Los votantes de Massachusetts están listos para ir a las urnas y decidir si eliminan o no la ley del estado promulgada en 2016 que protege a las personas transexuales de actos de discriminación en lugares públicos como tiendas y restaurantes. Uno más entre los muchos intentos que ha habido bajo la Administración Trump de dar marcha atrás con los derechos de los transexuales en Estados Unidos.
Este 6 de noviembre, la papeleta con la pregunta definirá el primer referéndum organizado por un estado contra derechos de personas transgénero previamente garantizados. Los activistas por los derechos de los transexuales temen que se produzca un efecto cadena con campañas similares en otras partes del país si la ley es efectivamente derogada.
“La ‘Pregunta 3’ tiene posibles consecuencias importantes para las personas transgénero de todo Massachusetts, pero las consecuencias también pueden ser relevantes para las personas transgénero de todo el país”, sostiene Sarah McBride, secretaria de prensa de la organización Campaña de Derechos Humanos, el mayor grupo de derechos LGTB de Estados Unidos. “Si los que se oponen a la igualdad logran ganar ahora, van a usar esas estrategias, van a usar esas tácticas y van a tratar de replicarlas en otros lugares”, añade.
La ‘Pregunta 3’ de la papeleta electoral pide a los votantes que decidan si quieren mantener o revocar la ley de 2016 que prohíbe discriminar a las personas transgénero en los espacios públicos, permitiéndoles usar los baños de acuerdo con su identidad de género.
El grupo que logró incluir la pregunta en la papeleta se llama ‘Keep MA Safe’ [Manten Massachusetts seguro] y sostiene que la ley vigente pone en peligro a mujeres y niños porque los hombres solo tienen que declarar que se identifican como mujeres para entrar a su antojo en vestuarios y baños femeninos. En el logotipo del grupo, un hombre encaramado a un inodoro espía a la mujer del baño de al lado. En los vídeos de la campaña, un hombre acecha en el baño para espiar a una mujer desprevenida: ella se desabrocha la blusa, la puerta comienza a abrirse y se escucha el ruido de una respiración profunda.
“Creemos que todo el mundo merece sentirse cómodo y seguro cuando usa el vestuario, el baño, el vestidor o la ducha pública; y que ese todo el mundo incluye a las mujeres que no quieren hombres en sus espacios privados”, señala Andrew Beckwith. El Instituto de la Familia de Massachusetts que preside Beckwith es uno de los principales patrocinadores de la campaña “No a la 3”, cuyo objetivo es derogar la ley.
Beckwith asegura que buscan derogar la ley contra la discriminación solo por la seguridad de las mujeres. Sin embargo, los activistas del otro bando dicen que su campaña nace de los prejuicios y del fanatismo contra las personas trans.
Por mucho que Beckwith diga que la seguridad es el principal objetivo de su campaña, los puntos de vista del Instituto de la Familia de Massachusetts parecen coincidir con los de la derecha cristiana: sostienen que están comprometidos a “fortalecer la familia” y los valores judeocristianos; dicen que el matrimonio solo puede ser entre un hombre y una mujer; defienden la abstinencia sexual fuera del matrimonio; y se oponen a la eutanasia y al aborto, así como a la legalización de drogas recreativas.
Mason Dunn, copresidente de Freedom for All Massachusetts (la campaña para mantener en vigor la ley), dice ser moderadamente optimista sobre el éxito de los esfuerzos para conservar la ley: “Sé que este estado valora el respeto y la dignidad de todas las personas, por lo que tengo la buena sensación de que esos valores se van a mantener en noviembre de este año votando a favor de la Pregunta 3”.
Según las últimas encuestas, mantener la ley tiene un apoyo superior al 70%. Pero a los activistas les preocupa la forma en que la pregunta estará redactada. Por lo general, un voto por el “sí” implica cambiar algo. En este referéndum, por el contrario, el “sí” significa mantener el status quo.
Un estudio publicado en septiembre por el Instituto Williams (perteneciente a la Facultad de Derecho de la UCLA) demostró que las leyes contra la discriminación de Massachusetts no habían aumentado el número de delitos en baños, vestidores y vestuarios.
La agencia de noticias Associated Press publicó este mes que en los registros proporcionados por la Oficina del Fiscal General del Estado y por la agencia contra la discriminación de Massachusetts solo había un “puñado” de quejas relacionadas con la ley antidiscriminación. Ninguna de ellas involucraba ataques en los vestuarios o en los baños.
“Esto es una cuestión de vida o muerte”
La pregunta que recogerá la papeleta en Massachusetts llega en medio de una serie de intentos de la Administración Trump por reducir la protección a las personas transgénero. Trump no llevaba sino unas semanas como presidente cuando se anularon las salvaguardas nacionales que permitían a los estudiantes de las escuelas públicas usar el baño de acuerdo con su identidad de género.
El año pasado, Trump dijo que a las personas transgénero ya no se les permitiría servir en el ejército y que provocaban unos “costes médicos y trastornos tremendos”. Pero los tribunales nacionales bloquearon esa medida.
En octubre de 2017, el fiscal general, Jeff Sessions, publicó un memorándum en el que se decía que la ley nacional contra la discriminación en el lugar de trabajo no incluía a los empleados transgénero.
Esta semana salió a la luz que la Administración Trump está considerando definir el género únicamente como masculino o femenino, inmutable y definido al nacer. El jueves, el periódico The Guardian publicó que la misión de Estados Unidos ante las Naciones Unidas está tratando de eliminar la palabra “género” de los documentos de la ONU sobre derechos humanos.
Los activistas por los derechos de los transexuales dicen que la Administración Trump está tratando de negar su existencia. “Cada vez que intentan autorizar o legalizar la discriminación, animan a políticos y activistas de todo tipo a seguir su ejemplo”, dice McBride. “Incentivan que haya discriminación y violencia en el día a día de las personas transgénero; y eso es peligroso, es cruel y es inhumano”.
Los partidarios de la campaña ‘Sí a la 3’ se reunieron la semana pasada en un centro juvenil LGTB del centro de Boston para difundir su mensaje. Entre ellos se encontraba Laverne Cox, el actor transgénero nominado al Emmy y protagonista de Orange is the New Black, la serie de Netflix. “Incluso cuando pensamos que tenemos nuestros derechos, sigue habiendo gente que quiere eliminarlos”, sostiene Cox. “Massachusetts tiene la oportunidad de enviar un mensaje a este Gobierno, tiene la oportunidad de enviar al resto del país el mensaje de que así no es como somos los estadounidenses, de que esto no es lo que somos como seres humanos, de que respetamos la humanidad de todos”.
Cox cuenta que ha sufrido discriminación, acoso y violencia por ser mujer trans. Durante una época, el suicidio estuvo entre sus opciones. Dejaba notas en su apartamento de Nueva York con su nombre y la forma en que más le gustaba que se refirieran a ella con la esperanza de que no le cambiaran el género al morir.
Según los activistas, la discriminación contra las personas transgénero sigue siendo muy común en Massachusetts y el resto del país. De acuerdo con una encuesta de 2014, el 65% de los residentes transgénero y no binarios de Massachusetts había sufrido discriminación en lugares públicos en los 12 meses previos al sondeo.
Chase Straglio, abogada transgénero del Proyecto LGTB y Sida de la American Civil Liberties Union (ACLU), también defiende el voto para mantener la ley. “Para mí, elegir ‘Sí a la 3’ es votar por mi existencia, es votar para afirmar la verdad de quién soy”, dice. “Esto es de verdad una cuestión de vida o muerte”, añade.
Los activistas del ‘Sí a la 3’ también subrayan la importancia de proteger los derechos de los habitantes transgénero del estado que aún son demasiado jóvenes para votar. Una de esas personas es Ashton Mota (14), un estudiante de primer año de secundaria en la ciudad de Lowell que aspira a estudiar Derecho. “Ser trans no es lo único que me define, es solo una parte de lo que soy”, dice. “Pero cuando la gente se entera de que soy trans, a menudo me despojan de mi humanidad. Ya no me ven como una promesa para el futuro. En vez de eso, me ven como un asunto que necesita ser gestionado”.
Traducido por Francisco de Zárate