Macron no consigue sacudirse el estigma de elitista, pero todavía juega con ventaja
Durante su café matutino en las inmediaciones del parlamento francés, Adrien Taquet reflexiona sobre los primeros seis meses de su amigo Emmanuel Macron como presidente. Igual que el presidente centrista y pro empresas de Francia usa la palabra “transformación” antes que la palabra “reforma” (cargada de sentido en un país donde tradicionalmente ha ocupado el centro de las disputas políticas), Taquet hablaba de un “cambio estructural” en Francia que va a un ritmo tan “asombroso” que parece difícil de seguir. “Tan pronto como terminamos una cosa, ya hay otros dos temas sobre la mesa”, sonríe.
Taquet enumera tres cambios cruciales en la actividad legisladora del nuevo gobierno: una ley de limpieza política que incluye la prohibición de contratar a miembros de la familia por parte de los parlamentarios; reformas emblemáticas que relajan el complejo código laboral de Francia, facilitan la contratación y el despido y representan el mayor cambio en la legislación laboral de los últimos 50 años; y una controvertida legislación antiterrorista que ha permitido a Macron terminar con los dos años de estado de emergencia en Francia para sustituirlos con una ley que otorga poderes especiales a la policía.
Taquet, un ejecutivo publicitario de 40 años que este verano entró al parlamento como uno de los nuevos diputados de Macron, también está bien situado para entender las crecientes dificultades en el proceso de explicar el “macronismo” a un público francés aún preocupado por décadas de desempleo masivo, por la perspectiva económica del país y por la amenaza terrorista. Sin contar con el escepticismo que también sienten cuando se preguntan quiénes se beneficiarán exactamente de los cambios fiscales de Macron y sus reformas pro empresas.
Taquet fue uno de los pocos que acompañaron a Macron al comienzo de sus planes para destruir el viejo orden político, aplastar las antiguas divisiones de izquierda y derecha, y ganar las elecciones. Fue Taquet personalmente el que inventó el nombre del movimiento político de Macron, “En Marche” (En Marcha). “Ni izquierda ni derecha. Tenía que ser disruptivo, no como cualquier nombre de partido convencional”, dijo. Del mismo modo que las imágenes debían ser diferentes: un logotipo manuscrito por el propio Macron, sin un color específico, a diferencia del estricto código de colores en el antiguo sistema de partidos.
Como el resto de lumbreras de la comunicación de los que Macron se ha rodeado, Taquet está ahora estudiando cuidadosamente cómo revertir el principal problema de imagen generado en los frenéticos primeros seis meses de presidencia: Macron es visto como el 'presidente de los ricos', un líder al que sus críticos ponen como ejemplo de hijo de la élite, incapaz de entender la vida cotidiana, y al servicio de la alta sociedad.
El 'presidente de los ricos'
Aunque Macron sea ampliamente aclamado por su rol en la escena internacional, esa categorización ha ensombrecido su imagen en las encuestas desde que recortó el impuesto sobre las riquezas y lo convirtió en un impuesto sobre la propiedad, a la vez que aplicaba recortes en unos subsidios para gastos de vivienda que afectan a los más pobres. Un efecto que se ha visto exacerbado además por un estilo personal considerado por muchos como arrogante.
Según Taquet, “la etiqueta de 'presidente de los ricos' pertenece a la vieja política, una forma anticuada de posicionarse”. “Como la línea de falla entre la izquierda y la derecha, que creo anticuada”, dijo. “Estamos liberando una serie de problemas que limitaban la actividad económica, pero no somos dogmáticos y estamos haciendo frente a las desigualdades que son insoportables en nuestro país”, dijo también con el argumento de que los subsidios para jubilados pobres, así como los que reciben las personas con diversidad funcional, estaban siendo revisados.
Pero si Macron fue elegido en una Francia socialmente dividida, esas líneas de falla persistirán. Después de que su posición en las encuestas cayera durante el verano, su popularidad se ha estabilizado en torno al 40%, un porcentaje que los analistas consideran viable teniendo en cuenta que supera ampliamente al 24% con que ganó la primera ronda de la carrera presidencial. Pero las encuestas también muestran que mientras sus partidarios alaban su dinamismo, sus detractores lo ven arrogante y alejado del pueblo.
El reto inmediato de Macron es explicar su proyecto a los electores. El líder más joven de esta era, Macron se ha presentado a sí mismo como el hombre que quiere reformar más ampliamente el modelo social y el estado de bienestar de la Francia moderna. La idea es imitar el estilo nórdico de “flexiseguridad” en el que la regulación laboral se relaja y se pasa de rígidas relaciones de empleo a una sociedad de individuos moviéndose de un trabajo a otro.
Algunos analistas de la derecha sienten que esa liberalización del código laboral podía haber ido más lejos. En la izquierda, Jean-Luc Mélenchon advirtió de que estaba destruyendo el tejido de la sociedad francesa. Pero Macron ya está en la siguiente etapa de su plan legislativo: reformar los planes de formación y prácticas del país, y nacionalizar y reformar el sistema de prestaciones por desempleo para una posible inclusión en él de los trabajadores autónomos.
La promesa es aumentar el apoyo a los trabajadores mediante formación y un estado de bienestar renovado, a semejanza del modelo nórdico: un mercado laboral flexible con el respaldo de las protecciones sociales. “Lo que estamos construyendo es una flexi-seguridad”, asegura un funcionario del Elíseo. “No pretendemos haberlo inventado, otros países lo hicieron antes”.
La aniquilación de la vieja política
Según François Miquet-Marty, jefe de la encuestadora Viavoice, Macron “es el presidente francés que más está avanzando en romper con el modelo francés desde el inicio de la Quinta República... Fue elegido en una elección donde se votó el rechazo a la vieja clase política y a la vez viene con un proyecto que no le gusta a todos”. “El modelo francés se basa en la lógica de la redistribución, desde los más ricos hacia los más pobres, ya sea por vía fiscal o por la seguridad social. Con Macron ya no estamos a ese nivel, estamos en un universo donde se trata de acompañar el viaje individual de cada uno. Es una profunda ruptura con el modelo francés y vemos que hay una fuerte resistencia porque la gente no lo entiende”.
Una encuesta de Viavoice publicada en el periódico Libération esta semana mostró que el 65% de los franceses cree que saldrá perdiendo con la situación actual de los impuestos, de las cargas sociales o de las prestaciones sociales. Según Miquet-Marty, en ese contexto, “Macron debe ser cuidadoso con la etiqueta 'presidente de los ricos', fácil de poner y difícil de quitar”.
Pero Macron aún tiene margen para hacer lo que quiera en lo político. Su movimiento domina el parlamento, la situación económica está mejorando, no hay elecciones hasta el voto por el parlamento europeo en 2019, y la oposición está dividida.
El partido de extrema derecha Frente Nacional de Marine Le Pen salió magullado y dividido. Después de que las reformas laborales pasaran sin caídas en popularidad por protestas callejeras, en la izquierda Mélenchon admitía hace poco que Macron “por el momento tiene la ventaja”. El líder de la izquierda está centrando ahora su nueva ofensiva contra Macron en temas relativos a la juventud, las reformas universitarias y los cambios en los criterios de admisión para estudios terciarios.
Pero a Macron, que en diciembre cumple 40 años, todavía le quedan temas difíciles de resolver: la reforma de las pensiones y el intento de reducir el número de parlamentarios parece complejo. Sus planes de reforma hacia una Unión Europea más integrada aún no han comenzado a negociarse.
Según Jérôme Fourquet, politólogo de la encuestadora Ifop, en los primeros seis meses Macron ha persistido en su lucha para deshacer a la vieja clase política. El primero en ceder fue el partido socialista. Ahora Macron apunta contra la derecha dividida de Les Républicains. Eligiendo a figuras clave del partido de derecha para dirigir su cartera de Economía y de Presupuesto, o el cargo de primer ministro, se está ganando también a sus votantes.
De acuerdo con Fourquet, Macron estaba ganando el favor de los empresarios de la derecha y los jubilados adinerados sin dejar de aferrarse a sus históricos votantes de centro izquierda. “Si Macron logra hacerse un nombre como único representante de una 'Francia a la que le va bien', será una base política fundamental”.
El desafío para un líder que dice abarcar tanto a la derecha como a la izquierda es convencer a los que creen estar perdiendo. “Por ahora, hay una gran duda, una gran parte de la población que no cree en Macron”, analiza Fourquet. “La pregunta es cómo se las arreglará para hablar directamente con esa Francia”.
Traducido por Francisco de Zárate