Mientras la selección francesa se hacía con el Mundial en el estadio Luzhniki de Moscú el domingo por la tarde, las cámaras se dirigieron al palco y mostraron a un Vladímir Putin encantado acompañado por el presidente de la FIFA, Gianni Infantino.
El presidente ruso tiene razones para estar feliz: hay un acuerdo general de que Rusia ha organizado con éxito el Mundial y centenares de miles de extranjeros salen del país con una buena impresión.
Pero algo extraño ocurre al tiempo que Rusia disfruta del resplandor de un trabajo bien hecho: la tasa de popularidad de Putin entre los rusos está cayendo.
Un reciente sondeo de una agencia de encuestas pública muestra que la confianza en el presidente ruso ha caído del 77% a un 63% desde las elecciones de marzo. La razón principal de este descenso parece ser el polémico aumento en la edad de jubilación, anunciado el primer día del Mundial.
El Mundial se ha celebrado sin grandes incidentes fuera del terreno de juego. Sin violencia y sin fanatismo y con muchas historias positivas de aficionados que han viajado hasta Rusia.
El viernes, Infantino dijo que el Mundial de este año había sido el mejor de la historia y agradeció a Rusia por la organización. “Es un Mundial increíble y asombroso. Desde el inicio del torneo hemos vivido emociones increíbles aquí”, señaló.
Al haber estado en el poder buena parte de las últimas dos décadas, Putin y Rusia a menudo se ven como conceptos intercambiables: lo que es bueno para uno es bueno para el otro. Aun así, en esta ocasión este no parece ser el caso.
“Uno de los objetivos del torneo era vincular aún más los conceptos Putin y Rusia, pero en cambio han empezado a moverse en direcciones diferentes”, escribió el analista político Andrei Kolesnikov en un reciente artículo para el periódico Vedomosti.
Putin acudió al partido inaugural, pero se perdió la extraordinaria victoria de Rusia ante España en Moscú y su derrota en cuartos de final ante Croacia en Sochi. En su lugar, fue el impopular primer ministro, Dimitry Medvedev, quien acudió a esos partidos.
En marzo, Putin ganó otro mandato de seis años con un arrollador 77% del voto en las elecciones presidenciales. A pesar de lo impresionante de los datos, el ambiente público en torno a las elecciones estuvo marcado por la apatía. Muchos afirmaron votar a Putin porque no había otra alternativa.
La reforma en la jubilación se anunció el día inaugural del campeonato y el propio Putin ha intentado distanciarse de la medida, pero los datos de las encuestas sugieren que no lo ha logrado.
A principios de julio hubo protestas en varias ciudades rusas organizadas por una amplia y poco habitual coalición de fuerzas políticas, incluidos partidos parlamentarios de la oposición que habitualmente son leales al Kremlin. Los organizadores no celebraron protestas en las ciudades sede del Mundial.
La edad de jubilación aumentará de forma gradual de 55 a 63 años para las mujeres y de 60 a 65 para los hombres. Los economistas dicen que es importante elevar la edad de jubilación que continuaba siendo la marcada por las leyes de la era de Josef Stalin, pero la decisión es muy impopular entre los seguidores de Putin.
Sus índices de aprobación, aunque siguen siendo elevados para los estándares de líderes de democracias occidentales, son los más bajos desde marzo de 2014, cuando Rusia se anexionó Crimea y una ola de fervor patriótico disparó su popularidad.
Kolesnikov apunta a otra encuesta, del independiente Centro Levada, que preguntó a los rusos si “las cosas están yendo en la buena dirección” en el país. Solo el 46% dijo que sí, lo que una vez más es el dato más bajo desde la anexión de Crimea. “Y no hay opción de una segunda Crimea, incluso aunque asaltemos el Polo Norte”, escribió.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti