- Actualización: la fiabilidad de este testimonio ha sido discutida por medios y activistas internacionales, así como por el gobierno de Siria. Más información.Más información
Cuando Bana al-Abed, una niña de siete años, se despertó de su siesta vespertina le preguntó a su madre si ya era de día. Los rayos de luz se colaban por la ventana. Sin embargo, no era luz natural; su barrio se había convertido en una inmensa hoguera avivada por las bombas de fósforo.
“Cuando nos bombardean, nuestros corazones empiezan a temblar antes de que lo hagan los edificios”, explica la madre de Bana, Fatemah, en una conversación por Skype. Su hija está acurrucada a su lado, y se encuentran en una habitación escasamente iluminada. Durante la conversación se puede oír el ruido de fondo de las ametralladoras.
En los últimos diez días, las bombas no han parado de caer sobre lo que queda de la zona Este de la ciudad de Alepo; los distritos sitiados de la mayor ciudad de Siria. Los aviones de combate rusos y sirios han provocado una masacre, con cientos de muertos y más de mil heridos. Los hospitales que todavía se encuentran operativos están desbordados y de hecho estas instalaciones también están siendo bombardeadas.
Washington y Moscú negociaron un alto el fuego, pero el acuerdo se rompió tras un intercambio de acusaciones mutuas después de que avionetas rusas o sirias bombardearan un convoy de ayuda humanitaria que tenía el permiso de Damasco para entrar en una zona controlada por la oposición. Desde entonces, los barrios de la ciudad han sido atacados con un arsenal que incluye bombas rompe búnkeres, barricas llenas de explosivos, fósforo blanco y municiones en racimo. El objetivo final es que las fuerzas de la oposición se rindan antes de una ofensiva terrestre.
El miércoles pasado, Unicef informó de que unos 100 niños han muerto en las últimas semanas. La cifra no ha hecho más que subir desde entonces.
De momento, Bana y su madre han conseguido sobrevivir y han utilizado las redes sociales para describir sus vidas sitiadas. Su cuenta de Twitter, @alabedbana, ya tiene más de 28.000 seguidores. Empezaron a tuitear el 24 de setiembre, con el mensaje “Necesito paz”. Desde entonces, Bana y Fatemah han compartido fragmentos de sus vidas bajo las bombas e imágenes de la masacre en la ciudad. También han compartido vídeos de Bana pintando con sus amigos o aprendiendo inglés.
Los tuits suelen estar escritos en un inglés muy básico; el de una niña que se esfuerza por expresarse. Los de su madre son más retóricos. También tuiteó en directo la destrucción de un edificio cercano al suyo y los esfuerzos por rescatar a los civiles que se quedaron atrapados entre los escombros. The Guardian ha decidido no proporcionar el nombre del barrio donde viven.
“Bana me preguntó por qué el mundo parece no oírnos, por qué nadie nos ayuda”, indica Fatemah cuando habla de las razones por las que decidió utilizar Twitter para documentar la destrucción que la rodea.
Bana y su hermano pequeño ya no van a la escuela. Antes, la madre iba a la universidad pero la ruta es cada vez más peligrosa y ha preferido quedarse en casa y ayudar a los niños con los estudios. Apuntó a Bana a una escuela local, pero fue bombardeada el año pasado. Y las que siguen abiertas están demasiado lejos y es peligroso hacer ese trayecto a diario debido a los bombardeos constantes. Cuando le preguntamos por qué no va a la escuela, Bana, que estaba recostada, se endereza para responder.
“Ha sido destruida”, responde.
Fatemah decidió permanecer en Alepo porque pensó que la guerra ya solo podía durar uno o dos años más y porque esta ciudad es su vida. “No puedes cambiarte de piel”, indica Fatemah: “aquí vivieron nuestros padres, es nuestro país, nuestro hogar, el aire que respiramos”.
Bana y Fatemah tienen una vida dura. Ya no pueden comprar verdura y fruta en el mercado; una de las consecuencias del sitio que empezó tres meses atrás y que solo se interrumpió tras una ofensiva rebelde que permitió el paso de unas pocas provisiones.
Disponen de muy poco combustible para los generadores de electricidad, así que la familia ha instalado paneles solares para tener luz en casa.
La madre de Bana reconoce que la niña también se ha transformado. La guerra y los enfrentamientos es lo único que ha conocido desde que nació. Suele mostrarse ausente y distraída. Poder dormir cuatro horas seguidas sin que les despierten los bombardeos se ha convertido en un milagro. A la niña le gustaría poder salir de la casa e ir a la escuela, pero lo único que puede hacer es quedarse en casa y pintar y jugar con los vecinos.
La niña vuelve a intervenir: “Somos niños. Nos gusta vivir. Queremos que el mundo nos oiga”.
En cuanto a su madre, dice que lo único que quiere es que la vida de sus hijos vuelva a la normalidad, que puedan ir a la escuela, jugar con sus amigos y volver a sentirse niños. Es por este motivo que decidió documentar sus vidas a través de Twitter.
“Teníamos grandes planes de futuro para nosotros y nuestros hijos”, explica: “Los queremos proteger. Nosotros ya pudimos disfrutar de la vida antes de la guerra pero nuestros hijos, no”.
La guerra “ha terminado con todo lo que tenía que ver con la vida”, indica. Ahora, asegura, su gran preocupación es si lograrán sobrevivir un día más. Pocos instantes después, el sonido de una avioneta interrumpe la conversación de Skype. “Lo más probable es que en unos minutos sobrevuele el barrio”, explica.
“Creen que los sitiados son terroristas, pero como puedes ver somos personas normales” afirma. “Somos sirios, somos las personas que vivimos en Alepo”.
Traducción de Emma Reverter
Tras la publicación de reportajes en varios medios internacionales sobre Bana al-Abed, como este publicado originalmente por The Guardian, se ha puesto en duda la fiabilidad de este testimonio tanto por parte de activistas internacionales como por parte del gobierno sirio.
La cuenta de Twitter @AlabedBana se creó en septiembre de 2016 y en tan solo unas semanas acumuló decenas de miles de seguidores. Entonces, diversos medios internacionales, incluido The Guardian, publicaron su historia con entrevistas tanto a ella como a su familia. Sin embargo, otras informaciones apuntaban a que su historia era falsa y denunciaba que se trataba de una herramienta de propaganda.
En octubre, el presidente sirio, Bashar al Asad, concedió una entrevista y se refirió al caso de Bana afirmando: “Uno no puede construir su posición política con un vídeo promocionado por terroristas o sus seguidores. Es un juego de propaganda de los medios de comunicación”.
Dos meses más tarde, la página de investigación Bellingcat estudió el caso de esta cuenta de Twitter y acreditó utilizando imágenes satelitales que la niña existía, que vivía en la zona donde afirmaba que vivía y que la cuenta estaba gestionada por su madre, profesora de inglés con estudios de Periodismo. Sin embargo, eldiario.es no ha podido acreditar de forma independiente la historia de @AlabedBana publicada originalmente por The Guardian y otros medios.