La mayor mentira de Boris Johnson sobre el Brexit se le está volviendo en contra
Fue la gran mentira del Brexit. No, no los 350 millones de libras esterlinas semanales que supuestamente se iban a destinar al Servicio Nacional de Salud británico (NHS, por sus siglas en inglés) ni la “hoguera” del papeleo y la burocracia. La mentira era que las ruinas que hoy envuelven al comercio entre Reino Unido y la Unión Europea eran un precio inevitable que valía la pena pagar para abandonar la UE. Eso era una chorrada.
Buscando aumentar sus probabilidades de convertirse en el líder del Partido Conservador, Boris Johnson se comprometió a dos cosas. Una era renunciar a la Unión Europea; la otra, abandonar la unión aduanera y el mercado común europeo, los cuales son aceptados por otros estados fuera de la UE, como Noruega. La segunda decisión fue casi un gesto fortuito para lucir como un macho en la fiesta de los partidarios del Brexit. No fue sometida a un referéndum y fue una estupidez.
Las pérdidas del Brexit
Hoy ninguna noticia está libre de consecuencias. A comienzos de este año, los efectos de abandonar el mercado común pudieron verse en la caída del comercio con el continente, incluso teniendo en cuenta la pandemia. El papeleo adicional es asombroso. El departamento de aduanas de Reino Unido estima que los comerciantes tendrán que encargarse de 215.000 más de documentos de importación y exportación al año, con un coste burocrático anual estimado de 7,5 millones de libras esterlinas (8,7 millones euros). Puede que no se apliquen aranceles, pero sí normas de origen y estándares sanitarios. Cada camión y cada cargamento requieren inspección.
Respecto a la inmigración, la escasez total de mano de obra agrícola estacional es del 20%, a menudo mayor, según el programa de radio Farming Today de la BBC 4. La fruta se pudrirá en los campos, los cerdos no llegarán a los mataderos y los pavos navideños serán una “pesadilla”. Mientras tanto, faltan 170.000 trabajadores en los geriátricos ingleses y 100.000 conductores en las empresas de repartos. En los hoteles hay habitaciones y mesas de restaurante abandonadas. Las industrias creativas –que representan 100.000 millones de libras esterlinas (116.000 millones de euros) de la economía de Reino Unido– fueron olvidadas por los negociadores del Brexit y hoy están prácticamente aisladas de Europa.
Esto no es el Brexit. Reino Unido podría haber abandonado a Bruselas y librarse de montones de reglas y regulaciones. Este es el resultado de abandonar el mercado interior y de la creencia xenófoba de Johnson de que los estándares de comercio europeos eran, de algún modo, “no británicos”. Johnson estaba extremadamente a favor de los trabajadores de la UE cuando era alcalde de Londres, pero no durante su mandato como primer ministro.
La importancia del mercado común
Estoy seguro de que algunos de los problemas actuales se arreglarán, pero la idea de que el comercio con el principal socio de Reino Unido, la Unión Europea, se recuperará en algún momento fuera de algún tipo de unión económica es absurda. También lo es la teoría que sostiene que las pérdidas causadas por el caos actual se compensarán con ganancias en otra parte. Es extraño tener que explicarle a un conservador que la prosperidad yace en los mercados abiertos y no en los cerrados.
Es significativo que Johnson no ha establecido una comisión permanente de comercio y agricultura destinada a proteger los intereses de Reino Unido en los nuevos acuerdos. Está claramente desesperado por conseguir nuevos acuerdos, sin importar lo malos que sean. Además, la Oficina Nacional de Auditorías aún debe realizar su habitual evaluación del acuerdo de David Frost con la Unión Europea tras el Brexit. No se ha molestado en hacerla. Imagino que la evaluación será tremenda.
El Brexit no tenía por qué haber destrozado así a la economía británica. El daño ha venido de una sola decisión: abandonar el mercado común. Lo sensato sería que Johnson sea humilde y busque, en la mayor medida y lo más rápidamente posible, la readmisión a aquel mercado. Reino Unido podría imitar el protocolo que ha acordado para Irlanda del Norte. Esto no implicaría reincorporarse a la UE, sino reincorporarse a Irlanda, lo que sería la ironía histórica más deliciosa.
Negociar el mercado común en 1987 fue un logro por el libre comercio que enorgulleció a Margaret Thatcher. El acuerdo respondió a los intereses de Reino Unido y Europa y resultó ser un éxito. Boris Johnson ha borrado ese logro en un acto de ambición política sin escrúpulos. Simuló que resultaba necesario para el Brexit. Esa fue su mayor mentira.
Traducción de Julián Cnochaert.
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