Desde el estallido de la guerra en Gaza, los israelíes están pegados a sus televisores y navegan en Internet entre noticias y redes sociales. Los ciudadanos habitualmente obsesionados con las noticias están todavía más sumergidos y durante la guerra se ha propagado un punto de vista que, durante gran parte de la historia mediática de Israel, había sido marginal, pero ahora ha alcanzado su clímax: el de los colonos ultraderechistas.
El movimiento de los asentamientos, que se originó como una pequeña avanzadilla de los sionistas religiosos, se ha expandido exponencialmente desde la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza tras la Guerra de los Seis Días de 1967. Antiguamente considerados disidentes, unos hombres marginales patrullando las colinas de Hebrón con metralletas Uzi, los colonos han incrementado significativamente su influencia y se han convertido en agentes políticos clave.
Las últimas elecciones elevaron a algunas de las figuras más extremistas del movimiento –como Itamar Ben Gvir o Bezalel Smotrich– a los más altos niveles del Gobierno. Pero no pasó de la noche a la mañana. Una de las principales razones del éxito de los colonos es un esfuerzo constante, en colaboración con el primer ministro Benjamín Netanyahu, para infiltrarse en los medios de comunicación de masas y crear medios dedicados a sus objetivos, y así reconfigurar el discurso político en Israel.
En sus primeros años, el movimiento de los colonos desconfiaba de los medios de comunicación convencionales y no se relacionaba demasiado con ellos. Creían que los ciudadanos israelíes no discrepaban de los objetivos de los colonos por razones ideológicas, sino más bien porque sus ideas no tenían sitio en los principales medios de comunicación. Hubo dos acontecimientos que sacudieron a la comunidad de colonos y cambió su imagen: en 1995, el entonces primer ministro, Isaac Rabin, fue asesinado por un sionista religioso; una década más tarde, la retirada unilateral de Gaza y la evacuación de los colonos de la Franja.
El sentimiento prevaleciente entre los colonos fue que la mayoría de los ciudadanos israelíes les culpaba por el asesinato de Rabin y mostraba poca preocupación por su expulsión forzosa de sus casas. Decidieron que ya no bastaba con conquistar simplemente otra colina y expandir sus asentamientos físicos; para garantizar el futuro del movimiento, debían “asentarse en los corazones” del pueblo israelí. Si incluían a los medios de comunicación de masas, podrían narrar su versión e integrar la ideología de los asentamientos en la identidad israelí.
Netanyahu cambió el panorama mediático
Tuvieron la suerte de encontrar en Netanyahu a un socio voluntarioso. Netanyahu siempre ha comprendido y usado el poder de los medios populares. Tal y como escribió el periodista Joshua Leifer, Netanyahu fue “el primer primer ministro de la telerrealidad en Israel. Recibió clases de actuación para perfeccionar sus apariciones en público”. Después de que Netanyahu perdiera las elecciones frente a Ehud Barak en 1999, hubo periodistas que le oyeron decir: “Cuando vuelva, tendré mi propio medio de comunicación”.
Acabó teniendo dos: el periódico gratuito Israel Hayom, lanzado en 2007 y fundado por Sheldon Adelson, un megadonante del Partido Republicano de Estados Unidos; y Canal 14, creado en 2014. Ambos cambiaron el panorama mediático de Israel y en los años siguientes se estableció una plétora de nuevos medios de comunicación de extrema derecha. Con el crecimiento de esos medios, el posicionamiento de la extrema derecha y de los defensores de los asentamientos como comentaristas y periodistas distorsionó los debates sobre la ocupación, desdibujó la distinción entre Cisjordania e Israel a ojos de la sociedad y redujo la conciencia sobre la situación real en Gaza.
Abundan los ejemplos: Zeew Kam, corresponsal parlamentario para el canal de televisión Kan 11, escribió que los soldados que irrumpieron en una mezquita en Yenín y difundieron oraciones hebreas por los micrófonos para la llamada al rezo musulmán “propagaron la luz en este lugar demoníaco”. Zvi Yehezkeli, un analista del mundo árabe para Canal 13 que vive en el asentamiento de extrema derecha Bat Ayin, dijo que habría que haber matado a 100.000 palestinos directamente después del 7 de octubre. Amit Segal, el corresponsal político más influyente de Israel a día de hoy, culpó del 7 octubre a la retirada unilateral. Y el corresponsal de Israel Hayom, Yehuda Schlesinger, tuiteó en favor de una “migración voluntaria” de los gazatíes para que no puedan criar “otra generación nazi”.
Sin embargo, no hay un ejemplo más escandaloso de la conquista de los colonos de los medios que el Canal 14. Después de que originariamente se lanzara como un canal que ofrecía una programación “judía”, comenzó a emitir programas de opinión. A pesar de haber sido multado por emitir contenido que excedía las competencias de su licencia, la intervención a su favor del Gobierno de Netanyahu le permitió incluir noticias en sus emisiones. Desde entonces, el canal se ha convertido en una importante plataforma para la derecha reaccionaria, y emite propaganda derechista nunca antes vista en la televisión israelí.
La cobertura de la guerra
Canal 14 tiene un marcador que contabiliza la cantidad de edificios derruidos en Gaza, la cantidad de palestinos heridos, la cantidad de “terroristas” a los que han matado –todas las bajas se clasifican como “terroristas”–. En un programa nocturno de debate, un miembro del partido de Netanyahu, el Likud, culpó del ataque sorpresa de Hamás a los “crímenes de Oslo” y al “cáncer izquierdista”, en medio de una ovación del público en el plató; mientras que Shimon Riklin dijo estar “a favor de los crímenes de guerra”. El discurso extremista está tan extendido que Sudáfrica ha citado a periodistas del Canal 14 y a otros celebrando las matanzas en Gaza, en el marco de su demanda contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia.
La conquista de los medios por parte de los colonos y la ultraderecha resulta significativa en dos sentidos. Primero, han atacado agresivamente los últimos bastiones de la prensa libre y liberal en un intento no sólo de normalizar el proyecto de los asentamientos, sino también de ocultar los crímenes cometidos para mantener ese proyecto. En segundo lugar, en el contexto de la guerra, no muestra a los ciudadanos israelíes todo el alcance de la ofensiva israelí contra Gaza.
Como escribió hace poco en X (antes Twitter) Shimrit Meir, otrora asesora del ex primer ministro Naftali Bennett: “Alguien decidió hace unos 20 años que la cobertura de la otra parte es izquierdista y, desde entonces, la cobertura de una perspectiva opuesta ha sido mínima”.
Gran parte de los ciudadanos israelíes siguen sin ser conscientes de hasta dónde llegan las expulsiones que ocurren en lugares como Masafer Yatta, cómo los residentes de Jerusalén Este tienen que afrontar la expropiación y ser apátridas, y las víctimas diarias en Cisjordania. Desconocen hasta dónde llega la carnicería y el desplazamiento en Gaza. Estamos en un momento de reconocimiento, no sólo en lo que respecta al conflicto palestino-israelí, sino al conflicto interno israelí: ¿resistirán el resto de medios a estos antiperiodistas y medios reaccionarios que han creado Netanyahu y los colonos o se silenciarán las voces entregadas a la verdad y a la integridad periodística?
Todavía hay esperanza, si las protestas como las del año pasado en Israel vuelven a estallar al día siguiente de la guerra y si los ciudadanos aletargados despiertan frente a las injusticias del Gobierno israelí y el aparato que ha construido y hacen oír su voz.
Traducido por María Torrens Tillack