Cuando llegaron los equipos de rescate, no quedaba nadie vivo. Durante casi una semana, los desesperados habitantes del barrio habían buscado entre los escombros, buscando a unas 130 personas (la última actualización en The Guardian habla de al menos 150 personas) que habían quedado enterradas después de que tres casas de un suburbio de la zona occidental de Mosul fueran destruidas por ataques aéreos de la coalición (dirigida por EEUU contra ISIS).
La imagen completa de la carnicería comenzó a quedar clara el viernes, cuando se recuperaron 20 cadáveres. Se cree que decenas más continúan enterrados en lo que podría ser el incidente más trágico para los civiles en la guerra contra Estado Islámico (ISIS).
Los equipos de emergencia en Yadida, suburbio de Mosul, llegaron desde Bagdad pero no pudieron entrar en la zona hasta el miércoles, cinco días después de que los ataques aéreos alcanzaran a las casas donde los residentes se habían refugiado para protegerse de los combates entre ISIS y las fuerzas iraquíes.
Los vecinos dicen que se recuperaron al menos 80 cadáveres de una sola casa, donde los responsables del barrio habían recomendado a la gente que se refugiara. Los trabajos continúan entre las ruinas de la casa y de otros dos edificios cercanos, que quedaron pulverizados en unos ataques descritos como “constantes y terribles”.
Los militares norteamericanos afirman que han iniciado una investigación. El coronel Joseph Scrocca, del mando militar dirigido por EEUU en Bagdad, dice que “la coalición ha iniciado una valoración de la credibilidad de la denuncia de bajas civiles en Mosul”.
La destrucción se produjo en un distrito que la pasada semana se había convertido en la línea del frente en la batalla de Mosul. Los habitantes afirman que los miembros del ISIS habían colocado un francotirador en la azotea del edificio en el que se había escondido el mayor número de personas. Esto suscita interrogantes sobre las reglas de combate en la guerra contra el grupo terrorista, después de que dos recientes ataques aéreos norteamericanos en Siria se saldaran con la muerte de al menos 90 personas, casi todas ellas civiles.
Los habitantes de Yadida en Mosul afirman que no había miembros del ISIS escondidos entre los civiles, aunque decenas de sus combatientes habían estado intentado defender la zona en un ataque de las fuerzas especiales iraquíes.
“Todos nos conocemos y estamos emparentados”, dice Mayid al-Nayim, de 65 años, junto al cuerpo de su sobrino en un cementerio local. Los sepultureros preparan la tumba mientras la gente llora en torno al cadáver. “Y todas las familias estaban en una de las casas. Somos las familias Yabur, Dulaim y Tai. Ese día, los ataques comenzaron en torno a las ocho de la mañana. Al principio, nos escondimos en esa casa, pero nos fuimos antes de que volvieran los aviones. Hubo tres horas entre nosotros y la muerte”.
“Estos días han sido horribles. Había niños gritando entre los escombros. Nadie vino a ayudarles. La policía nos dijo ayer que no podía hacer nada”.
Otro hombre, Thanom Hander, que ve cómo varias personas retiran piedras y metal, dice que su hijo y su nuera eran los únicos a los que se había podido rescatar. Los dos hijos de la pareja murieron en el ataque. La nuera había perdido ambas piernas.
“Pensaban que el sótano era seguro”, dice. “Esa mañana, oí las bombas y corrí hacia la casa. Había civiles gritando. No pude hacer nada”.
“Caían muchas bombas sobre nosotros, y de repente vi que todo se venía abajo sobre nosotros”, dice en la clínica en la que le están atendiendo, el hijo de ese hombre, Alí Hander. “Quedamos enterrados durante diez horas hasta que nos sacaron los vecinos. Perdí a mis hijos”.
Refugiados en los sótanos
ISIS ha sido acusado en muchas ocasiones de utilizar a civiles como escudos humanos colocando armas y combatientes en la parte superior de las casas. La mayoría de los residentes de la zona afirma que aunque había miembros del grupo en la azotea de al menos una de las casas, los que se refugiaron en el sótano lo hicieron de forma voluntaria.
Mustafá Aluán, un comerciante local, no está de acuerdo. “Mi primo y mi hermana fueron a esa casa”, dice mientras señala las ruinas en las que hay gente trabajando. “ISIS les obligó a ir allí. Les apuntaron con armas y les hicieron entrar. Los perdí a los dos”.
Otro hombre, Subán Ismaíl Ibrahim, dice que su esposa y tres hijos murieron en la misma casa. “Un niño tenía cuatro años; el otro, uno; y el tercero, menos de tres meses”. Hablando con mucha calma, añade: “Los he perdido a todos, y el mundo deber saber lo que les ocurrió”.
Los oficiales iraquíes suelen ser los responsables de solicitar los ataques aéreos, que luego son coordinados con los centros operativos dirigidos por EEUU después de que reciban la aprobación de mandos militares. Sobre el terreno, fuerzas de la coalición guían las bombas a los objetivos designados.
Donald Trump ordenó una revisión de las normas de combate marcadas por su antecesor, que había insistido en que se tuviera una seguridad “casi total” de que no habría bajas civiles antes de aprobar los ataques aéreos. Aunque aún no ha sido finalizada, existe una creciente preocupación de que el hecho de que se haya ordenado esa revisión ha hecho que el nivel de exigencia haya bajado.
En respuesta a una pregunta anterior sobre un ataque aéreo sobre Raqqa que causó un alto número de víctimas esta semana, el mando militar norteamericano en Irak negó que haya habido “cambios recientes en los procedimientos para aprobar ataques aéreos en la anterior o actual Administración”. Pero dijo que en diciembre el jefe de las operaciones, el general Stephen Townsend, “delegó la autoridad para aprobar ciertos ataques en los mandos militares sobre el terreno” con el fin de agilizar la ayuda a las fuerzas iraquíes en sus difíciles combates en Mosul. Esos ataques “aún están sujetos al mismo escrutinio y control que antes”, dijo el mando militar.
“Esto es un crimen enorme”
“¿Es suficiente que haya un francotirador del ISIS en la azotea para enviar un avión a que destruya una casa con una bomba?”, se pregunta Mayid al-Nayim en el cementerio. “La bombardearon muchas veces. Querían destruir todo lo que hubiera dentro”.
“Después de eso, necesitábamos material para rescatar a la gente. Aunque fuera sólo un bulldozer. Cualquier cosa. Los corruptos del Gobierno no podían ayudarnos y no lo habrían hecho si hubieran podido. Esto es un crimen enorme”.
En una cercana base iraquí, un comandante de las fuerzas especiales se muestra incómodo cuando se le comunican los hechos sobre el desastre: “Esa no es nuestra zona y no sabemos nada. Nosotros también hemos perdido gente, unos 20 compañeros luchando contra un enemigo de todo el pueblo”. Un rato después, se encoge de hombros y dice: “¿Qué podemos hacer? Es la guerra”.