
Una portavoz del Pentágono, la teniente coronel Valerie Henderson, ha afirmado: “somos conscientes del informe, pero rechazamos el ofrecimiento a comentarlo”.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti