Matteo Renzi, el Primer Ministro italiano que alguna vez fue visto como la gran esperanza de reforma luego de años de estancamiento económico, corre el riesgo de convertirse en la próxima víctima política de un resultado indeseado en un referéndum, ya que los sondeos anticipan que se enfrentará a una fuerte oposición.
Esta semana, Renzi se presentó ante un auditorio repleto en Treviso, una ciudad al noreste del país, para convencer al público de la necesidad de reformar la Constitución italiana, afirmando que el referéndum del 4 de diciembre marcará el rumbo de Italia por las siguientes tres décadas.
“Si queréis un cambio para el país, no para mí, ni para vosotros, sino para vuestros hijos; si queréis un sistema más simple, apoyadme, porque no puedo hacerlo solo”, le dijo al público. “Si no se aprueba el referéndum, durante los próximos 30 años cualquier Primer Ministro que sea elegido será esclavo de los vetos, los chantajes y la burocracia”, aseguró.
A primera vista, el referéndum es sobre un complicado cambio en la Constitución italiana, que según Renzi y sus aliados hará más fácil gobernar el país al recortar los poderes del Senado, la cámara alta del Parlamento. Los críticos de la reforma constitucional, que ya se ha aprobado en el Parlamento pero con una mayoría muy justa, por lo que no se pudo evitar el referéndum, argumentan que los cambios son potencialmente muy peligrosos y que dan mucho poder al Ejecutivo.
Pero, igual que el referéndum en Gran Bretaña, la votación de diciembre no se percibe sólo como un debate por el tema en cuestión, que en este caso sería un tema más apropiado para discutir en una facultad de derecho. En cambio, se ha convertido en un plebiscito sobre el Estado, la economía, y una evaluación de si Renzi ha logrado el cambio político que prometió cuando fue investido en 2014.
Igual que David Cameron, los errores de Renzi desde el principio fueron preparando el terreno para que la votación se transforme potencialmente en el fin de su carrera. Desde el momento en que decidió que la cuestión la decidiera el pueblo, cuando todavía era bastante popular, hizo que la gente viera la votación como una evaluación de su gobierno. Aunque ahora probablemente se arrepienta, prometió renunciar y retirarse de la política si gana el “No”.
Renzi no anticipó que los votantes perderían la fe en él, que estarían enfadados porque la economía no se termina de recuperar y desilusionados por su mal manejo del rescate a cuatro entidades bancarias el año pasado, que generaron acusaciones de que Renzi estaba favoreciendo a la élite política en detrimento de los italianos de a pie.
La relajada confianza que alguna vez hizo ver a Renzi como el hombre que congregaría a una poderosa mayoría de centro que duraría por generaciones, pronto comenzó a parecer arrogancia.
“Él pensó que su personalidad y su posición personal eran elementos que favorecerían el voto al Sí, y luego se dio cuenta de que en realidad no estaba fortaleciendo al Sí, sino al No”, señala Giovanni Orsina, profesor de historia contemporánea de la Universidad LUISS en Roma.
“En los últimos meses ha intentado despersonalizar el referéndum, pero le ha resultado difícil porque en general él personaliza todo, aunque sabe que no le conviene”, agrega. Orsini afirma que la situación todavía es muy poco sólida como para predecir un resultado. Además, como han demostrado recientemente las consultas en Gran Bretaña, Colombia y Hungría, intentar predecir el comportamiento de los votantes de referéndums no es cosa fácil.
Los expertos creen que no se puede confiar en los sondeos. Una reciente encuesta del Corriere della Sera concluyó que el 23% del electorado apoyaba el voto al Sí, el 25% se oponía, y el 52% estaba indeciso o no respondió. Otro sondeo de esta semana de EMG, una empresa de encuestas, indicó que un 31% estaba a favor, un 36% de oponía y un 33% estaba indeciso.
Se piensa que el apoyo a Renzi es especialmente débil en el sur y entre los votantes jóvenes, que se sienten más atraídos por el movimiento populista Cinco Estrellas (M5S).
Los votantes que buscaban una orientación de su propio partido se han sentido frustrados, ya que el Partido Democrático (PD) de Renzi está dividido, en una situación no muy diferente a la de Gran Bretaña, donde el líder laborista Jeremy Corbyn ofreció un tibio apoyo a la opción que quedarse en la UE.
Y la complejidad de la reforma complica la campaña. “A Renzi le lleva 5 minutos explicarla, pero si eres Beppe Grillo, líder del M5S, todo lo que tienes que decir es ‘todo es sobre Renzi’”, dice Wolfango Piccoli, co-presidente de la consultora sobre riesgo político Teneo Intelligence.
El cambio propuesto reduciría el número de senadores de la cámara alta del Parlamento de 315 a 100, y ya no serían elegidos directamente sino que serían representantes regionales. Renzi argumenta que los cambios traerían estabilidad política a Italia y le facilitaría a los legisladores aprobar grandes reformas que podrían mejorar la economía pero que son políticamente impopulares.
Sin embargo, una de las mayores preocupaciones respecto de la reforma constitucional es cómo funcionaría en consonancia con una reforma electoral aparte, una que no está incluida en el referéndum, que facilitaría que un partido que haya ganado las elecciones obtenga la mayoría de los escaños de la cámara baja del Parlamento.
Estudiando los resultados del Brexit, Renzi probablemente haya aprendido que para garantizar un triunfo del Sí no le será suficiente sólo con infundir miedo. En el Reino Unido, un pequeño margen de votantes terminaron venciendo las opiniones de los expertos que predecían un apocalipsis económico si el país abandonaba la UE.
Renzi y sus partidarios pueden remarcar legítimamente algunas consecuencias potencialmente negativas de un triunfo del No, empezando por la posible disolución del Parlamento y el llamado a nuevas elecciones que podrían abrirle la puerta a una victoria del M5S, un partido anti-establishment e inexperto a la hora de gobernar.
El problema de Renzi es que a los italianos no los asusta especialmente la inestabilidad política: ya la han vivido –y mucho- y han sobrevivido. “Los votantes dirán ‘una cosa que sé es que tú, Renzi, estás fuera; y con eso sólo me basta’”, dice Piccoli. “Es difícil asustar a los italianos”.
Renzi parece que lo está aprendiendo sobre la marcha. En las últimas semanas, se ha concentrado en intentar mejorar su dañada imagen con todo tipo de promesas políticas, como la construcción de un puente entre Sicilia y el continente que costará miles de millones de euros, y que solía prometer Berlusconi. Renzi una vez había calificado el mismo proyecto como un despilfarro de dinero.
Pero aunque el clima actual no favorece a Renzi, su derrota no es nada segura. Le quedan aún dos meses para convencer a los votantes que aún están indecisos.
El Primer Ministro, cuya agudeza política –a pesar de los contratiempos recientes– se ha comparado con la de Maquiavelo, ha sugerido que le gusta el desafío, afirmando en una entrevista reciente en Vogue que se había estado preparando para esta dura campaña con un riguroso entrenamiento físico que incluye hasta un profesor de judo. “Cuando más me divierto es cuando tengo a todos en contra”, aseguró.
Traducción de Lucía Balducci