El corazón de las personas jóvenes que viven en grandes ciudades contienen miles de millones de partículas contaminantes, según ha revelado un estudio de la Unviersidad de Lancaster avanzado en exclusiva por The Guardian, que podría suponer la primera demostración de la ya conocida relación entre la calidad del aire y las enfermedades relacionadas con este órgano.
La contaminación del aire puede estar dañando cada órgano y tejido del cuerpo, al pasar de los pulmones al flujo sanguíneo. Incluso en el sujeto más joven que ha participado en este estudio, de apenas tres años, se han podido apreciar daños en las paredes del corazón por partículas de hierro emitidas por vehículos y fábricas.
La investigación todavía se encuentra en una fase temprana de su desarrollo, y los propios científicos han reconocido algunas carencias. “Es un estudio preliminar, pero los descubrimientos y sus implicaciones son tan importantes que había que sacarlos a la luz”, ha afirmado la profesora de la Universidad de Lancaster Barbara Maher.
Los investigadores denuncian que la abundancia de estas moléculas podría llegar a suponer un problema serio de salud pública y piden con urgencia la reducción de la contaminación del aire. Más del 90% de la población mundial respira aire tóxico, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, que ya lo ha declarado “emergencia de salud pública”.
Maher y otros investigadores encontraron en 2016 estas mismas nanopartículas en el cerebro de algunas personas. El hallazgo se relacionó con los daños cerebrales que causa el alzheimer, otra enfermedad que tiene que ver con la calidad del aire.
Aunque personas de todas las edades se verían afectadas por la contaminación, Maher se ha mostrado más preocupada por los niños. “Se han encontrado evidencia de daños cerebrales y en el corazón de personas muy jóvenes”, ha asegurado. “Hemos encontrado una partícula que podría acceder a los dos órganos y dañarlos”, ha añadido.
Otro estudio reciente, con una aproximación más integral, ha concluido que la contaminación del aire podría estar afectando a todos los órganos y posiblemente a todas las células del cuerpo humano. Una vez se inhalan las partículas dañinas, pueden alcanzar cualquier parte del cuerpo a través de la sangre. Un informe en 2018 encontró partículas contaminantes del aire en la placenta de mujeres que acaban de dar a luz.
El estudio, revisado y publicado por la revista 'Environmental Research', ha analizado el tejido de una muestra de 63 jóvenes que han fallecido en accidentes de tráfico sin sufrir daños en el pecho. Con una media de edad de 25 años, todos vivían en Ciudad de México, una ciudad con grandes niveles de contaminación.
La investigación se ha dividido en dos partes: la cantidad de nano partículas de hierro y su localización en el tejido dañado. Las cifras totales ascienden a entre dos y 22.000 millones de partículas por cada gramo de tejido seco, unos números entre dos y diez veces más grandes entre los residentes de Ciudad de México que en otros nueve sujetos estudiados que vivían en lugares menos contaminados.
Los médicos que han participado en la investigación han concluido que “la exposición a las nano partículas parece estar directamente asociada con problemas cardíacos graves y a edades tempranas”.
Maher ha insistido en que el estudio es relevante para todos los países, “no hay razón para pensar que esto puede ser diferente en otras ciudades”. Además, teniendo en cuenta investigaciones anteriores, es posible que estas partículas contaminantes puedan arrastrar consigo otras distintas también dañinas para el organismo. “Creemos que estas nano partículas vienen cargadas de una mezcla tóxica”, ha advertido.
Las nano partículas de hierro se producen en la combustión de petróleo, son pequeñas gotas fundidas que se enfrían rápidamente convirtiéndose en esferas. Y las moléculas encontradas en los tejidos del corazón tienen características muy similares.
La técnica que se ha utilizado para localizar las nano partículas en el corazón no es válida para medir su composición. Lo que tuvieron que hacer los científicos fue separar las partículas de los tejidos para determinar su composición y contenido magnético. Después, tuvieron que estimar el número total con el cálculo del promedio del tamaño y el magnetismo.
Habrían querido confirmar la composición de las partículas in situ, sin embargo, para esto tendrían que haber empleado material muy caro, y contaban con poca financiación para el proyecto. “Tenemos que hacer todo esto sin recursos. Es una locura”, ha criticado Maher.
Traducido por Marta Maroto