No es tan fácil levantar el confinamiento: China obtiene resultados agridulces para el fin paulatino de la cuarentena

Lily Kuo

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En algunas ciudades chinas habían comenzado a celebrar el final de la batalla contra el coronavirus. Sinocare, una empresa del sector biotecnológico de la ciudad de Changsha había convocado a sus empleados a un parque –a un metro de distancia, eso sí– y les pidieron que se quitaran las mascarillas. Según se lee en un artículo publicado en la página web de la ciudad, su Presidente, Li Shaobo, gritó al grupo “¡La guerra contra esta epidemia ha alcanzado un nueva etapa. Quitaos las máscaras y dejad que vuestros sueños vuelen!”.

En Wuhan, una vez recorrida la primera semana completa sin nuevas infecciones, los centros comerciales reabrieron sus puertas y los ciudadanos empezaron a salir paulatinamente a las calles. El martes, Ma Xiaoweu, Director de la Comisión Nacional de Salud, dijo que el país ha contenido el virus y que Wuhan ha alcanzado la cifra de 63.000 pacientes de Covid-19 dados de alta.

Pero el camino rumbo a la recuperación no está exento de baches. El lema Fugong fuchan (“retomar el trabajo, retomar la producción”) que el gobierno ha hecho suyo estas semanas ha arrancado poco a poco. Mientras las autoridades se esfuerzan para que la economía se reinicie tras este cierre nacional sin precedentes, deben garantizar que no se produzca un nuevo estallido.

Los cines abrieron brevemente, sus planes pasaban por atraer espectadores con Harry Potter en tres dimensiones. Pero tuvieron que cerrar de nuevo. En Shanghai, las atracciones turísticas en recintos cerrados han sido suspendidas de nuevo. La ciudad de Jinzhou, en la provincia de Liaoning, anunció el lunes que los bares, cafés, karaokes, locales de Internet y cualquier lugar en el que se celebren actividades culturales en los que la gente pueda reunirse no pueden reabrir. Los negocios que abrieron sus puertas recibieron órdenes de cerrarlas de nuevo y de inmediato.

En la provincia de Sichuan, todo ha cerrado de manera abrupta. Un habitante de la ciudad lo describió así en sus redes sociales: “Estaba a mitad de canción y me dijeron que parara de inmediato. Al menos pude cantar un poco”. Aunque las autoridades dicen que se ha vencido al virus, no todo el mundo lo cree.

La semana pasada, después de que las autoridades levantaran las restricciones en la provincia de Hubei, epicentro de la infección, se registraron disturbios cuando algunos ciudadanos se encontraron con barricadas que les impedían entrar en la vecina provincia de Jiangxi. En algunos vídeos mostrados en redes sociales se ven multitudes que caminan frente a policías antidisturbios, volcando coches de policía y gritando “¡Vamos Hubei!”.

El líder chino Xi Jinping visitó Wuhan en marzo por primera vez desde que comenzó todo, en diciembre. Esa visita significó un punto de inflexión en la crisis. Pero, a pesar de todo, el Gobierno no ha anunciado todavía la nueva fecha para la reunión anual del Parlamento, el encuentro político más importante del año, ya pospuesta a finales de febrero.

Las escuelas sí han comenzado a reabrir. En algunas provincias, el martes algunos estudiantes regresaron a clase, aunque la decisión aún no alcanza al conjunto del territorio. El ministro de educación ha dicho que el examen nacional de ingreso a la universidad se retrasará al menos un mes.

Las autoridades dicen que el país avanza por la senda correcta pero advierte a los gobiernos locales de que no bajen la guardia. En respuesta a una preocupación creciente por los pacientes asintomáticos y que no figuran en las listas de infecciones confirmadas, la Comisión Nacional de Salud ha ofrecido este miércoles los primeros datos al respecto, con 1.367 casos.

Así que, mientras las ciudades alivian algunas de las restricciones impuestas, endurecen otras. Los responsables de Pekín han pedido a sus habitantes que cancelen los planes de viaje que pudieran conllevar reingresar a la ciudad con el virus. El martes, China identificó 48 infectados, todos ellos viajes que regresaban del extranjero, tras cuatro días de descenso en la cifra de nuevos contagiados.

Incluso en un edificio del barrio Shijingshan se ha instalado un “timbre inteligente” en la puerta de un ciudadano que regresó de Hubei para vigilar su cuarentena. “No significa que no confiemos en él, es un requisito para garantizar que la supervisión es estricta”, dijo uno de los empleados municipales a The Global Times.

Traducido por Alberto Arce

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