La lucha de una madre en Afganistán por defender a su hija: “Nos escondimos en sacos de harina para que no se la llevaran”
El pasado 14 de agosto, Mazar-i-Sharif, la capital de la provincia de Balkh, cayó en manos de los talibanes. Un día más tarde, unos hombres armados se presentaron en casa de Raihana para llevarse a su hija de seis años. Raihana enviudó cuando su marido fue asesinado por los talibanes en 2020, y ha cuidado sola a su hija desde entonces.
Tras la muerte de su marido, luchó contra su familia política por la custodia de su hija y ganó, gracias a los derechos que le otorga la legislación civil afgana, que establece que las mujeres sin marido pueden quedarse con los hijos si pueden mantenerlos económicamente.
Ahora que su ciudad ha sido tomada por los talibanes, Raihana se ha quedado sin un sistema que la proteja. “Al día siguiente de la caída de Mazar-i-Sharif, mi cuñado se presentó en la casa de mi padre, donde yo vivía, con combatientes talibanes para llevarse a mi hija”, explica.
Raihana tuvo suerte. Ella y la niña no estaban en casa cuando llegaron los hombres armados. En cuanto se enteró, cogió a su hija y huyó de Mazar-i-Sharif hacia Kabul. “Querían quitarme a mi hija”, señala. “Nos escondimos en sacos de harina en la parte trasera de un camión y cuando el conductor nos encontró le rogamos que nos llevara a Kabul”.
Cuando llegaron a la capital, Raihana fue de embajada en embajada buscando ayuda. Finalmente, su hermana, que vive en Reino Unido, consiguió que ambas pudieran tomar un vuelo y ponerse a salvo. Ahora se encuentran en Manchester.
“Después de muchas vicisitudes, conseguí salir de Afganistán. Estoy muy feliz porque he podido salir con mi hija”, afirma. “Agradezco al Gobierno de Reino Unido que nos haya acogido”.
El estigma
La vida de las mujeres afganas que tienen hijos pero no pareja siempre ha estado marcada por el estigma, la pobreza y la marginación. Ahora, con los talibanes en el poder, las pocas protecciones que tenían han desaparecido y su situación es cada vez más desesperada.
Yalda*, de 28 años y madre de tres hijos, se ha escondido en Kabul. Su exmarido quiere la custodia de los niños.
“Mi exmarido es ahora un miembro de los talibanes y quiere llevarse a mis hijos”, lamenta. “Han sitiado la casa de mi padre. Los acosan sin parar, me buscan a mí y a mis hijos. Va a aprovechar cualquier oportunidad que se le presente para llevárselos”. Yalda explica que durante años su marido la aterrorizó.
“Mi padre pactó la boda cuando yo solo tenía 14 años. No sabía nada sobre el matrimonio, era una niña”. Poco después, se quedó embarazada por primera vez. En los años siguientes tuvo dos hijos más. También descubrió que su marido era talibán. Cuenta que su marido era violento y la maltrataba. “No dejaba que nuestra hija fuera a la escuela. Me pegaba con el cinturón cuando yo insistía (en que la niña estudiara). Mi cuerpo está lleno de cicatrices”.
En 2014, Yalda decidió que ya había tenido suficiente. “Una noche de invierno, cuando mi marido estaba reunido con otros talibanes, me escapé con los niños. Hacía mucho frío y estaba muy oscuro, pero conseguí escapar con la ayuda de nuestro vecino. Cogí a mis hijos y subí a un coche que iba a Kabul”.
Huyó a Pakistán. Regresó a Afganistán cuando su marido fue detenido y encarcelado por las fuerzas de seguridad afganas. Cuando regresó obtuvo la custodia de sus hijos, pero ahora que los talibanes han vuelto al poder, está aterrorizada por lo que pueda pasar. Todavía escondida, espera que su solicitud de visado para entrar en Estados Unidos sea aceptada, pero no tiene ni idea de cómo podrá salir del país.
“Desde 2014 he hecho lo imposible para sacar adelante a mis hijos”, dice. “He soportado mucho sufrimiento para que estén a mi lado. He sido a la vez madre y padre para ellos. Nunca los abandonaré, pero necesito ayuda para que sigan conmigo”.
*Se ha cambiado el nombre para proteger a la mujer.
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