La magnitud de las inundaciones en Alemania impacta a los científicos
Los científicos del clima están impresionados ante la intensidad y la magnitud de las inundaciones de esta semana en Alemania. No esperaban que se batieran tantos récords en una zona tan extensa y tan pronto.
Tras la mortífera ola de calor de hace dos semanas en Estados Unidos y Canadá, donde las temperaturas superaron los 49,6º C, las inundaciones del centro de Europa han contribuido al temor de que las alteraciones provocadas por el hombre estén empeorando los episodios de clima extremo más de lo previsto.
El miércoles se batió el récord de precipitaciones en una amplia zona de la cuenca del Rin y las consecuencias fueron devastadoras. Decenas de personas han muerto, decenas de miles de hogares se han inundado, y el suministro eléctrico se ha interrumpido.
En algunas partes de los estados de Renania-Palatinado y de Renania del Norte-Westfalia el diluvio fue de 148 litros por metro cuadrado en 48 horas, en una zona de Alemania que por lo general recibe en torno a 80 litros de lluvia por metro cuadrado en todo el mes de julio.
La ciudad de Hagen declaró el estado de emergencia tras el desbordamiento del río Volme y la subida de sus aguas a niveles que en los últimos cien años solo se han alcanzado en cuatro ocasiones. El récord más llamativo fue el de la estación de tren Colonia-Stammheim, el nivel del agua llegó a una altura 154 milímetros en 24 horas, arrasando con el anterior máximo de 95 milímetros para las precipitaciones diarias de la ciudad.
“Es totalmente atípico”
Los científicos del clima llevan mucho tiempo prediciendo el aumento de inundaciones, olas de calor, sequías, tormentas y otros fenómenos extremos debido a las emisiones humanas de gases de efecto invernadero, pero los últimos picos alcanzados superan muchas expectativas.
“Me sorprende lo mucho que se ha superado el récord anterior”, dice Dieter Gerten, profesor de Climatología e Hidrología del cambio global en el Instituto de Investigación del Impacto Climático de Potsdam. “Parece que no solo estamos por encima de lo normal, sino que también hemos empeorado en campos que no esperábamos, como la extensión espacial y la velocidad”.
Gerten, que creció en un pueblo del área afectada, recuerda que la zona se inundaba de vez en cuando, pero no como esta semana. Los aguaceros de verano anteriores han sido igual de intensos pero afectaban a una zona más pequeña, y las pasadas tormentas de invierno no elevaban los ríos hasta niveles tan peligrosos. “El episodio de esta semana es totalmente atípico para la región; ha durado mucho tiempo y ha afectado a una zona amplia”.
“Los extremos que antes habrían sido noticia ahora no lo son”
Los científicos necesitarán más tiempo para evaluar hasta qué punto las emisiones humanas han hecho más probable esta tormenta, pero el aguacero récord está en sintonía con tendencias globales generales.
“Con el cambio climático esperamos que todos los extremos hidrometeorológicos sean más extremos. Lo que se ha visto en Alemania concuerda en gran medida con esta tendencia”, dice Carlo Buontempo, director del Servicio de Cambio Climático Copernicus del Centro Europeo de Predicción Meteorológica a Medio Plazo.
Los siete años más calurosos desde que hay registros se han producido desde 2014, en gran parte debido al calentamiento global que provocan los gases de los motores, la quema de los bosques y otras actividades humanas. Los modelos informáticos predicen que esto provocará un clima más extremo, lo que significa que se batirán más récords, en más lugares, y con una frecuencia cada vez mayor.
En las últimas semanas, Norteamérica ha sido el centro de atención. Hace dos semanas, Canadá superó su récord de calor diario por una diferencia superior a 5º C, además de varios máximos locales en Oregón y en Washington. Según los científicos, alcanzar estos puntos extremos en esas latitudes habría sido prácticamente imposible sin el calentamiento causado por el hombre. El pasado fin de semana, el termómetro de la estación de control del Valle de la Muerte, en California, marcó 54,4º C, la que podría convertirse en la temperatura más alta de manera fiable en la Tierra.
Daniel Swain, científico del clima en la Universidad de California en Los Ángeles, dice que este verano se están batiendo tantos récords en Estados Unidos que ya no son noticia. “Los extremos que habrían sido noticia hace un par de años ahora no lo son, porque parecen poco en comparación con las asombrosas subidas de hace unas semanas”.
Lo mismo está ocurriendo en otros países, dice, con menos atención mediática. “Estados Unidos suele estar en el punto de mira, pero también hemos visto episodios de calor extraordinario en el norte de Europa y en Siberia. No se trata de un fenómeno localizado, sino que forma parte de un patrón global y coherente”.
En Laponia y en algunas zonas de Siberia también se han visto afectadas por un calor récord en junio. En las últimas semanas se han soportado temperaturas inusualmente altas en ciudades de India, Pakistán y Libia. Los barrios periféricos de Tokio se han anegado con las lluvias más intensas desde que se iniciaron las mediciones, y en Londres cayó en un solo día toda la lluvia que suele caer en julio. Acontecimientos que antes se producían cada 100 años se están convirtiendo en algo habitual. El clima anormal es cada vez más normal.
Algunos expertos temen que estos golpes recientes signifiquen que el sistema climático ya ha cruzado un umbral peligroso. En lugar de un aumento gradual de temperaturas con un incremento constante de fenómenos extremos, están analizando la posibilidad de una tendencia cada vez menos lineal, más irregular, provocada por los efectos de las sequías o el deshielo en el Océano Ártico. Esta teoría es controvertida, pero los últimos acontecimientos han avivado el debate en torno a esa posibilidad y a la fiabilidad de modelos que se basan en observaciones pasadas.
“Necesitamos modelizar mejor los acontecimientos no lineales”, dice Gerten. “En los últimos años, los científicos nos hemos visto sorprendidos por algunos acontecimientos que han sido más intensos y frecuentes de lo esperado”.
Traducido por Francisco de Zárate.
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