Basta de tacones altos en el trabajo. Un grupo de mujeres japonesas ha pedido al Gobierno que termine con el requisito de llevarlos en la oficina algo que, según las activistas, sigue siendo obligatorio en muchas empresas japonesas.
La actriz y escritora independiente Yumi Ishikawa ha iniciado la campaña con el hashtag #KuToo, un juego de palabras que rápidamente se ha viralizado porque combina la palabra japonesa para zapatos, kutsu, con la que designa al dolor, kutsuu.
“Hoy hemos presentado una solicitud para que se prohíba, por considerar discriminación y acoso sexual que los empleadores obliguen a las mujeres a usar tacones”, ha declarado Ishikawa a los periodistas tras una reunión con el Ministerio de Trabajo.
La actriz ha contado que una de las personas con las que ha hablado en el Ministerio “era mujer y simpatizaba con nuestra petición”. “Nos dijo que era la primera vez que una solicitud de este tipo llegaba al Ministerio; es el primer paso”, ha señalado la activista.
Para varios expertos, el caso subraya la profundamente arraigada misoginia de Japón. El diputado Kanji Kato, miembro del partido en el Gobierno, aseguró en 2018 que las mujeres debían tener varios hijos y que las que preferían permanecer solteras terminarían convirtiéndose en una carga para el Estado.
A principios de 2019, Ishikawa se quejó en Twitter por el requisito de llevar tacones altos para las empleadas de hotel. Inició la campaña cuando ese tuit se hizo viral y como parte del movimiento mundial contra el acoso #MeToo. “Cuando me di cuenta de que había tanta gente con el mismo problema, decidí lanzar la campaña”, ha reconocido.
Para las activistas, los zapatos de tacón son el equivalente moderno de los pies vendados. También ha habido peticiones para relajar otros códigos de vestimenta en el lugar de trabajo, como el ubicuo traje de negocios para hombres.
En el Reino Unido, más de 150.000 personas firmaron una petición similar contra la exigencia laboral de tacones altos en solidaridad con Nicola Thorp. En mayo de 2016, Thorp acudió a su primer día de trabajo como recepcionista temporal para la empresa de auditoría PwC negándose a usar tacones de entre 5 y 10 centímetros. Le espetaron que se fuera a casa.
Con el caso Nicola Thorp se creó una comisión de diputados para investigar los códigos de vestimenta en el lugar de trabajo. Descubrieron otras ocupaciones que también exigían a las mujeres el uso de tacones, incluso trabajos que requerían caminar largas distancias o subir escaleras llevando equipaje pesado, alimentos y bebidas. A pesar de todo, el gobierno británico se negó a cambiar su legislación, alegando que la Ley de Igualdad de 2010 ya preveía un sistema de compensación.
En 2015, el director del Festival de Cine de Cannes pidió perdón por negar el acceso a la alfombra roja a las mujeres que no llevaran tacones altos. Cannes mantuvo su código de vestimenta a pesar de la protesta de la actriz Julia Roberts, que un año después acudió descalza.
En 2017, la provincia canadiense de British Columbia prohibió que las empresas obligasen a sus empleadas a llevar tacones altos, una práctica que se consideró peligrosa y discriminatoria.
A principios de este año, Norwegian Air ha sido el blanco de todas las críticas al exigir una prescripción médica a las mujeres de la tripulación de cabina que desearan usar zapatos planos. La portavoz femenina del Partido Socialista de Izquierda de Noruega, Ingrid Hodnebo, acusó a la aerolínea de estar atrapada en el universo “Mad Men de los años 50 y 60”.
Traducido por Francisco de Zárate