Muzoon Almellehan: la 'Malala siria' que quiere volver a su país

Cinco días después de que la corriente devolviera el cuerpo del pequeño refugiado sirio Alan Kurdi a una playa de Turquía, David Cameron se decidió a actuar. La conmoción fue demasiado grande. El 7 de septiembre, en su discurso frente a la Cámara de los Comunes, el primer ministro del Reino Unido prometió que su país reasentaría a 20.000 refugiados sirios durante lo que resta de legislatura. “Al tomar esta medida, seguimos demostrando al mundo que esta es una nación con una compasión extraordinaria, que siempre defiende sus valores y ayuda a los que más lo necesitan”, dijo a los parlamentarios.

En ese momento la joven Muzoon Almellehan, de 17 años, seguía en Jordania, a más de 3.000 kilómetros de Westminster, completamente ajena al ataque de piedad que Cameron estaba viviendo entre los sillones de cuero del Parlamento. En una tienda de campaña miserable y lejos de sus amigos, Muzoon estudiaba intensamente para unos exámenes nacionales que parecían no estar nunca a su alcance. No porque no fuera inteligente (la joven siria es más lista que muchos estudiantes universitarios), sino porque cada vez que se sentía lista para el examen, su familia debía mudarse de nuevo.

La primera de esas mudanzas fue en febrero de 2013, cuando tuvieron que dejar atrás su hogar en la ciudad de Dará, víctima del constante asedio, en el sudoeste de Siria. En mitad de la noche, la familia Almellehan cruzó en ese mes la frontera hacia Jordania y se asentó en Zaatari, uno de los mayores campos de refugiados del mundo.

La joven Muzoon fue aceptada en una escuela del lugar, pero la familia debió mudarse nuevamente. Esta vez, el lugar era Azraq, un campo de refugiados de mala fama construido en medio de la nada. Pese a tener capacidad para alojar a 100.000 personas, cuando un grupo de responsables de la Agencia de la ONU para Refugiados se puso en contacto con los Almellehan, Azraq sólo alojaba a la tercera parte.

Cuando preguntaron a los miembros de la familia Almellehan si querían empezar de nuevo en Canadá, el padre de Muzoon, un maestro de 45 años, dijo que era demasiado lejos. ¿Y en Suecia?, les preguntaron luego. Pero mis hijos no hablan sueco, volvió a responder el padre. Rakan ni se imaginaba que su hija mayor, la siempre ingeniosa Muzoon, ya estaba en gestiones para reubicar a la familia en el Reino Unido, la cuna de Shakespeare, el autor de la obra Medida por medida que Muzoon, ávida lectora, estudiaba en su clase de inglés. El día en que su familia huyó de su ciudad natal le pidieron a Muzoon que llevara sólo lo más esencial. Al momento de deshacer las maletas, Rakan se dio cuenta por qué la de Muzoon pesaba tanto: la había llenado con decenas de libros.

Dos meses y medio después del discurso de Cameron, los Almellehan se encontraban en un avión con destino a Newcastle. No sabían nada de la ciudad que se convertiría en su nuevo hogar, excepto la información que Muzoon había podido encontrar en Internet sobre su patrimonio industrial. Cuando se bajaron del avión, Muzoon supo algo más: iba a necesitar más jerséis. “¡Hacía mucho frío!”, cuenta Muzoon, dos meses después de llegar a Tyneside. “En Jordania hacía tanto calor que me ponía a pensar en lo lindo que sería que hiciera frío, pero Newcastle es el otro extremo”.

El éxito de una buena acogida

Los Almellehan son una de las nueve familias que fueron recibidas en el aeropuerto por los funcionarios del Ayuntamiento de Newcastle, como parte del primer contingente de 1.000 ciudadanos sirios que se establecieron en todo el país antes de Navidad. Todo había sido dispuesto para que se acomodaran sin ningún inconveniente. A diferencia de los compatriotas que para llegar tienen que viajar en la parte de atrás de los camiones o de polizones en ferris para luego esperar meses antes de que se procesen sus pedidos de asilo y se los incluya en la lista de espera por una vivienda social, Muzoon y su familia recibieron el estatus de refugiados en cuanto llegaron, con visas por cinco años para cada uno. Recibieron también casa, médico de cabecera y una inscripción rápida para el centro de trabajo. A Muzoon y a sus tres hermanos les buscaron además vacantes en un instituto de enseñanza de la zona.

“La mayoría de las cosas que necesitamos ya estaban en la casa cuando llegamos. El Gobierno sabe que pasamos por una guerra y por situaciones muy duras así que, de alguna manera, están tratando de devolvernos todo lo que perdimos”, explica Muzoon. La nevera estaba repleta; las alacenas llenas con té, café, azúcar y otros productos esenciales.

A las pocas semanas de su llegada, los hijos más jóvenes de la familia, un varón de 11 y otro de 16, y una niña de 14 años, recibieron sus uniformes escolares. Muzoon estaba preparada para ir al sixth form (bachillerato de España) en una de las grandes escuelas secundarias de la ciudad vistiendo ropa de calle. Todo era nuevo: llevar los libros de estudio en una mochila, cambiar constantemente de aula y de profesores, por no hablar de los misteriosos productos de la cafetería de la escuela (“Por ahora, prefiero quedarme con las frutas y las verduras”, dirá Muzoon).

Sus compañeros de clase hablaban un inglés que no se parecía en nada al que Muzoon había aprendido en Siria o en los campos de refugiados. “Todos hablan muy rápido, así que no entiendo todo lo que se dice”, explica Muzoon, a través de un traductor de árabe. Además, se dio cuenta de que la gente pronunciaba las vocales de manera diferente: “la palabra 'house' (casa) se convierte en 'hoos', y en lugar de 'book' (libro) dicen 'booook”. Muzoon comenzó a tomar clases de Esol (inglés como segundo idioma) y también para preparar sus A-level (exámenes para entrar a la universidad) en matemáticas y en ciencias de la información, y espera poder obtener un Certificado General de Educación Secundaria (GCSE) en árabe.

Una escuela multicultural

Muzoon forma parte del grupo de nueve refugiados sirios que ahora estudian en la Kenton School, una imponente escuela secundaria de 1.900 alumnos al noroeste de Newcastle. Después de ver cómo empeoraba la crisis de los refugiados, la directora de la escuela, Sarah Holmes-Carne, había pedido durante el primer trimestre que el Ayuntamiento colocara en su escuela a sirios desplazados.

Jess Griffiths, una de las profesoras, había celebrado una serie de reuniones con estudiantes de los últimos años para hablar sobre los refugiados. Según Holmes-Carne, el objetivo era “disipar los rumores que se vierten en las redes sociales”. Unos meses después, el Ayuntamiento se puso en contacto de nuevo con la directora del Kenton School para preguntarle si el ofrecimiento era en serio. “Sin duda”, respondió Holmes-Carne.

El lema de esta escuela multicultural es “diferentes pero iguales”. La directora pensó que los estudiantes se beneficiarían por la experiencia de conocer a Muzoon y a otros sirios. Con más de 100 representantes de otras naciones estudiando en el establecimiento, incluyendo a otras jóvenes que cubren su cabeza con un pañuelo, Muzoon no llamaría demasiado la atención por su hiyab firmemente ajustado. Además, ya había otros estudiantes de países árabes que podrían ayudarlos a adaptarse. “Estamos muy comprometidos con el tema. Se trata de brindar apoyo a los sirios, pero también de hacer muchas más cosas por nuestra comunidad. Somos muy respetuosos con la gente que es un poco diferente”, asegura la directora.

A raíz de la aparición de burlas pesadas en las redes sociales que cuestionan la prioridad que se le da a los sirios por encima de los ciudadanos británicos con necesidades, el Ayuntamiento de Newcastle nos pidió que no reveláramos el lugar exacto donde viven los Almellehan. No quiere decir que sea la tónica generalizada. Según Nick Forbes, del Ayuntamiento, la inmensa mayoría de la población ha querido ayudar: “Hubo una gran indignación tras la muerte de Alan Kurdi. Recibía llamadas en mi oficina de gente que nos exigía que ayudáramos. Se hizo bastante evidente que había mucho apoyo, gente ofreciendo ayuda que luego tenía que coordinarse con las organizaciones benéficas en el lugar”.

Un sábado húmedo de otoño, el Ayuntamiento convocó una asamblea pública para decidir la respuesta de Newcastle ante la crisis siria. Se presentaron 250 personas. “Ya habíamos empezado las gestiones con el Gobierno para recibir a una cierta cantidad de familias de refugiados”, explica Forbes. El municipio quería asegurarse de tener el apoyo del Gobierno central para integrar y brindarles apoyo a los recién llegados de la mejor forma. “Lo peor que se le puede hacer a alguien que está huyendo del terror es dejarlo a su suerte en un lugar donde no tiene ninguna contención ni lazo afectivo. Eso siempre nos preocupó”, afirma.

Muy pronto se hizo evidente que la reubicación tendría que llevarse a cabo sin demasiada algarabía. “No queríamos aparecernos en el aeropuerto con una orquesta y pancartas de bienvenida. Lo que menos quiere alguien que ha pasado por una situación traumática es llamar la atención”.

Amigas en el campamento de refugiados

Pero Muzoon sí merece esa atención. La cadena de televisión CNN la ha bautizado la “Malala de Siria” por alentar a otras jóvenes sirias en campos de refugiados a priorizar su educación. “El matrimonio infantil es el principal motivo por el que las niñas dejan de asistir a la escuela”, explica Muzoon.

Malala Yousafzai y Muzoon se conocieron en Azraq. Las dos jóvenes se hicieron tan amigas que Malala, ganadora del premio Nobel de la Paz y actual residente de Birmingham, fue el año pasado a visitar a Muzoon a Newcastle para darle la bienvenida al Reino Unido. “Cuando me enteré que Muzoon estaba aquí fue el momento más feliz de mi vida, porque me acuerdo del campo de refugiados y de la situación en la que vivía Muzoon. Ahora podemos trabajar juntas”, ha asegurado Malala a la BBC.

“Conocí a muchas niñas en los campos de refugiados cuya única ambición era casarse. Yo les decía que está bien casarse y tener hijos, pero que lo más importante en la vida es recibir educación. En mi cultura, las mujeres se casan muy jóvenes, pero no todas las relaciones funcionan bien. Si el matrimonio no funciona, la educación puede ser un arma de escape. Pero si no recibes educación, entonces nada puede protegerte”, explica Muzoon.

“Debido a las costumbres tribales, algunos padres creen que la forma de asegurar el futuro de sus hijas es casándolas. Pero, yo intentaba hacerles ver que la verdad es justo lo contrario de eso; que la educación era la mejor forma de asegurar el futuro de sus hijas. Algunos me discutían y me decían que esa era la tradición. Yo les contestaba que no teníamos por qué perder todas nuestras costumbres, pero que algunas ya no tenían validez”.

Muzoon tiene un permiso de cinco años para permanecer en el Reino Unido. Una vez transcurrido ese tiempo, puede solicitar ser ciudadana permanente, aunque ella espera regresar a su tierra natal después de graduarse y, con suerte, luego de formarse como periodista: “Quiero volver a Siria para reconstruirla. Para lograrlo, se necesitarán médicos, ingenieros, abogados y periodistas, y no personas ignorantes que han perdido la esperanza”.

Traducción de Francisco de Zárate