Adoptar políticas de derechas en temas como la inmigración y la economía no ayuda a los partidos de centroizquierda a ganar votos, según un análisis reciente de datos electorales y de sondeos europeos.
Ante 20 años de descenso en su porcentaje de votos, acompañados de un creciente apoyo a la derecha, la extrema derecha y a veces la extrema izquierda, los partidos socialdemócratas de toda Europa han buscado cada vez más la salvación acercándose al centro político.
Sin embargo, el análisis, publicado este mes, muestra que los partidos de centroizquierda que prometen, por ejemplo, mano dura con la inmigración o implacabilidad con el gasto público tienen pocas probabilidades de atraer a los votantes potenciales de la derecha y corren el riesgo de alejarse de sus simpatizantes progresistas.
“Los votantes tienden a preferir el original a la copia”, dice Tarik Abou-Chadi, profesor asociado de Política Europea en la Universidad de Oxford y cofundador de la Red de Investigación de Políticas Progresistas (PPRNet), que se acaba de lanzar.
Abou-Chadi explica que el equipo de politólogos, procedentes de universidades como Barcelona, Lausana, Viena, Zúrich y Berlín, no pretende “asesorar ni actuar como consultores políticos”, sino presentar una investigación “cuidadosa, empírica y basada en datos”.
“Pretendemos proporcionar una base más sólida y precisa para un debate político abierto sobre la política progresista, quién vota a los partidos progresistas y por qué, y las estrategias de que disponen”, dice. “Eso implica romper con los mitos”.
Un votante distinto
Una de las percepciones erróneas más reveladoras del estudio del equipo se refiere a la naturaleza del apoyo a los partidos de centroizquierda en Europa. “Desde el auge de la socialdemocracia, las estructuras sociales se han transformado por completo”, dice Abou-Chadi. “El votante socialdemócrata medio de hoy es muy distinto al de hace 50 o incluso 20 años, y es poco probable que sea un trabajador industrial. Los datos también muestran que gran parte de este nuevo electorado es en realidad culturalmente progresista y económicamente de izquierdas”.
El análisis muestra poca competencia real de votantes entre el centroizquierda y la derecha radical, como sostienen algunos políticos socialdemócratas. En este sentido, Abou-Chad señala que los partidos progresistas “deben comprender y representar las estructuras sociales del siglo XXI”.
Una de las lecciones clave del estudio es que “tratar de imitar las posiciones de la derecha no es una estrategia acertada para la izquierda”. Dos estudios en particular, sobre el llamado 'chovinismo del bienestar' y la política fiscal, lo ilustran, según los investigadores.
La austeridad hace perder votos
Björn Bremer, de la Universidad Centroeuropea de Viena, explica que una encuesta elaborada en España, Italia, Reino Unido y Alemania así como datos más amplios de 12 países de la UE muestran que, desde la crisis financiera de 2008, la “ortodoxia fiscal” hizo perder votos al centro izquierda.
“Los partidos socialdemócratas que han apostado por la austeridad no consiguen el apoyo de los votantes preocupados por la deuda pública, y pierden el respaldo de los que se oponen a la austeridad”, dice Bremer: “Los partidos de centroizquierda que imponen realmente la austeridad pierden votos”.
Como ejemplo, Bremer cita la derrota de la campaña electoral de 2015 del partido laborista británico, que se centró en la responsabilidad fiscal. “[Cuando] los votantes se preocupan realmente por la política fiscal, se decantan por el 'dueño de la cuestión', en este caso, los conservadores, a los que siempre creerán más creíbles en ese tema”, dice.
La ortodoxia fiscal –reducción de impuestos y limitación del gasto y de la deuda pública– funcionó para partidos socialdemócratas como el Nuevo Laborismo de Tony Blair y el SPD de Gerhard Schröder en Alemania, pero, según Bremer, aquel fue “un periodo de relativa estabilidad y crecimiento”.
En este sentido, puntualiza que ahora “estamos en un contexto diferente”. “Los datos sugieren claramente que los partidos de centroizquierda pueden construir una coalición de votantes que crean que son esenciales para un Estado del bienestar fuerte, unos servicios públicos eficaces y una inversión real, por ejemplo, en la transición ecológica”.
El experto explica que “hacer lo contrario –ofrecer un programa contradictorio que promueva la austeridad, pero prometa proteger los servicios públicos y el Estado del bienestar, y esperar que los votantes se traguen esos cuentos de hadas– fracasó en la década de 2010, y es probable que vuelva a fracasar”.
El 'chovinismo del bienestar'
Del mismo modo, según Matthias Enggist, de la Universidad de Lausana, el análisis de los datos de ocho países europeos no muestra pruebas de que el llamado 'chovinismo del bienestar' –en términos generales, restringir el acceso de los inmigrantes a la seguridad social– sea una estrategia de éxito para la izquierda. “Tiene poco apoyo entre los votantes de izquierdas reales –verdes, socialdemócratas o de izquierda radical– o entre los potenciales votantes de izquierdas que hay en la derecha”, dice Enggist: “Y a los votantes de izquierdas en su mayoría les disgusta realmente la discriminación entre inmigrantes y nacionales”.
Sin embargo, matiza que los votantes que sí apoyan el 'chovinismo del bienestar' probablemente ni siquiera se planteen votar a un partido de izquierdas, y añade que no hay pruebas de que esta sea una estrategia para recuperar suficientes votos de la clase trabajadora tradicional como para aumentar significativamente la fuerza electoral de los partidos de izquierda.
Incluso en Dinamarca, donde un Gobierno socialdemócrata ha implantado uno de los regímenes antiinmigración más duros de Europa, los datos electorales sugieren que restringir los derechos de los inmigrantes no es popular entre un número significativo de votantes del partido.
Enggist afirma que los políticos de izquierdas que defienden el 'chovinismo del bienestar' “sobrestiman su potencial para ganar nuevos votantes”. “Las pruebas demuestran claramente que sobrestiman la relevancia electoral de los votantes blancos tradicionales de clase trabajadora, y subestiman lo mucho que les importa a sus actuales votantes de clase media que los inmigrantes reciban un trato digno e igualitario”.
Traducción de Emma Reverter.