¿Eres inmune? La amenaza de un nuevo sistema de clases por el coronavirus

Miranda Bryant

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Mirando alojamientos de Airbnb en Brooklyn, un resultado destaca entre los demás: “ANFITRIÓN INMUNE”, dice en mayúsculas. Entre las imágenes del interior y las puestas de sol sobre los tejados, también sorprende una fotografía con los resultados de un test de anticuerpos del coronavirus, resultado positivo.

El anfitrión, Martin Eaton, dice que se hizo la prueba en marzo, unas semanas después de enfermarse con lo que sospechaba que era la COVID-19. Cuando los resultados dieron positivo, decidió incluirlos en su perfil para atraer reservas.

“Si tuviera que viajar a Nueva York, preferiría quedarme con alguien que tuviera los anticuerpos y no con alguien que no los tuviera”, dice Eaton, escritor de 48 años. Hasta ahora, añade, “ha funcionado bastante bien”.

Mientras no se desarrolle una vacuna, la inmunidad se está configurando como una posible clave para reanudar la vida normal. De ahí que haya gente que piense, siempre y cuando hayan sobrevivido, que dar positivo tal vez no sea tan malo porque significaría, esperan, que desarrollaron la inmunidad al virus. ¿Pero cuán importante va a ser esto a medida que las diferentes regiones y naciones reabren poco a poco sus economías?

No está clara la exactitud de los tests de anticuerpos contra la COVID-19 y la Organización Mundial de la Salud ha advertido de que aún no hay pruebas concluyentes para afirmar que las personas que se han recuperado del virus y que tienen anticuerpos están protegidas contra un segundo contagio.

Los expertos creen que si se demuestra que los supervivientes son en efecto inmunes, podrían desarrollar sin riesgo una serie de labores y servicios, como hacer voluntariado en hospitales y residencias de ancianos, cuidar a pacientes con coronavirus o trabajar en tiendas y plantas de procesamiento de alimentos. Si las autoridades, empresas y el conjunto de la sociedad así lo estima, a estas personas también se les podría eximir de restricciones que afecten a los demás.

En Chile, el Gobierno no confirma la inmunidad, pero emite “certificados de liberación” a las personas que completan la cuarentena tras dar positivo. En China, hay aplicaciones de “código sanitario” en uso para determinar quién puede viajar y dónde.

El doctor Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Contagiosas de Estados Unidos, ha dicho que los certificados de inmunidad son “posibles” en Estados Unidos y que “podrían justificarse en circunstancias determinadas”.

El presidente del departamento de Ética Médica y Política Sanitaria de la Universidad de Pensilvania, Ezequiel J. Emanuel, dice que los pasaportes de inmunidad podrían estar “verdaderamente justificados” tanto para el paciente como para la comunidad en general si se encuentra una forma de certificar que las personas se hicieron el test y que los anticuerpos perduran.

Emanuel también cree que será necesario demostrar la inmunidad para viajar y saltarse las medidas de cuarentena, incluso después de la vacuna. “Demostrar que ya te contagiaste, eres inmune y no puedes transmitir el virus es una herramienta verdaderamente eficaz”.

Ideas en el sector privado

El sector privado ya ha empezado a desarrollar la idea. La app Sidehide, que permite hacer reservas hoteleras, está creando junto a la empresa de verificación Onfido un pasaporte de inmunidad de uso en hoteles. Se lanza este mes en Miami.

Tales son los beneficios percibidos de la inmunidad que algunos están intentando coger el peligroso virus a propósito. El cardiólogo y vicepresidente de Compromiso con el Consumidor de los centros médicos Novant Health, Jerome Williams Jr., sostiene que en Winston-Salem (Carolina del Norte) han atendido a personas que dieron positivo tras reunirse sin protección, confiando en contagiarse, con personas portadoras del virus en “fiestas del coronavirus”. Williams Jr. no sabe exactamente cómo funciona la inmunidad, pero considera estas fiestas “una mala idea desde el principio”.

Pese a las posibles ventajas de la inmunidad, crear un sistema que identifique públicamente a las personas con anticuerpos plantea cuestiones de seguridad y privacidad. La American Civil Liberties Union (ACLU) ha advertido de los riesgos de desarrollar pasaportes de inmunidad, teme que así se incentive que los pobres arriesguen su vida contagiándose a propósito para poder trabajar, exacerbando las disparidades raciales y económicas. También alerta por una vigilancia de la salud que pone en peligro el derecho a la privacidad.

Eric Klinenberg, sociólogo y director del Instituto de Conocimiento Público de la Universidad de Nueva York, afirma que la inmunidad no es “la nueva panacea” que muchos creen: “Esto sólo abre una caja de Pandora con preguntas sobre la forma de determinar quién es inmune, la de registrar y almacenar la información de quién es inmune, la de rastrear a la gente y la de ver qué sucede con las personas que no lo son”, dice. “Es muy fácil verlo convirtiéndose en otra fuente de polémica para un país ya dividido.”

De acuerdo con Kathryn Olivarius, profesora asistente de historia en la Universidad de Stanford, en el siglo XIX la fiebre amarilla creó en el sur de Estados Unidos una “jerarquía epidemiológica” entre los que la habían pasado (tenía una tasa de mortalidad del 50%) y los que no. El “inmunocapital” que se creó, dice, afectó a la capacidad de los blancos recién llegados de conseguir trabajo, casa y pólizas de seguro, dejándolos sin otra alternativa que tratar de contagiarse a propósito.

Olivarius teme que ocurra algo similar hoy si los empleadores empiezan a buscar solo a gente con anticuerpos. “Me preocupa que desarrollemos este sistema… los que tienen inmunidad, los que no tienen. Suena casi como ciencia ficción.”

El tema de la inmunidad también podría dar lugar a discriminaciones. En mayo se supo que el Ejército de EEUU estaba considerando prohibir el alistamiento a personas que hubieran sido hospitalizadas por coronavirus. Después dieron marcha atrás.

“El privilegio y el estigma pueden estar muy cerca uno de otro”, advierte Olivarius. “Incluso si hoy la inmunidad tuviera beneficios, como el de poder trabajar, tal vez mañana se convierta en una especie de estigma”.

Según Cathy O'Neil, matemática y autora del libro Weapons of Math Destruction, es poco probable que la inmunidad se traduzca en mucho poder para las personas que la hayan desarrollado, teniendo en cuenta que las personas negras son las más afectadas por el virus, con una mayor probabilidad por tanto de haberla desarrollado. “La gente más poderosa de este país no habrá desarrollado inmunidad, así que no van a poner en marcha un sistema que los excluya de las cosas que les gusta hacer”. Dadas las diferencias regionales en los contagios y su distribución en la población, es posible que sólo un reducido número de personas, y en algunas zonas, pueda tener derecho a un certificado de inmunidad.

La idea cobra fuerza ahora porque todos estamos esperando una vacuna, pero una vez que se invente, dice O'Neil, las ventajas que otorgaría un certificado de inmunidad desaparecerían. Lo que probablemente siga funcionando, dice, es la estructura de rastreo. “Me preocupa que para enfrentar esta amenaza de salud pública dejemos entrar en nuestras vidas a los amos y señores algoritmos, y que luego nos quedemos entrampados con ellos”.

Traducido por Francisco de Zárate

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