La entrada en la base de datos de Pensilvania es directa y concisa. Número de recluso: ND8400. Nombre: Robert Rihmeek Williams. Edad: 30. Altura: 1,87m. Ubicación: Centro Penitenciario Estatal de Chester.
Detrás de estas insípidas palabras hay una historia que ha expuesto una de las heridas abiertas del sistema de justicia penal estadounidense. El encarcelamiento de Williams por infracciones relativamente leves de los límites de su libertad condicional por un delito que cometió de adolescente –hace ya más de una década– ha llevado a grandes estrellas de la música y el deporte a defender su causa. También se ha lanzado una petición en las redes y cientos de personas han salido a protestar en las escalinata del Ayuntamiento de Filadelfia.
De Jay-Z a Colin Kaepernick y otros partidarios influyentes han hablado contra lo que consideran un maltrato sufrido por Williams y lo que revela sobre la vida de una generación de afroamericanos. El fenómeno ha abierto la puerta a un tema muy ignorado, de la misma manera que el escándalo de Harvey Weinstein ha dejado al descubierto el comportamiento sexual inapropiado de los hombres poderosos.
Aunque lleve la identificación de recluso ND8400, Williams no es un preso cualquiera. Cuando le dejan salir de su celda y saltar al escenario, se transforma en Meek Mill, un artista de hip hop entre los más escuchados de las listas de éxitos y representado por Roc Nation, la discográfica de Jay-Z. Mills ha publicado álbumes como Dreams Worth More Than Money y el recién lanzado Wins & Losses.
Sentenciado a principios de este mes a una pena de dos a cuatro años en una prisión estatal por pequeños incumplimientos de los límites de su libertad condicional, su caso ha desatado indignación entre voces destacadas. Jay-Z criticó lo que describió como las trampas y el acoso a los negros, acusando a los juzgados de Filadelfia de acosar a Williams y de usar el más mínimo incumplimiento para volver a poner al cantante entre rejas.
Un caso sonado
El exquarterback de los San Francisco 49ers, Colin Kaepernick, puso una rodilla en la tierra de manera simbólica para defender a Williams como víctima de una violencia sistémica. “Estados Unidos presume de ser la tierra de la libertad, a pesar de tener la población penitenciaria más grande del mundo –las cárceles estadounidenses están llenas de cuerpos negros de manera desproporcionada–”, dijo el jugador de fútbol americano.
La defensa de Mill por parte de figuras tan destacadas ha conseguido, por otro lado, arrojar luz sobre miles de casos de jóvenes negros que en otras circunstancias no tienen esperanza de obtener atención alguna. Sólo en Filadelfia hay 45.000 hombres y mujeres que han servido sus condenas pero que siguen maniatados por el sistema penal a través de libertades condicionales que se alargan durante años, que a veces los manda de vuelta a prisión por errores que pueden ser tan insignificantes como llegar tarde a una cita con sus agentes de libertad condicional.
“Es como tener una niñera a tiempo completo”, dice Paul Butler, un antiguo fiscal federal y profesor de la Universidad de Georgetown, autor de Chokehold: Policing Black Men (“Llave de estrangulamiento: vigilando a hombres negros”). “Si yo tuviese a un agente de la condicional vigilando de cerca todo lo que hago durante cinco años, creo que tendría problemas. Creo que la mayoría de la gente los tendría”.
Los afroamericanos son un 12% de la población estadounidense pero el 40% de todos los que están en libertad condicional, y hay estudios que prueban que hay una probabilidad mucho más alta de ser mandados de vuelta a prisión por incumplimientos de los términos de la libertad condicional que los blancos en la misma situación.
Casi 11 años desde la infracción
La historia de Mill comienza el 24 de enero de 2007, hace casi 11 años, cuando la policía le paró en las calles de Filadelfia. Con 19 años, vivía en el norte de la ciudad solo con su madre, ya que su padre fue asesinado durante un robo cuando Mills tenía cinco años.
Llevaba rapeando desde los 12 años y estaba empezando a ser conocido en las duelos de rap locales bajo su nombre artístico, Meek Millz. Todavía quedaba un año para su primer single, In My Bag.
Los agentes que le detuvieron le encontraron encima una pistola para la que no tenía permiso y drogas. El año siguiente compareció en un juicio en el que la jueza, Genece Brinkley, que hizo tanto de jueza como de jurado, le metió en prisión y le impuso una condena de hasta 23 meses en la cárcel, seguidos de cinco años de libertad condicional.
Mill fue recompensado por buen comportamiento dentro de prisión y pudo salir antes, después de ocho meses, el 16 de enero de 2009. Retomó su carrera musical donde la dejó, consiguió como su primer representante al protector de Will Smith, Charlie Mack, y publicó su primer álbum de estudio, Dreams & Nightmares, en 2012.
Aunque la comunidad del hip hop recibió con los brazos abiertos a una nueva estrella en potencia, pocos de su creciente público de fans eran conscientes de que detrás de los focos seguía estando en las garras de la jueza Brinkley. Su decisión de mandarlo de vuelta a prisión a principios de aquel mes –además de imponerle una sentencia del doble de tiempo al que había sido condenado en un principio, aunque no había cometido ningún delito– fue la culminación de una década de vigilancia extrema por parte de su tribunal.
La última sentencia se debió a dos incumplimientos de la libertad condicional relativamente menores. Uno de ellos por una disputa con un fan que intentaba hacerle una foto en un aeropuerto, la otra por hacer el caballito con una moto en una calle de Manhattan durante la filmación de un vídeo musical.
La naturaleza del estrecho control al que Mill ha sido sometido durante su libertad condicional –una prisión virtual fuera de prisión– está documentado vívidamente en un expediente archivado en el tribunal de causas comunes (Court of Common Pleas) de Filadelfia, donde se ha procesado su caso. Expone una lista que parece sin fin de interacciones con el tribunal, 42 páginas por ahora.
El expediente muestra que desde su salida de prisión en el 2009, Mill ha sido llevado ante Brinkley no menos de 34 veces, 22 de ellas por incumplimiento de los términos de su libertad condicional.
Permisos para poder dar conciertos fuera de Filadelfia
A pesar de que Mill tiene ahora 30 años, y apenas guarda semejanza alguna con aquel chico de 19 años que en 2007 llevó una pistola y drogas, el expediente señala que este músico con éxito tiene que solicitar permiso a Brinkley cada vez que tiene que viajar para un concierto fuera de Filadelfia.
“El procesado tiene que presentarse ante el Departamento de Libertad Condicional para firmar un nuevo calendario de viaje”, es una de las entradas más recurrentes en el expediente. “Está orden no permite ningún viaje fuera de los condados de Filadelfia, Montgomery, Chester y Bucks” es otra de las entradas, siete años después de su arresto.
La entrada del 15 de marzo de 2013 es especialmente llamativa: “El procesado tendrá que tomar clases de etiqueta social a discreción del tribunal”.
Hace referencia a una orden de Brinkley según la cual Mill tenía que acudir a clases de conducta para remediar lo que ella consideró como un uso lamentable de las redes sociales. La jueza pensó que necesitaba aprender a publicar en Instagram y otras redes sociales con más elegancia, diciéndole en juicio que esas lecciones eran “más importantes que ningún concierto que pudiese tener”.
En diciembre de 2015 –por entonces casi nueve años después de la infracción original y en el momento de los éxitos en las listas de su álbum Dreams Worth More than Money– el expediente apunta: “El procesado deberá presentarse cada dos semanas y sólo hacer eventos benéficos pero no actuaciones pagadas. Tampoco tiene permitido ir a Nueva Jersey (visitar a su madre)”.
Comentarios personales por parte de la jueza
Los documentos del tribunal suscitan preguntas sobre el interés tan intenso que Brinkley ha mostrado por Meek Mill durante los últimos diez años. Elegida en 1993 al juzgado, la jueza afroamericana ha mostrado un nivel de curiosidad por la carrera de hip hop de Mills que sus abogados han sugerido inapropiado.
En una de las audiencias judiciales, Brinkley expresó su decepción personal con respecto al comportamiento de Mill: “Después de todo lo que he hecho por ti durante todos estos años intentando ayudarte a tener una carrera y a hacer que tu carrera avance...”. Dijo sobre el rapero: “tiene la posibilidad de ser como Jay-Z, de hacer una cantidad de dinero como la de Jay-Z”.
Documentos del juzgado muestran que Brinkley ha instado en muchas ocasiones a Mill a finalizar su relación con Jay-Z y Roc Nation y volver con su antiguo representante, Charlie Mack. “No quiero que nadie saque esto de contexto”, dijo una vez, añadiendo: “Parece que cuando el señor Mack le representaba había menos problemas con el departamento de la condicional”.
Los abogados de Mill alegan que en febrero de 2016 Brinkley citó a Mill y a su novia de entonces, la cantante Nicki Minaj, en su despacho para una conversación privada en la que hizo una propuesta poco convencional. Según una moción del juzgado, Brinkley sugirió que Mill “grabase una versión de una canción del grupo Boyz II Men llamada On Bended Knee y a mencionar a la jueza de manera específica en la canción”. Cuando Mill se negó, ella respondió, al parecer, “haz lo que quieras”.
The Guardian invitó a Brinkley a responder a las acusaciones sobre su tratamiento de Mill, incluyendo quejas sobre que su decisión reciente de mandarle de nuevo a prisión es excesiva y cruel y se basa en una animadversión personal. Se negó a hacer comentarios en base a que la cuestión “está sujeta a litigios futuros”.
Rashad Robinson, director de la organización de justicia racial Color of Change (“Color del cambio”), dice que Brinkley ha cosechado una reputación en Filadelfia por usar incumplimientos de la condicional como justificación para poner a sus procesados entre rejas de nuevo. Brinkley destaca, dice Robinson, incluso en una ciudad con la tasa de encarcelamiento más alta que la de cualquiera de las 10 ciudades más grandes de Estados Unidos: uno de cada tres prisioneros están en la cárcel por incumplimiento de términos de la libertad condicional en lugar de por nuevos crímenes.
“Es difícil saber con certeza su intención, pero lo que está claro es que Brinkley es una persona que se encuentra cómoda ejerciendo su poder de maneras que se alejan bastante de los estándares éticos de las autoridades públicas”, dice Robinson.
Color for Change ha lanzado una petición online con el hashtag #FreeMeekMill pidiendo que Brinkley sea apartada del caso antes de que el rapero pueda recurrir su última sentencia. Más de 63.000 personas han firmado hasta la fecha.
Aunque Robert Williams, también conocido como Meek Mill, está en prisión, con poca probabilidad de salir al menos durante los próximos dos años, una pequeña compensación puede ser la atención del público a un abuso oculto a gran escala gracias a su caso. “Los procesos penales están diseñados para abocar a los hombres negros al fracaso”, dice Butler.
“El caso de Meek Mill es un ejemplo perfecto de esto”.
Traducido por Marina Leiva