Lejos quedan aquellas imágenes de los ciudadanos saliendo al balcón a tocar instrumentos, cantar y decirse unos a otros “andrà tutto bene” (“todo va a ir bien”) a los pocos días de que las medidas de confinamiento entraran en vigor en Italia. Tres semanas después, en vez de canciones en las ventanas hay un malestar social en aumento, con una parte importante de la población dándose cuenta de que no, no todo va a ir bien, especialmente en el sur, la región más pobre del país.
“Ya no cantan ni bailan en los balcones”, dice Salvatore Melluso, sacerdote de Cáritas Diocesana en Nápoles. “Ahora la gente tiene más miedo. No tanto del virus, sino de la pobreza. Hay muchos sin trabajo y pasando hambre. Las colas en los bancos de alimentos son largas”.
En el sur de Italia ha habido muchas menos muertes de pacientes con coronavirus que en las regiones del norte más afectadas, pero la pandemia está teniendo graves repercusiones en la forma de ganarse la vida. Las tensiones aumentan a medida que la gente se queda sin alimentos y sin dinero en las zonas del sur más pobres de Campania, Calabria, Sicilia y Apulia.
Se ha informado de presiones contra los propietarios de pequeños comercios para que distribuyan alimentos gratuitamente y, en algunas zonas, la Policía patrulla los supermercados para evitar robos. Los trabajadores autónomos o los que tienen contratos sin prestaciones sociales han perdido sus ingresos y es posible que muchas pequeñas empresas no vuelvan a abrir.
“Esta situación nos está dejando sin recursos”
Paride Ezzine, camarero en Palermo (Sicilia), ya no recibe ningún salario. “Obviamente, debido al cierre general, el restaurante cerró”, explica. “Tengo una esposa y dos hijos y estamos viviendo de nuestros ahorros, pero no sé cuánto tiempo durarán, le he pedido a mi banco que retrase los pagos pero me dijeron que no. Esta situación nos está dejando sin recursos”.
Las consecuencias de las medidas de aislamiento, que -según el ministro de Sanidad- serán prorrogadas hasta el 13 de abril, también las sienten las 3,3 millones de personas que se estima que viven de la economía informal en el país. Según los últimos datos de CGIA Mestre, una asociación de pequeñas empresas con sede en Venecia, más de un millón residen en Campania, Sicilia, Apulia y Calabria.
“En realidad, no sabemos cuántos trabajan en negro ya que estas cifras son solo estimaciones”, dice Giovanni Orsina, profesor de ciencias políticas de la Universidad Luiss de Roma. “Pero hay un número importante de personas que viven día a día con trabajos ocasionales. También hay muchos comerciantes, o profesionales que trabajan por su cuenta, con ahorros moderados que se agotarán a medida que se prolongue el encierro”.
400 millones para vales de comida en los municipios
Ante el creciente malestar social, el primer ministro Giuseppe Conte ha adelantado un fondo de solidaridad de 4.300 millones de euros a todos los municipios y añadido otros 400 millones que recibirán los alcaldes para ser transformados en vales de comida. Pero los alcaldes han protestado que consideran que los fondos, especialmente los dedicados a los vales de comida.
“No es suficiente, en absoluto”, dice Salvo Pogliese, alcalde de Catania. “Esperábamos más y confío en que el Gobierno encuentre una forma de hacerlo. La situación es extremadamente delicada, ya que una parte importante de la población no tiene ingresos. Gente que antes vivía con dignidad ahora está pasando dificultades”.
Otro problema es que gran parte de los 4.300 millones de euros adelantados, que tendría que haber sido entregados en mayo, ya había sido asignada para el gasto de otras áreas del municipio. “Si el Gobierno espera que este dinero se utilice para alimentar a la gente, entonces los municipios no tendrán dinero para otras cosas”, dice Orsina.
“Y el nuevo paquete de 400 millones de euros, si lo divides entre todos los municipios, se queda en migajas. Lo que han hecho ha sido pasar el problema a los alcaldes. Ahora los italianos irán a los alcaldes a pedir un dinero que no podrán dar. Crearon expectativas que no podrán ser satisfechas”, prosigue.
También hay señales de que las organizaciones criminales están aprovechándose de la situación. Se está investigando un grupo de Facebook llamado “Revolución Nacional” que incita a la gente a saquear supermercados.
“Las personas detrás de ese grupo son las que, antes del cierre, se ganaban la vida robando en casas y tiendas”, dice un miembro en Sicilia de la brigada antiterrorista de la Policía italiana (Digos). “Pero con algunas de estas actividades criminales en espera, debido al confinamiento, las únicas tiendas que quedan abiertas para robar son supermercados y farmacias. Es gente que, debido a la pobreza rampante del sur, suele sobrevivir gracias a las actividades criminales, pero ahora no les está yendo tan bien”.
Leoluca Orlando, alcalde de Palermo, ha pedido al Gobierno que fije un “ingreso de supervivencia” para los ciudadanos más pobres por temor a que “los grupos criminales puedan provocar actos de violencia”.
Las autoridades locales también temen que la mafia aproveche el aumento de la pobreza para reclutar gente. “Las organizaciones criminales tienen mucho dinero y la gente podría terminar trabajando para ellas, y una vez que se empieza en eso no hay vuelta atrás”, dice Orsina.
Mientras tanto, el cobro de impuestos para las pequeñas empresas se han interrumpido, pero no se ha suprimido. Eso significa que cuando vuelvan a abrir tendrán que buscar dinero para pagarlos, pese a la pérdida de ingresos sufrida.
Para los que pueden solicitar apoyo financiero, la burocracia es asfixiante. “La burocracia es el verdadero enemigo de este país y este problema es imposible resolver en una situación de crisis”, dice el profesor de la Universidad Luiss Massimiliano Panarari. “La gente puede haber tratado de mantener el ánimo alto al principio del confinamiento, pero ahora sus pensamientos están volviendo a la amarga realidad de un país terriblemente frágil”.