Tras el fulminante fracaso de los primeros contactos para formar un gobierno de coalición en Alemania en la medianoche de domingo, el culpable más evidente parece ser Christian Lindner, el presuntuoso líder del Partido Democrático Libre (FDP), un partido a favor de los intereses empresariales, cuya salida teatral de la reunión había sido meticulosamente preparada. Resulta el villano perfecto; de hecho, demasiado obvio.
Sin embargo, en las próximas semanas Alemania se tendrá que preguntar si la parálisis política del país, el motor económico de Europa, ha sido causada en realidad por otra política: Angela Merkel, la actual canciller.
El domingo por la noche, los colegas de partido de Merkel y los políticos del Partido de los Verdes no dudaron en culpar a Lindner e insistieron en el hecho de que se podría haber llegado a un acuerdo a partir de los intereses comunes. Algunos de ellos expresaron su sospecha de que en realidad el partido de Lindner nunca tuvo intención de negociar.
Lindner no ha podido explicar de forma convincente qué líneas rojas de su partido cruzaron las negociaciones para formar coalición. La colíder del Partido de los Verdes, Katrin Göring-Eckardt, afirmó el lunes que el FDP abandonó la negociación a pesar de que había conseguido imponer su criterio en puntos clave.
En un país en el que la estabilidad política tiene una importancia crucial, esta acusación de irresponsabilidad puede perseguir al aliado de la Unión Demócrata Cristiana (CDU, por sus siglas en alemán) durante años.
Y, sin embargo, las negociaciones para formar gobierno han dejado en evidencia que la llamada coalición Jamaica –por los colores de sus integrantes: los verdes, el FDP y la CDU, que coinciden con la bandera jamaicana– se caracterizaría por su inestabilidad, estaría marcada por la desconfianza y tendría muchas posibilidades de fracasar.
“Es mejor que fracase una alianza de gobierno antes de formarse a que se vea arrastrada a un periodo legislativo en discordia”, indicó este lunes el periódico conservador Frankfurt Allgemeine Zeitung. Incluso Merkel se ha mostrado favorable a unas nuevas elecciones: “Mi punto de vista es que las nuevas elecciones serían un mejor camino”. Por su parte, el presidente de el país, Frank-Walter Steinmeier, ha pedido a los líderes de los verdes y de los liberales del FDP que vuelvan a considerar sus posiciones para que lleguen a formar gobierno con el partido de Merkel.
Sin embargo, la petulancia del FDP en estas negociaciones y el hecho de que los socialdemócratas no estén dispuestos a hablar sobre la posibilidad de formar otra “gran coalición” con la CDU guardan una relación directa con Merkel: los dos partidos sufrieron un grave revés existencial tras formar gobierno con una canciller que ha ido perfeccionando la técnica de hacerse suyas políticas clave de otros partidos.
“En las últimas semanas, Merkel se ha convertido en la bisagra de la puerta que puede abrirse hacia ambos lados del espectro político”, explica Gero Neugebauer, un politólogo de la Free University de Berlín. “Esta estrategia no ha funcionado y el debate en torno a la traición de Lindner está dando lugar a un debate sobre el fracaso de Merkel”.
Todavía existe la posibilidad de que la indignación moral causada por el hecho de que el FDP haya abandonado la mesa negociadora tenga la fuerza suficiente como para crear una coalición de la CDU y los Verdes. Sin embargo, les faltarían 42 escaños para tener la mayoría y necesitarían el apoyo puntual de otros partidos. Esta situación no tiene precedentes en ningún nuevo gobierno que se haya formado desde la Segunda Guerra Mundial en Alemania.
Tanto si se forma un gobierno de minorías como si se opta por convocar unas nuevas elecciones será inevitable que el Parlamento Federal alemán cuestione la capacidad de liderazgo de Merkel. Para organizar una moción de confianza que dé lugar a unas nuevas elecciones, Merkel necesita primero ser votada formalmente canciller de Alemania. Si no consigue una mayoría suficiente, todavía será más evidente que ha perdido poder.
Sin embargo, incluso si fueran a celebrarse nuevas elecciones en la primavera del año que viene, cabe la posibilidad de que Merkel vuelva a presentarse. Han pasado diecisiete años desde que tomó las riendas del partido conservador de Alemania y todavía no hay otro candidato que la pueda destronar o que tenga su beneplácito para sustituirla. De momento, el único partido que ha pedido la cabeza de Merkel es el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania.
Nunca había estado tan cerca el fin de Merkel. Cuando finalmente se produzca, nadie la empujará; ella misma saltará al abismo.
Traducido por Emma Reverter