La madre de la vacuna contra la COVID-19, líder de la investigación del grupo de trabajo de Pfizer/BioNTech que desarrolló la vacuna con la tecnología de ARNm, dice que los científicos lograrían mayores avances en la resolución de los problemas mundiales vinculados con su área de conocimiento si aprendieran a dejar de lado sus egos y a colaborar.
La bioquímica húngara y profesora Katalin Karikó, vicepresidenta de terapias de sustitución de proteínas de ARN en BioNTech, se enfrentó durante décadas al escepticismo de la comunidad científica por su trabajo. En el transcurso de los años que investigó la tecnología que finalmente hizo posible desarrollar las vacunas de Pfizer y Moderna, la científica fue perdiendo importancia dentro de su equipo hasta que finalmente fue despedida de su laboratorio.
Las vacunas que Karikó ha contribuido a desarrollar introducen material genético, llamado ARNm, en las células para que estas produzcan la proteína de la espiga del coronavirus y preparen el sistema inmunitario para combatir la enfermedad. Hace unos días, ella y el científico Drew Weissman, de la Universidad de Pensilvania, ganaron el premio Breakthrough de ciencias de la vida, dotado con 2,5 millones de euros.
“Si todos estos profesionales que se dedican a un campo de investigación se reunieran en una sala y se olvidaran de sus nombres, sus egos y sus cargos, y se limitaran a pensar, se les ocurrirían muchas soluciones para muchos problemas, pero los cargos y todas estas cosas se interponen en el camino”, explicaba a The Guardian.
“Siempre he pensado que a nadie le importa la persona y el cargo que hay detrás de un avance. Dentro de 100 años nadie sabrá mi nombre. Pero los títulos, los ascensos, los científicos de una determinada edad, las ansias de poder, obstaculizan la colaboración”, dice. Reconoce que no todos los científicos que ponen cortapisas son hombres, pero ellos “han tenido más tiempo para practicar el ejercicio del poder”.
Durante la pandemia, las vacunas contra la COVID-19 han salvado cientos de miles de vidas. Las nuevas terapias basadas en el ARNm que se están desarrollando pretenden producir anticuerpos contra los virus directamente, de modo que la protección surja inmediatamente en lugar de tardar semanas en crearse. La inmunidad será más breve que la obtenida con una vacuna, pero podría proteger a los médicos de los brotes de nuevas enfermedades emergentes. En última instancia, se imagina la posibilidad de que la gente tenga congeladores de ARNm en casa que puedan tratar heridas, quemaduras y otras dolencias.
El oso de peluche
Karikó creció en Kisújszállás, una ciudad situada a unos 150 kilómetros al este de Budapest. Su familia vivía en una sola habitación en una casa con techo de caña, sin agua corriente, sin nevera y sin televisión.
Era una alumna muy aplicada y a los 14 años quedó tercera en un concurso nacional de biología. Fue a la universidad en Hungría, consiguió un posdoctorado. Entonces vendió su coche en el mercado ilegal, cosió el dinero en el interior de un oso de peluche de su hija y consiguió huir e irse con su familia a Estados Unidos. Su primer puesto fue un posdoctorado en la Universidad de Temple, en Filadelfia. Ganaba 17.000 dólares (14.428 euros) anuales.
“Sé qué es tener un presupuesto reducido y no gastar más de 30 dólares (25 euros) a la semana en comida ya que ese era nuestro límite”, dice la científica, que mantenía a toda su familia con su salario.
Tras una discusión con su superior, se fue a la Universidad de Pensilvania. Aunque las terapias con ARNm parecían muy prometedoras, el entusiasmo inicial se fue diluyendo ante los múltiples fracasos. Uno de los principales problemas era que los ARNm desencadenaban graves reacciones inmunitarias cuando se introducían en las células.
En 1995, Karikó fue diagnosticada de cáncer y esa misma semana la Universidad de Pensilvania le dio un ultimátum: o dejaba de investigar el potencial de la tecnología de ARNm o perdía su prestigioso puesto en la facultad. Optó por un descenso de categoría –y un recorte salarial considerable– para seguir investigando.
Dos años después, conoció a Weissman. Juntos descubrieron cómo introducir el ARNm en las células sin provocar reacciones inmunitarias graves: el método se convirtió en la base de las vacunas de Pfizer y Moderna.
“Aunque a la gente le encanta hablar mal de las grandes farmacéuticas, lo cierto es que tienen un enfoque muy inteligente”, dice la científica. “Pasé del mundo académico a una empresa, y en este sector ya no importa en cuántos comités estás, ni cuántos artículos has publicado. Lo que cuenta es que tienes un producto que tendrá un impacto. El ego se evapora. Es mucho mejor”.
El lado positivo
Karikó explica que, a pesar de los problemas, nunca perdió su optimismo y siguió buscando la parte positiva en cada situación. “Tienes que centrarte en lo que puedes hacer. Mucha gente se distrae y dice: 'oh, este científico trabaja menos que yo', o 'él sí ha conseguido un ascenso', o 'tiene más dinero que yo', e inmediatamente dejan de centrarse en lo que es importante. Se centran en situaciones que no pueden cambiar. Trabajamos para dar lo mejor de nosotros mismos. Si piensas, 'oh, quiero complacer a mi jefe', o a alguien, son muchas las reacciones que no puedes controlar, y te decepcionarás”.
“Si te despiden del trabajo, en vez de bloquearte piensa que esto te abrirá las puertas a nuevas oportunidades. Todo tiene un lado positivo, hay que encontrarlo”, dice, recordando su propia situación.
El hecho de que haya ganado el premio Breakthrough, junto a otro científico, supone que ahora tiene 1,25 millones de euros más que antes. Dice que está encantada con el premio pero que no es lo mejor que le ha pasado este año.
Este mes, el personal y los residentes de una residencia de Nueva York se vacunaron con la vacuna de Pfizer y declararon el 2 de septiembre Día de Agradecimiento a Katalin Karikó. Una semana después, la residencia sufrió un brote de COVID-19. Setenta personas dieron positivo, pero nadie murió.
“Estaban muy contentos. Gracias a la vacuna, siguen allí. Para mí, ningún premio, ninguna suma de dinero que me puedan poner en la mano, podría valer más que eso”.
Traducido por Emma Reverter