Hace una semana, las elecciones en Estados Unidos parecían estar acabadas. Hillary Clinton lo estaba haciendo tan bien en las encuestas tras una serie de pifias desastrosas de Donald Trump, que muy pocos se podían imaginar el camino republicano a la victoria el próximo 8 de noviembre. La impactante intervención del FBI el pasado viernes puede no ser suficiente para cambiar el resultado, pero ha desatado toda serie de fantasías políticas.
La preocupación para los demócratas es que las recientes investigaciones sobre el uso de Hillary Clinton de un servidor privado de correo electrónico en su etapa como secretaria de Estado lleguen en un momento complicado. No solo es difícil probar que las acusaciones no se sostienen y restablecer su inocencia a apenas una semana para las elecciones, sino que la carta del director del FBI, James Comey, a las autoridades del Congreso ha sido la guindilla de una serie de noticias delicadas que ya estaban haciendo un daño considerable a su liderazgo en las encuestas.
El empuje de Trump empezó a recuperarse gracias a otro montón de correos, cuyo contenido quizá explique por qué los Clinton arriesgaron tanto desde el principio para intentar mantener el control de sus comunicaciones electrónicas. Revelados por Wikileaks –las agencias de inteligencia de Estados Unidos han atribuido a hackers rusos–, los correos del director de campaña John Podesta han estado goteando durante semanas con contenidos más embarazosos que dañinos.
Aquello cambió el miércoles con la publicación de un informe que parece confirmar exactamente cómo la familia Clinton ha desdibujado las fronteras entre negocios, trabajo benéfico e intereses políticos. Aunque prácticamente toda la nueva información se relaciona con Bill más que con Hillary, ello dio a los simpatizantes de Trump nueva munición en un momento en el que estaban desesperados por desviar la atención de los escándalos de su candidato sobre impuestos y presuntos comportamientos sexuales censurables.
Un concurso de impopularidad
En unas elecciones que muchos analistas describen como un concurso de impopularidad, no cuesta mucho cambiar el humor de los votantes independientes. Para el viernes, la ausencia de noticias de Trump y las malas noticias de Clinton han reducido a la mitad su liderazgo en las encuestas desde el último debate presidencial.
“Cuando la atención estaba en Trump, Clinton ganaba. Ahora, la atención está en Clinton”, señala el asesor político Frank Luntz, quien ha augurado que la campaña ganadora será aquella que mantenga el foco en la de su oponente.
La ventaja en las encuestas nacionales de 2,8 puntos mantenida por Clinton este lunes debería seguir siendo un margen de seguridad suficiente. La ventaja de Bill Clinton sobre George Bush padre cayó de 11 a tres puntos en las dos últimas semanas de las elecciones de 1992. Aun así, Bill ganó por casi el doble de ese margen.
Pero entre demócratas, una causa de preocupación —si no ya de pánico— es que muy pocas encuestas publicadas hasta ahora han sido realizadas después de que saltasen las últimas noticias sobre el FBI y los correos electrónicos.
La respetada encuesta de ABC News y theWashington Post, publicada el domingo, se acercó a la noticia y refleja un solo punto de ventaja para Clinton. La encuesta preguntó a los votantes el viernes tarde qué pensaban y halló que, en su mayoría, las noticias habían fortalecido las opiniones ya existentes, pero que también podrían jugar un papel importante.
“Alrededor de un tercio de los posibles votantes afirma que es menos probable que apoyen a Clinton tras el anuncio del director del FBI, James Comey”, indica el analista Gary Langer. “Según otros análisis, el 63% señala que no marca la diferencia”, añade.
Solo el 7% de los partidarios de Clinton creen que las últimas noticias marcarán la diferencia, pero esto aumenta “mucho más entre los grupos ya predispuestos a no votar a Hillary”, según el sondeo.
“Las posibilidades de una desmovilización entre los partidarios de Clinton o un impulso en el resurgimiento de los de Trump puede ser motivo de preocupación en la campaña de Clinton, especialmente porque esta dinámica ya estaba en marcha”, explica Langer. “La intención de voto en los grupos de apoyo a Trump ha aumentado durante la última semana, al tiempo que la intensidad de las críticas sobre él ha decaído”.
La idea de que el FBI no cambie opiniones sino que las refuerce, y por consiguiente también la participación, se defendió también en una encuesta de votantes en 13 estados disputados. Esta encuesta de la CBS muestra que solo el 5% de los demócratas dicen que el último episodio de los correos puede que haga menos probable su apoyo a Clinton. Este porcentaje aumenta hasta más del 25% entre republicanos registrados.
El futuro de una investigación criminal
Este riesgo ayuda también a explicar la fiereza de las peticiones demócratas al FBI para exonerar a Clinton de manera urgente. Muchos leales están convencidos de que el último tesoro escondido de correos, descubierto en material compartido por la asistente de Clinton Huma Abedin y su exmarido, Anthony Weiner, es irrelevante.
Incluso si algunos muestran que más información clasificada circuló a través del sector privado, no debería cambiar la anterior decisión del FBI de que una acusación criminal sería injusta sin evidencias de intencionalidad o encubrimiento.
Pero mientras esto no se aclare de forma categórica, puede que se mantenga la duda persistente de que el FBI sospecha lo contrario. No todo el mundo estará preparado para dar a Clinton el beneficio de la duda. Algunos estudios han mostrado que solo el 11% de los votantes califica a Clinton como “honesta y de confianza”, una cifra más baja incluso que la de Trump, del 16%.
Aunque puede no ser suficiente para inclinar la balanza, ser candidato a la presidencia y enfrentarse a una posible investigación criminal nunca es positivo.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti