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Análisis

Netanyahu libra una guerra en dos frentes y no hay final a la vista para ninguno de los dos

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, asiste a una votación en el Parlamento sobre la ley de reclutamiento militar para ultraortodoxos el pasado 9 de junio.
17 de junio de 2024 22:06 h

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En 2019, Aviv Kochavi, entonces jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), pronunció un discurso optimista. Las FDI, proclamó, son “la victoria en estado puro”. De hecho, tras valorar que las principales amenazas a la seguridad de Israel procedían de actores no estatales como Hamás y Hizbulá, Kochavi introdujo al año siguiente una nueva doctrina operativa llamada “victoria decisiva”.

Esta estrategia preveía “operaciones rápidas y de carácter ofensivo basadas en el uso de unidades más pequeñas apoyadas por una potencia de fuego masiva” contra lo que se había reformulado como “ejércitos terroristas que utilizan misiles”. Kochavi ya contemplaba la posibilidad de que Israel tuviera dos frentes abiertos al mismo tiempo. 

Cuando se cumplen nueve meses desde el inicio del conflicto de Gaza tras el inesperado ataque transfronterizo de Hamás el 7 de octubre, Israel tiene dos frentes abiertos. Sin embargo, la promesa de Kochavi de una “victoria rápida” o “decisiva” ha resultado ilusoria, a pesar del potente arsenal utilizado con consecuencias devastadoras sobre la población civil de Gaza.

La dinámica de la guerra, cada vez más larga, ha impuesto su propia realidad, a pesar de los intentos liderados por Estados Unidos para que se celebren conversaciones serias de alto el fuego y se llegue a un acuerdo de intercambio de rehenes por prisioneros, respaldada por la aprobación de una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

La supuesta existencia de cartas enviadas por Yahya Sinwar, dirigente de Hamás en Gaza, en las que describe las víctimas civiles palestinas como “un sacrificio necesario”, sugieren que el grupo ve la evolución del conflicto desde una perspectiva fundamentalmente distinta a la de las autoridades israelíes.

Esas supuestas afirmaciones de Sinwar han sido analizadas al detalle. Lo cierto es que es más significativo el contexto: Hamás ve su batalla en términos de movimientos de liberación históricos como la lucha argelina por la independencia de Francia, que sufrió importantes reveses civiles a manos de las fuerzas francesas.

El fracaso continuado de las conversaciones para un alto el fuego significativo ha puesto de manifiesto los puntos de vista diametralmente opuestos de Israel y Hamás, no sólo sobre lo que representa el conflicto en la actualidad, sino sobre las perspectivas a largo plazo.

Los líderes políticos y militares de Israel han creído durante años que era posible gestionar sus conflictos, tanto con los palestinos como con Hizbulá en el norte, ignorando los vectores políticos que impulsan la violencia, entre ellos la demanda palestina de un Estado y la autodeterminación.

En cambio, Hamás y Hizbulá contemplan desde hace tiempo un horizonte más lejano. Para Hamás en particular, la última guerra no se ve como uno más de una serie de conflictos encadenados, sino como un compromiso en una lucha más larga que cree que acabará ganando. De hecho, si hay un elemento común en las valoraciones de Israel y Hamás sobre los enfrentamientos, es la sombría convicción de ambos bandos de que no hay más opción que seguir luchando.

Por su parte, Sinwar, en una de sus misivas, habló en términos dignos de Macbeth. “Tenemos que seguir avanzando por el mismo camino que emprendimos”, afirma, según el Wall Street Journal. “O que sea una nueva Karbala”, añade, en referencia a la batalla de Karbala, que tuvo lugar en siglo VII en Irak y en la que el nieto del profeta Mahoma fue asesinado con sus seguidores.

En términos más generales, Hamás cree que ha conseguido sus logros más significativos lejos del campo de batalla; en el frente diplomático. A medida que más países reconocen la condición de Estado palestino, Israel se enfrenta a un creciente aislamiento diplomático y a acusaciones de crímenes de guerra en serie, como el genocidio y el uso del hambre como arma de guerra; acusaciones que niega.

Esto podría explicar la postura maximalista de Hamás en las negociaciones de alto el fuego, que afirma que sólo se sentará si se pone fin a los enfrentamientos y se produce una retirada del ejército israelí de Gaza. Por su parte, la postura de Israel, a pesar de los deseos de Washington, es igualmente inflexible.

La salida del político y exgeneral israelí Benny Gantz y su partido del gabinete de guerra de Benjamín Netanyahu ha provocado que el primer ministro dependa más de los partidos de extrema derecha que se oponen a un alto el fuego. Además, no ha logrado desencadenar una crisis política y el apoyo a Netanyahu no ha hecho más que aumentar en las encuestas.

El conflicto en Gaza está imponiendo su propia dinámica peligrosa, y no sólo en torno a la cuestión de la guerra en sí. En el conflicto paralelo con Hizbulá, lanzado en apoyo de Gaza el 8 de octubre, han quedado al descubierto las mismas premisas israelíes sobre la gestión del conflicto y la visión de una victoria rápida y fácil.

Nueve meses de intercambios diarios y gradualmente intensificados han desplazado a decenas de miles de personas a ambos lados de la frontera libanesa. Un escenario impensable el pasado septiembre –que Israel se viera envuelto en una guerra fronteriza prolongada y peligrosamente inconclusa con Hizbulá– se ha convertido en una cuestión política en medio de las crecientes demandas de una amplia ofensiva contra Hizbulá.

Las conversaciones de desescalada, dirigidas por el enviado especial estadounidense Amos Hochstein, no han conseguido resultados mágicos, ya que Hizbulá ha insistido en que su propia campaña depende del fin de los combates en Gaza.

Hizbulá ha insistido en que no busca una guerra total, pero que está preparada para ella si se produce. No obstante, lo que sigue sin estar claro es cómo terminarán los enfrentamientos y en qué condiciones. Al igual que Hamás, Hizbulá considera que tal vez no ha ganado, pero no ha perdido. Los líderes de Hizbulá no parecen preocupados por la muerte de 400 combatientes y está por ver si se les puede convencer mediante negociaciones de que se retiren de la frontera.

A fecha de hoy, la guerra en ambos frentes, horror al margen, parece destinada a prolongarse.

Traducción por Francisco de Zárate.

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