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The Guardian en español

Israel ha conseguido matar a Yahya Sinwar en Gaza, pero lo ha hecho por casualidad y sin un plan para ello

El líder de Hamás Yahya Sinwar (centro) en la Ciudad de Gaza en una imagen de archivo de abril de 2022.

Julian Borger

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Tras un año de persecución con la tecnología más avanzada, las mejores fuerzas especiales israelíes y la ayuda de Estados Unidos, Yahya Sinwar parece que al final murió asesinado por soldados regulares que se encontraron con él por causalidad y que ni siquiera sabían a quién habían matado.

La cabeza de Sinwar, escurridizo líder de Hamás y cerebro de los ataques del 7 de octubre contra Israel, era la más buscada por Israel. Según las primeras informaciones, los soldados no formaban parte de una operación para asesinarlo y ni siquiera tenían información de que pudiera estar cerca. No se dieron cuenta de que Sinwar era la persona que habían matado hasta que observaron de cerca su rostro y encontraron sus documentos de identidad.

Hasta dar con él, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han destrozado gran parte de la Franja de Gaza y han terminado con la vida de más de 42.000 palestinos, expulsando de sus hogares a 2 millones de personas –casi la totalidad de la población–; un desastre humano que Israel ha ejecutado tras el ataque por sorpresa de Hamás, en el que murieron más de 1.200 israelíes y fueron secuestrados otros 250.

Antes de su muerte, la última vez que Sinwar había sido visto fue pocos días después del ataque del 7 de octubre, cuando apareció en la penumbra de un túnel subterráneo de Gaza para hablar a un grupo de rehenes. En hebreo fluido, perfeccionado durante sus más de 22 años en una cárcel israelí, Sinwar les aseguró que estaban a salvo y que pronto serían canjeados por presos palestinos.

Una de las rehenes era Yocheved Lifshitz (85), veterana activista por la paz del kibutz Nir Oz, quien replicó al líder de Hamás: “Le pregunté cómo era posible que no le diera vergüenza hacer algo así a gente que había apoyado la paz todos estos años”, dijo la mujer al diario Davar cuando fue liberada, tras 16 días de cautiverio. “[Sinwar] no contestó, se quedó callado”.

Meses después, el Ejército israelí encontró un vídeo que había sido grabado por las cámaras de seguridad de Hamás aproximadamente a las mismas horas de ese día, 10 de octubre. En él se veía a Sinwar siguiendo a su mujer y a sus tres hijos por un estrecho túnel hasta desaparecer en la oscuridad.

Fuerza bruta, teconología avanzada y masacre de civiles

La feroz cacería humana que desató Israel tras los atentados ha requerido una combinación de fuerza bruta y tecnología avanzada. Los perseguidores de Sinwar han demostrado su disposición a llegar a cualquier extremo para matar al líder de Hamás y destruir su entorno, incluso a costa de una masacre de víctimas civiles.

Bajo la autoridad de la Agencia de Seguridad Israelí (más conocida como Shabak o Shin Bet), el equipo de cazadores estaba formado por oficiales de espionaje, unidades de operaciones especiales de las FDI, ingenieros militares y expertos en vigilancia. Un grupo con motivos institucionales y personales para hacerse perdonar los fallos de seguridad que hicieron posible el atentado del 7 de octubre.

A pesar de ello, han pasado por más de un año de frustraciones. “Si cuando empezó la guerra me hubieran dicho que [Sinwar] seguiría vivo [un año después], me habría parecido increíble”, admitió Michael Milshtein, exjefe de la sección de Asuntos Palestinos de la Inteligencia Militar de Israel (conocido como Aman). “Pero recuerde que Sinwar se preparó para esta ofensiva durante una década, a los servicios de espionaje de las FDI les sorprendió mucho el tamaño y longitud de los túneles bajo Gaza, y su sofisticación”.

Algunos miembros de la defensa israelí pensaban que Sinwar se rodearía de rehenes para usarlos como escudos humanos, aunque otros sostenían que eso retrasaría sus movimientos y pondría a las personas de su entorno en el punto de mira. Es verdad que el riesgo de terminar con la vida de rehenes no impidió a las FDI lanzar bombas de 900 kilos contra objetivos en los que decían que podía haber dirigentes de Hamás.

Según la información proporcionada por Israel, finalmente no se encontró rastro de los rehenes en las inmediaciones de Sinwar cuando fue descubierto y asesinado. Al parecer, estaba en compañía de solo dos hombres.

Si un atributo compartían los perseguidores de Sinwar era la experiencia: los asesinatos selectivos han sido una estrategia fundamental del Ejército desde la creación del Estado de Israel. El país ha asesinado a más personas que ningún otro del mundo occidental desde la Segunda Guerra Mundial.

Dentro del Cuerpo de Ingenieros de Combate, la sección especial Yahalom tiene más experiencia en la guerra de túneles que ninguna similar en Occidente, además de disponer de los radáres estadounidenses de última generación para este tipo de infraestructuras. Tras décadas espiando las comunicaciones de Hamás, la unidad clandestina israelí 8200 es líder mundial en guerra electrónica.

El Shin Bet perdió muchas de sus fuentes en Gaza en 2005, cuando Israel puso fin a su presencia dentro del territorio, pero desde que en octubre de 2023 comenzó la invasión por tierra ha trabajado mucho para reconstruir la red de informantes, reclutándolos entre los flujos de palestinos que huían desesperados de la embestida.

Antes del letal encuentro del jueves y pese a las formidables capacidades del grupo de trabajo creado para atrapar a Sinwar, sólo en una ocasión estuvo cerca de alcanzarlo. Fue a finales de enero en un búnker bajo su ciudad natal, Jan Yunis, en el sur de Gaza. En su huida, el líder había dejado ropa y más de un millón de shekels [unos 250.000 euros] en fajos de billetes. Aunque algunos pensaron que era una señal de pánico al escapar, la última valoración es que Sinwar se había marchado de allí días antes del asalto al búnker por parte de las fuerzas israelíes.

Sinwar, incomunicado

Una de las hipótesis del equipo dedicado a rastrearlo era que Sinwar había abandonado cualquier tipo de comunicación electrónica, consciente como era de las habilidades y herramientas tecnológicas de sus perseguidores.

En la cárcel israelí Sinwar no sólo estudió hebreo. También, los hábitos y cultura de su enemigo. Según Milshtein, que ahora trabaja en la Universidad de Tel Aviv dentro del Centro Moshe Dayan de Estudios sobre Oriente Medio y África, Sinwar “entiende de verdad los instintos básicos y los sentimientos más profundos de la sociedad israelí”. “Estoy bastante seguro de que cada movimiento que hace tiene como fundamento su comprensión de Israel”, aseguró.

Durante su año en la clandestinidad, Sinwar mantuvo la comunicación con el mundo exterior, aunque con aparente dificultad. Las largas e infructuosas negociaciones para un alto al fuego, con la mediación de Egipto y Qatar, se veían interrumpidas a menudo por el tiempo que pasaba entre el envío de los mensajes al comandante subterráneo y su respuesta.

La teoría dominante es que para mantenerse al mando, Sinwar usaba a mensajeros, empezando por su hermano Mohammed, alto mando militar en Gaza. Estas personas integraban una pequeña y cada vez más selecta camarilla de ayudantes en los que confiaba.

El equipo que lo perseguía apostaba en la necesidad de Sinwar de usar a mensajeros para dar órdenes y controlar las negociaciones sobre los rehenes. Confiaban en que los mensajeros terminaran por ser su perdición, como lo fueron para Osama bin Laden, cuyo escondite en Abbottabad (Paquistán) fue descubierto siguiendo a uno de ellos, tras años de búsqueda por parte del equipo estadounidense que lo rastreó.

Se cree que también fue un mensajero el que condujo a los rastreadores a Mohammed Deif, el mayor trofeo de guerra israelí antes de Sinwar. A las 10.30 de la mañana del 13 de julio, el veterano comandante de Hamás y primero en la lista de los más buscados por Israel desde 1995, salió a tomar aire de un escondite cerca del campo de desplazados en Al Mawasi. Lo acompañaba Rafaa Salameh, un lugarteniente cercano.

Según la versión de las FDI, las bombas lanzadas por los cazas israelíes mataron a los dos en un instante. También a decenas de palestinos. Pero según Hamás, Deif no ha muerto. Lo cierto es que no ha sido visto desde entonces.

Muchos miembros de los servicios de seguridad israelíes lamentaron la aparente oportunidad histórica que desaprovecharon en septiembre de 2003, cuando sus aviones estaban preparados para bombardear la casa donde se reunía toda la cúpula de Hamás. En lugar de arrasar toda la edificación con una lluvia de bombas, por temor a las víctimas civiles, tras discusiones en la cadena de mando militar, la aviación israelí lanzó un misil de precisión contra la supuesta sala de reuniones. Se equivocaron de sala y los dirigentes de Hamás sobrevivieron.

La probabilidad de matar a un número elevado de civiles había dejado de ser un obstáculo en julio de 2024. Para el ataque contra Deif, la aviación utilizó bombas de 900 kilos, las mismas cuyo envío había suspendido la Administración Biden en mayo por su destrucción indiscriminada. Aparentemente, Israel lanzó ocho de esas bombas el 13 de julio. Murieron 90 palestinos y casi 300 resultaron heridos.

Asesinar a un líder destacado

Según Yossi Melman, coautor de 'Espías contra el Armagedón' y autor de otros libros sobre el espionaje israelí, es posible que Deif cometiera un error que Sinwar había logrado evitar. “Tal vez, Deif era más arrogante o, tal vez, se dijo a sí mismo 'intentaron matarme tantas veces, perdí un ojo y un brazo pero incluso así sobreviví, así que tal vez Dios esté conmigo'”. “El Shabak y el Ejército estaban esperando esta oportunidad, la base de todos estos asesinatos selectivos es esperar un pequeño error de la otra parte”, explicó Melman.

El año pasado, la posibilidad de un acuerdo para el exilio de Sinwar estuvo sobre la mesa en las conversaciones de El Cairo y Doha. Hubo quien sugirió que Sinwar podría haber cruzado la frontera y estar escondido en territorio egipcio, en un túnel de la ciudad de Rafah. Pero estas teorías subestimaban el celo ideológico de un hombre que había ascendido en las filas de Hamás destacándose como verdugo de supuestos informantes.

“Está en lo más básico de su ADN, quedarse en Gaza y luchar hasta la muerte, preferirá morir en su búnker”, predijo hace unos meses Milshtein, que en el Servicio de Inteligencia Militar se dedicaba a estudiar a Sinwar y a otros dirigentes de Hamás.

Si eso es cierto, Sinwar ha muerto cumpliendo con su deseo. Dada la determinación de las dos partes, tal vez esta muerte estaba escrita en su destino. Sinwar nunca se iría ni se rendiría y, si la caza dirigida por los servicios de espionaje de alta tecnología fracasaba, Israel arrasaría con Gaza hasta matarlo definitivamente.

Otra cuestión es que su muerte sirva para detener la guerra. Como dijo Ram Ben-Barak, exsubdirector del Mossad (servicio de Inteligencia exterior), tras la caída de Sinwar “vendrá otro”. “Es una guerra ideológica, no una guerra de Sinwar”.

“Después de casi 50 años de asesinatos, entendemos que esto es una parte fundamental del juego. A veces hay que asesinar a un líder muy destacado”, afirmó Milshtein. “Pero empezar a pensar que eso cambiará las reglas del juego y que una organización ideológica se derrumbará por matar a uno de sus líderes es un error total”, añadió. “No se puede fantasear, esto no va a terminar con la guerra”.

Traducción de Francisco de Zárate

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