En las afueras del pueblo druso de Majdal Shams, ubicado en los Altos del Golán ocupados por Israel, una puerta en la valla conduce a la zona de amortiguación supuestamente desmilitarizada del lado sirio. Es conocida como “la colina de los gritos”, el lugar donde los drusos que viven aquí se reúnen desde hace mucho tiempo para gritar mensajes, a veces incluso propuestas de matrimonio, a sus parientes y amigos del otro lado.
El miércoles, tres días después de que las tropas israelíes se hicieran con el control de la zona mientras los rebeldes sirios tomaban el poder en Damasco, no había familiares esperando para recibir mensajes. En su lugar, vehículos todoterreno y tanques seguían entrando por la puerta, para unirse a las largas filas de soldados israelíes que operan hasta donde alcanza la vista.
En la ladera rocosa a un kilómetro de distancia, junto a una casa en una arboleda, se veían ondear banderas israelíes. Cerca de allí una mujer, la única civil a la vista, recogía leña. Más lejos aún, en lo alto de la cresta, había tanques y un equipo de carreteras ocupado en ensanchar una pista de tierra y endurecer su superficie.
Israel, que ha desatado la protesta internacional por la incursión, se defiende argumentando que la caída del régimen de Bashar Al Asad ha hecho “fracasar” el acuerdo de retirada firmado con Siria en 1974. El movimiento de tropas ha sido acompañado por una amplia ofensiva aérea de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) contra cientos de objetivos militares por toda Siria.
El miércoles no se veía ningún indicio de disminución en el movimiento de tropas y blindados. Por el contrario, había más blindados y excavadoras desplazándose por las principales carreteras en dirección a la frontera.
La caída del dictador sirio Bashar Al Asad ha despertado complejas y contradictorias emociones en esta elevada y rocosa meseta del Golán, creando una nueva y sorprendente realidad. Los tanques y las tropas israelíes vuelven a ponerse en marcha tras más de un año de guerra con Hezbolá en el Líbano durante el que los letales cohetes han caído sobre las aldeas. En esta ocasión, los soldados israelíes no van hacia el norte sino hacia el este adentrándose en territorio sirio.
La incursión ha avivado la preocupación entre los drusos, una minoría étnico-religiosa de habla árabe, por las consecuencias que la revolución islamista de Siria podría tener para ellos. En los Altos del Golán, los drusos representan aproximadamente la mitad de los 55.000 habitantes. En su mayor parte se identifican como sirios (con simpatizantes de Al Asad entre ellos) que rechazan la ciudadanía israelí ofrecida por Tel Aviv desde que en 1981 se anexionó la zona de manera unilateral.
En pueblos como Majdal Shams algunos drusos salieron a las calles este fin de semana para celebrar la caída de Al Asad enarbolando banderas de Siria. Pero los escuadrones de seguridad de la comunidad, desmovilizados solo unos pocos días, han vuelto a activarse rápidamente. “No estoy seguro de cuánto tiempo se quedarán los israelíes”, dice Shehady Nasrallah, un agrónomo de 57 años que reside en Majdal Shams y tiene a una hermana viviendo en Damasco gracias al acuerdo que permitía a los drusos de la zona cruzar la frontera, estudiar, y casarse en Siria. “Meses, quizá años. Nadie lo sabe. Quieren asegurarse los puntos elevados” añadió.
“Tenían a Al Asad donde querían, pero ahora la intención es mantener las fronteras tranquilas a base de fuerza”, explica Nasrallah. “Anoche estuve viendo por televisión todo el arsenal que Israel está destruyendo en Siria; el alcance máximo de las armas mencionadas era de 50 kilómetros, que no es importante desde el punto de vista militar; el objetivo de Israel es demostrar que es fuerte y que lo controla todo”.
Nasrallah explica la complejidad de los sentimientos que los drusos albergan con relación a Al Asad. “Todas las familias de aquí tienen familiares”, dice. “La gente de aquí temía por sus parientes en Siria si se posicionaban públicamente contra Al Asad”.
Para los residentes judíos de los Altos del Golán el fin de semana causó otro sentimiento: preocupación por su propia seguridad tras la victoria de las milicias islamistas en Damasco. Un temor inevitablemente apuntalado por el funesto recuerdo de la letal y sorpresiva incursión de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023.
Israel se hizo con los Altos del Golán en 1967 y en 1981 anunció su anexión de manera unilateral. Aunque la Administración Trump la admitió en 2019, la mayoría de los países no reconoce la soberanía de Israel sobre el territorio.
Las acciones del ejército de Israel han aumentado la inestabilidad generada con la victoria de los rebeldes en Damasco, empeorando la sensación de peligro. De visita en una colina del Golán el domingo, antes del inicio del juicio al que se enfrenta por una acusación de corrupción, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, dijo que debido a que las tropas sirias habían abandonado sus posiciones, el paso de Israel a la zona de amortiguamiento era necesario como una “posición defensiva temporal”.
Las sospechas sobre las intenciones reales de Israel
La importancia del Golán, y de la zona de amortiguación, radica en una ubicación geográfica única que la vincula con cuatro países: Siria, Israel, Líbano y Jordania. Otra cuestión es determinar si la preocupación que Israel dice tener por su seguridad es la justificación principal o si está detrás de un objetivo mayor. “Creo que el motivo principal es asegurarse de que las personas que están allá arriba no se marchen como se marcharon en el norte por la amenaza de Hezbolá desde el Líbano”, dice H.A. Hellyer, experto en Oriente Próximo del centro de estudios Royal United Services Institute. “No es por el miedo a los cohetes, sino a las incursiones de grupos armados”, añade.
Según Sanam Vakil, director del programa de Oriente Medio y el Norte de África en el centro de estudios Chatham House, estamos ante un movimiento oportunista de Israel para lograr objetivos más generales. “Israel está aprovechando el momento para proteger sus intereses de seguridad y afianzar el objetivo más general de crear zonas de amortiguación en todas sus fronteras”, dice. “En medio de la incertidumbre generada por el proceso político y los posibles escenarios en Siria, Israel también está cumpliendo con el mandato de la comunidad internacional al eliminar la capacidad militar de la que dispondrían los grupos sirios si las cosas se salen de control”, añade.
Cerca del cruce de Quneitra, un grupo de soldados israelíes en un mirador estudiaba el miércoles un mapa de la zona de amortiguación que se extendía frente a ellos. “Hasta la primavera árabe de 2011, esta zona era siempre tranquila, después vinieron las fuerzas rebeldes”, decía uno de los oficiales. “El objetivo es asegurar la zona para evitar cualquier peligro en nuestra frontera; pero en última instancia, creo, eso puede lograrse con tecnología, drones, y control de fuego sobre la zona, en vez de con botas sobre el terreno”.
Mientras hablaba el oficial, una mujer israelí de mediana edad se acercó para preguntar si era posible ir a Damasco. “Estábamos de vacaciones en el Golán y oímos en las noticias que había tanques israelíes cerca de Damasco [algo que las FDI niegan]. Preguntamos a los soldados de la puerta de Majdal Shams si podíamos ir y nos dijeron que no”, contaba Yemina Asida, miembro de la comunidad religiosa nacional del centro de Israel.
“Es emocionante”, comentaba, a modo de explicación. “Necesitamos estar en la zona de amortiguación para mantener a salvo a nuestras comunidades. Creo que en el futuro podría ser una baza de negociación”. Luego, tras reflexionar un instante, añadía: “O nuestra presencia aquí podría ser un motivo para atacarnos”.
Traducción de Francisco de Zárate