ANÁLISIS

La lentitud de la contraofensiva de Ucrania es un baño de realidad, pero aún puede dar sus frutos

3 de agosto de 2023 22:25 h

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La primera víctima de la contraofensiva de Ucrania fue la ilusión. Cualquier esperanza de que las tropas rusas abandonaran sus trincheras y huyeran ha quedado ya muy atrás en el campo de batalla.

Las fuerzas de ocupación se han mantenido firmes y han conservado en su mayor parte la disciplina en las primeras siete semanas, amortiguando un ataque tras otro, contraatacando a menudo para recuperar el terreno perdido y montando ofensivas propias en Lugansk y otros puntos de la línea del frente en los que percibían debilidad.

Los primeros asaltos ucranianos se encontraron con densos campos de minas solapados. A pesar de toda la atención prestada a la entrega de Leopard y otros tanques occidentales en el periodo previo al lanzamiento de la ofensiva el 4 de junio, los blindados ucranianos no consiguieron asestar el puñetazo necesario para atravesar las líneas.

Los tanques, como habían advertido los expertos militares, no eran una solución por sí solos. Sin superioridad aérea en los cielos y sin un apoyo artillero arrollador, eran vulnerables a los misiles antitanque rusos disparados desde las trincheras y desde naves capaces de atacarlos en el horizonte.

Los ucranianos tenían vehículos de desminado, pero no los suficientes. Eran objetivos prioritarios para los rusos, que aprendieron a apilar minas antitanque unas sobre otras para ponerles trabas.

“No se puede sobrevalorar el papel que están desempeñando estos campos de minas rusos”, dice Matt Dimmick, coronel retirado estadounidense y exdirector del Consejo de Seguridad Nacional para Rusia. “Las historias que estamos escuchando de los frentes es que las unidades ucranianas se encuentran con estas defensas donde las minas en algunos lugares están cada metro o cada dos metros... Y esto requiere que los ucranianos paren, se bajen y muevan a los soldados hacia adelante para despejar esos campos de minas y crear carriles”.

Los ucranianos han adaptado sus tácticas y han pasado a utilizar unidades de infantería del tamaño de pelotones, a menudo de noche, para abrirse paso a través de los campos de minas. Pero eso ha significado que el avance ha sido lento, a velocidad de paseo, con frecuentes paradas y retiradas. Los caminos despejados a través de los campos de minas han vuelto a ser sembrados rápidamente a distancia por drones o artillería rusos.

El tiempo caluroso y lluvioso de este verano ha empantanado el terreno y ha hecho crecer un exuberante matorral en el que los rusos pueden camuflarse.

Mientras que los comandantes rusos han lanzado rutinariamente a convictos y reclutas en ataques masivos sobre campos de minas y bajo fuego de ametralladoras, especialmente en la batalla por la ciudad de Bajmut, al norte de Donetsk, los mandos ucranianos generalmente se preocupan por la vida de sus soldados, por lo que tales asaltos en oleadas humanas no son una opción.

Están apostando más por una batalla de desgaste, utilizando la precisión superior de su artillería para desarticular las defensas rusas y cortar las líneas de suministro.

Al menos hasta ahora, no ha habido señales de una finta espectacular o un engaño importante. En la guerra moderna, que implica una gran vigilancia aérea y electrónica, es casi imposible sorprender.

Los tres ejes de avance

Los ucranianos siguen avanzando en los tres ejes principales con los que iniciaron la contraofensiva.

En el norte de Donetsk, tratan de flanquear a las tropas rusas atrincheradas en las ruinas de Bajmut, que capturaron con un enorme coste humano en mayo, su única victoria significativa desde el verano pasado. Debido a esta importancia simbólica para Moscú, los ucranianos cuentan con la probabilidad de que no permita a los defensores rusos de Bajmut cederla en una retirada táctica, por lo que presionar en el frente tiene el efecto de fijar a un gran número de fuerzas enemigas en la zona e impide que refuercen los puntos débiles que surjan en el frente de 1.000 kilómetros.

En el frente sur, donde se unen la región de Donetsk y la de Zaporiyia, los ucranianos han ido avanzando gradualmente hacia el sur desde Velyka Novosilka, recuperando pequeñas localidades una a una y a duras penas, y celebraron la recuperación de la última, Staromaiorske, a finales de la semana pasada, a menos de 8km de las posiciones de partida ucranianas en junio.

El tercer eje de la contraofensiva, y hasta ahora la aparente prioridad, está en la parte occidental de Zaporiyia, en la orilla este del río Dniéper, donde los ucranianos están intentando abrirse paso al sur de la localidad de Oríjiv, y han alcanzado la aldea de Robotine, a unos 15 kilómetros al sur.

En estos tres ejes de ataque, los ucranianos siguen luchando contra las defensas avanzadas rusas. Ni siquiera han alcanzado las principales líneas fortificadas que tienen por delante.

Cambio en las unidades

Después de siete semanas agotadoras, el comandante ucraniano, Valerii Zaluzhnyi, desplegó tropas de su 10º Cuerpo en el frente de Oríjiv. Había sido reservado como fuerza de segundo pelotón, para asumir la ofensiva cuando la primera oleada, en su mayor parte del 9º Cuerpo, alcanzara la línea defensiva principal de los rusos. En su lugar, el 10º Cuerpo tuvo que ser enviado para intentar terminar el trabajo del 9º.

Las unidades que se están enviando ahora a la batalla proceden en su mayoría de brigadas que se han entrenado y equipado apresuradamente en países de la OTAN durante los últimos meses. Este tipo de unidades se habían desplegado antes de forma fragmentaria, pero esto representa una gran incorporación.

Hasta ahora, y es muy pronto para emitir valoraciones definitivas, su llegada no ha transformado el campo de batalla. Fuentes estadounidenses informaron primero a la prensa de que el despliegue del 10º Cuerpo significaba el comienzo del “empuje principal” de la contraofensiva, pero se retractaron poco después.

Una tendencia que se está perfilando de la contraofensiva es que las recién creadas brigadas ucranianas armadas con armas occidentales no han funcionado tan bien como unidades más experimentadas pero peor equipadas, como la 3ª Brigada de Asalto, que ha formado parte del avance ucraniano más exitoso hasta ahora, hacia la localidad de Klishchiivka, al sur de Bajmut.

Podría decirse que el caso más optimista de las esperanzas fue el de que las tropas ucranianas, entrenadas durante unos meses en países de la OTAN y armadas con material de la alianza atlántica, serían capaces de luchar de inmediato al estilo de la OTAN. Se les pedía que avanzaran sin dos de los requisitos previos que un comandante de la OTAN daría por sentados: una superioridad aérea completa y una potencia de fuego de artillería abrumadora, todo ello estrechamente coordinado.

En general, los oficiales ucranianos recién formados han sido capaces de reproducir lo aprendido a nivel de compañía, pero no a la escala mucho mayor necesaria para abrumar rápidamente las posiciones fijas rusas.

“Creo que es razonable mostrarse escéptico ante la posibilidad de que, con tan poco entrenamiento, se puedan crear unidades cohesionadas capaces de enfrentarse en combate por primera vez a defensas tan bien preparadas”, dice Michael Kofman, investigador principal del programa sobre Rusia y Eurasia de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional.

Es pronto para hablar de fracaso

Aunque no cabe duda de que la contraofensiva no ha estado a la altura de las expectativas generales en las capitales occidentales y va muy por detrás de los calendarios más optimistas, la mayoría de los expertos militares sostienen que es demasiado pronto para declararla un fracaso.

Señalan que algunas grandes ofensivas de la historia, que ahora se consideran éxitos brillantes, tuvieron que perseverar durante una fase de casi estancamiento.

“En la invasión de Normandía, una vez que los aliados alcanzaron la cabeza de playa, también pasaron por un periodo de seis a ocho semanas en el que intentaron atravesar lentamente las defensas alemanas a través de los setos, y avanzaron unas 19 millas desde las cabezas de playa entre seis y ocho semanas después del desembarco del Día D”, dice Dimmick.

Aunque las fuerzas ucranianas han tenido que recuperar territorio en manos rusas de 100 en 100 metros, y sus avances parecen casi insignificantes en el mapa de todo el frente, el éxito no solo se puede medir por el territorio. El impacto del desgaste en las fuerzas rusas puede no ser inmediatamente perceptible, pero podría ser igualmente significativo a largo plazo.

Las unidades de primera línea han quedado mermadas, muchas con menos de un tercio o un cuarto de sus efectivos. Los cohetes Himars donados por Estados Unidos y los misiles Storm Shadow británicos y franceses han causado estragos en la retaguardia rusa, destruyendo depósitos de municiones y centros de abastecimiento.

“Los rusos están bastante inmovilizados”, dice una fuente de inteligencia occidental. “Siguen luchando contra tres ejes, y no están dando muestras de ser capaces de reforzar significativamente ninguno de esos ejes contra un ataque ucraniano sostenido”.

Blogueros militares rusos han descrito imágenes desoladoras de los daños sufridos por las fuerzas rusas y su moral, cuestiones que salieron a la luz cuando el general Ivan Popov, comandante del 58º Ejército de Armas Combinadas ruso, que combate en la región de Zaporyia, dijo el mes pasado que había sido despedido por quejarse de la mala gestión de la guerra por parte de Moscú.

Al otro lado de la ecuación, la entrega de municiones de racimo estadounidenses, ampliamente criticadas por la amenaza permanente que suponen para la población civil, permitirá a la cúpula militar ucraniana mantener la contraofensiva durante unos meses más.

Los esfuerzos por minimizar las bajas ucranianas y la protección que ofrecen los blindados occidentales, incluso cuando están fuera de combate, han hecho que la mayoría de las unidades de asalto no estén tan mermadas como se esperaba. Casi todos los tanques Leopard dañados en combate han sido reparados en talleres polacos.

Zaluzhny y sus altos mandos sabían que no disponían de las herramientas que realmente necesitaban cuando lanzaron la contraofensiva, pero sintieron que el tiempo apremiaba, a medida que los rusos profundizaban sus trincheras y en Occidente aparecían signos de impaciencia y cansancio de los donantes.

Tras la cumbre de la OTAN en Vilna, que no ofreció una vía clara para la adhesión pero garantizó el suministro de armas hasta bien entrado el próximo año, Kiev sentirá ahora un respiro. A falta de una ruptura espectacular de las líneas rusas, puede esperar que la incesante presión acabe provocando una implosión en las asediadas filas rusas.

“No hay ninguna razón por la que los ucranianos no puedan romper la principal línea defensiva rusa”, dice una fuente de inteligencia occidental. “No va a ser fácil, así que no deberíamos rehuirlo”.

Pero la misma fuente añade: “Esto aún no ha terminado”.