“La igualdad nunca ha sido más necesaria”
Cuando tenía ocho años, Katrín Jakobsdóttir ya leía las novelas de misterio de Agatha Christie. Veinte años después, su trabajo de final de máster se centró en las obras del escritor Arnaldur Indridason, un referente de la novela negra nórdica. En lo que a la literatura se refiere, los crímenes son lo suyo.
Esta especialidad podría serle útil en su trabajo en la vida real como primera ministra de Islandia y como la líder europea más joven. Jakobsdóttir tiene ahora 42 años. “En las novelas negras tienes que desconfiar de todos y la política es, en términos generales, así”, dice medio en broma.
Islandia se vio obligada a prácticamente ponerse de rodillas tras la crisis financiera de 2008 y desde entonces se ha visto sacudida por una sucesión de escándalos éticos y económicos que han desconcertado profundamente a los votantes, que se han alejado de la política por considerar que el amiguismo y la corrupción de la clase política y empresarial es estructural y suele quedar impune.
Como consecuencia de todo ello, Jakobsdóttir, una mujer menuda y dinámica, se ha convertido en la cuarta primera ministra que tiene el país en dos años. Socialista, feminista y defensora del medio ambiente, es la líder del movimiento de Izquierda-Verde y sus objetivos en torno al cambio climático, la igualdad de género y los servicios públicos son ambiciosos.
Probablemente el reto más difícil que tiene ante sí es cambiar la mentalidad política de esta isla del Atlántico Norte y restaurar la confianza en la clase política de sus 340.000 habitantes mientras lidera una complicada coalición formada con los dos partidos conservadores más estrechamente asociados con los escándalos que han sacudido al país.
“Recuperar la confianza en los políticos”
“El sistema político islandés ha tenido muchos vaivenes y los ciudadanos ya no confían en sus políticos”, explica Jakobsdóttir en una entrevista que tiene lugar en su despacho de Reykjavik. “No los culpo pero necesitamos pensar cómo podemos volver a recuperar la confianza en la clase política”.
Señala que muchos votantes de izquierdas todavía están “muy enfadados conmigo” por su decisión de formar una coalición de izquierda-derecha tras las elecciones parlamentarias de octubre, las quintas en Islandia desde 2017. Ha formado coalición con el Partido de la Independencia, un partido conservador que ha integrado prácticamente todos los gobiernos de Islandia desde 1944, y el partido de centroderecha Progresistas.
El líder del Partido de la Independencia, Bjarni Benediktsson, se ha visto envuelto en muchos escándalos. Es el anterior primer ministro pero estuvo menos de un año en el cargo ya que el Gobierno se desmoronó cuando se supo que encubrió durante meses que su padre había escrito una carta en defensa de un conocido pederasta (condenado por abusos sexuales a su hija menor de edad).
Después de que The Guardian publicara la noticia, Benediktsson también se enfrentó a preguntas incómodas sobre la venta cuando todavía era primer ministro de su participación valorada en millones de coronas islandesas en un fondo de inversión de un gran banco islandés, justo cuando el Gobierno se estaba haciendo con el control de un sector financiero en quiebra durante el punto más álgido de la crisis.
Su nombre también aparece en la filtración de los Papeles de Panamá, lo que precisamente provocó la dimisión del primer ministro que lo precedió, Sigmundur Davíð Gunnlaugsson, líder del Partido Progresista. Gunnlaugsson tuvo que dimitir cuando salió a la luz que su familia tenía dinero en paraísos fiscales.
Una coalición polémica
Jakobsdóttir es escritora y académica, madre de tres hijos, hija de una psicóloga y hermana de gemelos que son profesores universitarios. Sus amigos afirman que la política, a la que los islandeses llaman por su nombre de pila, como es habitual en el país, tiene bajo su control a Benediktsson, su ministro de Economía, y al actual líder del Partido Progresista, Sigurður Ingi Jóhannsson, que es ministro de Transporte.
Como es lógico, ella no quiere dar más detalles de esta relación y se limita a afirmar que “los conoce bien” y que “todo va bien”. Sí ha afirmado que, con o sin escándalos, formar gobierno con dos pesos pesados de derechas y dominantes fue lo correcto.
Para empezar, los escándalos financieros se remontan a un contexto, anterior a la crisis, en el que prácticamente “no había un código ético para los políticos, normas y leyes sobre posibles conflictos de intereses”, señala. “Esta situación, absolutamente desconcertante, ha terminado”.
Y además, explica: “Lo miré desde un punto de vista práctico, no moral. Pensé que teníamos que encararnos a una situación, cambiar el sistema y necesitábamos que todos participaran en esta renovación. No era la mejor opción decir no, no voy a trabajar contigo porque creo que tu comportamiento fue moralmente incorrecto”.
Los códigos éticos no son como las “leyes convencionales”, subraya Jakobsdóttir. “Se cumplen cuando todos aceptan que tienen que seguir unas normas de comportamiento. También tenemos que analizar si este código funciona, esto es lo que estamos haciendo ahora”.
Islandia se ha desarrollado tarde, tanto económica como políticamente, y necesita “una transformación profunda para recuperar la confianza de los ciudadanos”, señala la política. “Al hacerlo de esta manera, con partidos políticos muy distintos, tanto en lo relativo a su ideología política como en su mentalidad, trabajando unidos… es una apuesta. Creo que es una oportunidad para que nos reinventemos”.
Los logros del Gobierno de coalición serán la prueba de si esta apuesta es la acertada. En las elecciones al parlamento de Islandia (Alþingi) ganó por una escasísima mayoría, ya que consiguió 35 de los 63 escaños. De los cuatro gobiernos más recientes de Islandia, sólo uno, el gobierno de izquierdas en el que Jakobsdóttir fue ministra de Educación a partir de 2009, ha conseguido cumplir un mandato completo de cuatro años.
Sin duda se ha fijado objetivos ambiciosos, el primero de los cuales es aumentar el gasto público en salud, educación y transporte tras años de austeridad. Después de la crisis de 2008, tres de los principales bancos del país se hundieron con un pasivo que era 11 veces el PIB del país. El mercado bursátil cayó un 97%, el valor de la corona islandesa se redujo a la mitad e Islandia se convirtió en el primer país de Europa Occidental en 25 años que se vio obligado a pedir un rescate al FMI.
“La igualdad nunca ha sido más necesaria”
Ahora, con la reforma del sector bancario, un crecimiento del 4,9% en 2017 y una tasa de desempleo del 2,5%, la economía se ha recuperado en un contexto de un boom turístico sin precedentes. Sin embargo, señala Jakobsdóttir, no todos se han beneficiado de esta mejoría y no se ha traducido siempre en mejor infraestructura pública.
En lo relativo al medio ambiente, Islandia aspira a ser un país neutral en emisiones de carbono en 2040, un objetivo mucho más ambicioso que el fijado por el Acuerdo de París sobre Cambio Climático. “Es viable”, afirma Jakobsdóttir con convicción. “Islandia tiene fuentes de energía renovable. Así que partimos con ventaja. Una vez más, no lo lograremos si no lo hacemos entre todos”.
También está decidida a que el país haga más progresos en lo relativo a la igualdad de género. Este mes, Islandia se convirtió en el primer país del mundo en imponer un estándar de igualdad salarial. “Islandia no es el paraíso de la igualdad de género”, puntualiza. “Hemos dado pasos en la buena dirección, pero hay menos parlamentarias ahora que en la anterior legislatura. Todavía no podemos hablar de una igualdad de género perfecta”.
“Como ha ocurrido en otros países, la revolución #MeToo también ha servido para que tomemos conciencia”, afirma Jakobsdóttir, ya que ha recordado que la desigualdad estructural y los juegos de poder masculinos siguen vigentes. Luchar contra la violencia de género y la discriminación será una “prioridad absoluta”, empezando por las instituciones de Gobierno y los partidos políticos.
A pesar de todos los retos, se siente cautelosamente optimista respecto al futuro de la izquierda: “Creo que la política de este siglo va a girar alrededor del debate izquierda-derecha y se hablará del hecho de que el salario de muchas personas no les alcanza para vivir, los derechos humanos… cómo tratamos a la gente. La igualdad nunca ha sido más necesaria. No importa cómo lo hagamos posible”.
Traducido por Emma Reverter