¿Qué tipo de personas viven en una jungla? ¿Son civilizados? ¿Merecen respeto? ¿Compartimos nuestros valores con ellos? Nuestra percepción de los habitantes de la jungla pasa por los salvajes y cabezas de jíbaro de la época de Tarzan hasta –si nos movemos más en el siglo XXI– los ermitaños perdidos en los bosques tropicales, con sus vidas sencillas pero dignas. En cualquier caso, ¿serían los típicos vecinos que recibirías con los brazos abiertos y podrían integrarse completamente en el Reino Unido actual?
Desde hace varios años, los asentamientos de refugiados de Calais, establecidos en 2002, han sido denominados como “la Jungla”. El campamento fue bautizado así por los propios migrantes en una irónica referencia a sus penosas condiciones.
Pero en esta década, según se ha ido agravando la crisis migratoria en Europa, es evidente que el término es cada vez más problemático. Lo que empezó como una simple broma interna entre un pequeño grupo de personas adquiere un significado muy distinto cuando los medios de comunicación internacionales lo usan en el contexto de las terribles historias que protagonizan los que cruzan nuestras fronteras.
“La batalla de la Jungla” o “el conflicto armado en la Jungla” son dos ejemplos de titulares que se publicaron en las portadas de los tabloides sensacionalistas la semana pasada, cuando las autoridades francesas arremetieron contra los refugiados y derribaron sus casas. El concepto que evocan las portadas es primitivo, de una brutalidad incontrolable, con los bárbaros en las puertas intentando entrar al Reino Unido. ¿Quién querría a este tipo de gente mancillando nuestra tierra verde y encantadora?
El lenguaje eclipsa las historias de personas, que quizá sean profesores, comerciantes o administrativos, sentenciadas por este conflicto y que, después de vagar por todo el continente para encontrar una vida mejor, han terminado en este desgraciado lugar.
Muchos de los refugiados de Calais proceden de Oriente Medio y estas raíces alimentan también otros estereotipos. Según se publican más historias sobre terrorismo, captación de menores, los ataques de Colonia y mutilaciones genitales femeninas, parece que estamos fomentando el miedo ante un mundo musulmán. Es como si cualquier individuo de origen árabe fuese una amenaza potencial para nosotros: otra vez, primitivo, incivilizado y que no es de fiar.
El uso de esta terminología por parte de los medios ha cambiado con el tiempo. En un principio eran “los campamentos de migrantes, conocidos como 'la Jungla'; luego, ”la denominada 'Jungla'; hasta ahora, que se nombra simplemente como la Jungla sin comillas ni citas textuales.
Los periódicos de derechas no son los únicos que emplean el término. Esta descripción ha sido adoptada por los medios de cualquier línea editorial, incluyendo a The Independent, la BBC y The Guardian (aunque este último ha planteado una nueva norma para limitar su uso y asegurarse de que siempre aparezca entre comillas). Incluso la organización Help Refugees, que abastece de suministros esenciales a los campamentos de Calais y Dunkerque, usa el hashtag #CalaisJungle en sus redes sociales.
El prototipo oscuro de la jungla no es una realidad del pasado. En noviembre, el principal viñetista del Daily Mail, Mac, dibujó lanzas, cabezas cortadas y mujeres de una tribu con los pechos al aire para ilustrar una “broma” sobre la ascendencia africana.
Esta concepción inhumana por parte de los extranjeros tiene una larga trayectoria. Cualquier conflicto étnico que azote el enorme continente de África es calificado como “tribal”, como si los guerrilleros siguiesen luchando con lanzas y viviendo en cabañas de barro. Es la manera rápida de despachar las razones –“lo hacen porque son salvajes”– en vez de intentar encontrar los verdaderos motivos: políticos, económicos o históricos.
Hay que comparar esto con las feroces guerras de los Balcanes en Europa, que arrebataron más de 100.000 vidas. Los bosnios, serbios y croatas nunca han sido calificados como “tribus”, y siempre se explica que sus conflictos tenían lugar en el contexto de la Guerra Fría, a raíz de antiguas alianzas y por una disputa entre nacionalismos.
Ignorar la memoria de los pueblos y distorsionar sus historias solo sirve para alimentar los malentendidos y la desconfianza cuando, por nuestro propio bien, deberíamos estar haciendo lo contrario. Creamos o no que los refugiados de Calais deben ser aceptados en el Reino Unido, cualquiera que piense que estas personas son íntegramente humanas, con esperanzas y aspiraciones como todos nosotros, y que sus vidas son igual de valiosas, debería parar de usar un lenguaje que les despoja de su humanidad.
Traducción de Mónica Zas