La intrahistoria de la decisión de Biden: 48 horas de presiones, ataques de Trump y aislamiento en una casa en la playa

Ed Pilkington

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En la política estadounidense, 48 horas pueden ser un siglo. Sobre todo si tu nombre es Joe Biden y el partido que lideras se está volviendo inexorablemente en tu contra, con un número cada vez mayor de tus aliados cercanos dentro de ese grupo.

El viernes por la mañana, el mensaje que mandaba el bando de Biden no daba margen para la interpretación. Se había contagiado de COVID-19, sí, pero estaba decidido: el espectáculo de la campaña por la reelección de Biden seguía en marcha.

“No se va a ir a ninguna parte”, zanjó Jen O'Malley Dillon, presidenta del equipo de campaña de Biden, en Morning Joe, un programa de la cadena MSNBC que el presidente ve con tanta avidez que se había convertido en el termómetro diario de la malherida campaña por la reelección.

El propio Biden apareció después con un comunicado claramente pensado para acallar a los escépticos. “Estoy deseando volver la próxima semana a la campaña para seguir denunciando la amenaza que representa el Proyecto 2025 de Donald Trump”, decía en referencia al programa de extrema derecha que los acólitos de Trump han diseñado para un segundo mandato del 'Make America Great Again' ['Hacer a EEUU grande otra vez', o Maga, por sus siglas en inglés].

Cuando esa misma tarde se supo que su equipo de campaña había programado para el miércoles una visita a la ciudad texana de Austin, para un acto de la biblioteca presidencial Lyndon Johnson, parecía que lo decía en serio. Biden seguía adelante, y al garete los 81 años.

Pero los descreídos no se callaban y el ruido que hacían iba en aumento. Los susurros se convirtieron en una cacofonía el sábado. El viernes, un mínimo de 10 demócratas del Congreso ya se habían unido a quienes habían pedido públicamente la retirada de Biden con el argumento de que era lo mejor para el partido y para el país frente a la amenaza que representaba Trump para la democracia. Personajes destacados del Partido Demócrata pidieron entonces a Biden que pusiera fin a su campaña, como Sherrod Brown, el senador por Ohio que se enfrenta a una pelea reñida para su reelección.

Un mensaje que no pasó desapercibido para Biden y su equipo fue que importantes legisladores de California cercanos a Nancy Pelosi, la expresidenta Demócrata de la Cámara de Representantes, se estaban incorporando a este coro. Sumando su nombre al de Adam Schiff, la congresista Zoe Lofgren dijo sin rodeos a Biden que su candidatura estaba “encaminada a perder la Casa Blanca y a afectar potencialmente en las cruciales elecciones a la Cámara de Representantes y el Senado”. “Por estas razones, le pido que dé un paso a un lado”, dijo.

La huella de Pelosi y Obama

Del total de 264 Demócratas que hay en el Congreso, los 40 que el sábado se habían atrevido a asomar la cabeza seguían siendo una pequeña minoría. Pero, en privado, la descomposición era mucho más extensa. Empezaba a notarse la marca de Pelosi y de otros demócratas relevantes que presionaban entre bastidores a Biden, pidiéndole la retirada.

Biden estaba en régimen de aislamiento en su casa de Rehoboth Beach, en el estado de Delaware. Con la primera dama, Jill Biden, ayudándolo desde otra habitación, el presidente tuvo tiempo para sentarse a reflexionar sobre los muchos supuestos amigos políticos que lo estaban abandonando.

Según el New York Times, Biden estaba que echaba humo por el papel de Pelosi, a la que responsabiliza de ser la principal instigadora en la campaña por desbancarlo. Según el periódico, en el centro de su frustración también estaba Barack Obama, con quien mantiene una relación tensa desde que el expresidente le instigó a apartarse de la carrera presidencial de 2016 en favor de Hillary Clinton.

Los ataques de Trump

Con el tiempo agotándose, ver cómo Trump se regodeaba con su desgracia no debió de mejorar su estado de ánimo. No había durado mucho el Trump nuevo, cálido y afectuoso que supuestamente había surgido del atentado del fin de semana anterior, y el sábado ya volvió a su pasatiempo favorito de echar sal en las heridas del rival. 

Muy contento por estar en Grand Rapids, dijo Trump a la audiencia de un mitin Maga en el estado de Michigan. Mucho más divertido, añadió, que estar sentado “en una aburrida playa viendo las olas”. Pero hubo más. “En este preciso instante, los jefes del Partido Demócrata están tratando frenéticamente de invalidar el resultado de las primarias de su propio partido para sacar al corrupto Joe Biden de la papeleta”, se jactó.

Por una vez, Trump decía la verdad.

No es que el equipo de campaña de Biden tuviera más información. El periodista del Times Kenneth Vogel contó en X que, 30 minutos antes del histórico anuncio, los empleados del equipo de la reelección se afanaban presionando por teléfono a los delegados del partido para que declararan públicamente su apoyo a Biden y apuntalaran así sus debilitadas esperanzas. Un poco tarde.

La carta

No sabemos exactamente cuándo tomó la decisión, pero parece que a última hora del sábado Biden había llegado a la conclusión de que no tendría más remedio que repetir lo que tantos demócratas habían estado diciéndole durante esos últimos y difíciles días: “Creo que lo mejor para mi partido y para el país es que me retire”.

Llamó por teléfono a dos de sus asesores más cercanos, Mike Donilon y a Steve Ricchetti, para que acudieran a la casa de vacaciones. Estuvieron juntos redactando la carta del anuncio “hasta bien entrada la noche”, según el New York Times. Ese sábado se les comunicó a los miembros de la familia del presidente, y a algunos asesores cercanos, que el final estaba cerca. La mayor parte del equipo de campaña no supo nada hasta que se lo notificaron, exactamente 60 segundos antes de que saltara la noticia.

Los libros de historia recogerán el momento en que se publicó el comunicado: las 13:46 horas del 21 de julio de 2024. 

Posiblemente, pasará un tiempo antes de que podamos saber toda la profundidad de las emociones por las que pasó Biden antes de escribir esa agonizante carta. Como dice en ella, la presidencia ha sido “el mayor honor” de su vida, y ahora se despide de ella.

Pero eso ya había pasado. Las 48 horas se habían terminado. Es el comienzo de una nueva era.

Traducción de Francisco de Zárate.