Debemos hacer todo lo posible por contener la agresión de Vladímir Putin sobre Ucrania. Pero también debemos tener las cosas claras y afrontar los costes. La economía no puede separarse ni de la política, ni de la historia. Aquí, ocho realidades que invitan a la reflexión:
1. ¿Impedirán las sanciones económicas que están en marcha que Putin intente apoderarse de toda Ucrania?
No. Complicarán las transacciones financieras globales de Rusia, pero no paralizarán su economía. Después de la anexión de la península de Crimea en 2014, EEUU y sus aliados impusieron sanciones económicas que ralentizaron su economía temporalmente, pero Rusia se recuperó pronto. Desde entonces, Moscú ha tomado medidas para reducir su dependencia de la deuda y la inversión extranjera, lo que significa que sanciones similares tendrán menos efecto.
Además, el auge de las criptomonedas y otros activos digitales le permite a Rusia sortear las transferencias bancarias, que son los puntos de control de las sanciones. En resumen: las sanciones ya impuestas o por venir podrían reducir el PIB de Rusia, pero solo en pocos puntos porcentuales.
2. ¿Qué tipos de sanciones perjudicarían seriamente a Rusia?
Sancionar las enormes exportaciones de petróleo y gas de Rusia podría causar un daño sustancial. Rusia produce 10 millones de barriles de petróleo al día, lo que supone alrededor del 10% de la demanda global. Ocupa el tercer puesto de producción mundial de petróleo (por detrás de Estados Unidos y de Arabia Saudí) y el segundo en exportaciones de gas (detrás de EEUU), según la Administración de Información Energética estadounidense.
3. Entonces, ¿por qué no se les imponen sanciones?
Porque afectarían seriamente a los consumidores de Europa y EEUU –elevando los precios de la energía y agravando la inflación (que llega ya al 7,5% anual en EEUU, el máximo en 40 años). Aunque EEUU importa muy poco petróleo y gas natural ruso, los mercados de petróleo y gas son globales –por lo que la escasez que eleva los precios en una parte del mundo tendrá efectos similares en otros sitios–. El precio del petróleo en EEUU se aproxima rápidamente a 100 dólares por barril, un alza desde los 65 dólares desde hace un año. El precio de la gasolina en el surtidor promedia los 3,53 dólares por galón (3,14 euros por litro), según la Asociación Estadounidense del Automóvil.
Para la mayoría de los estadounidenses, el valor de la gasolina en el surtidor es el indicador más importante de la inflación, no solo porque llenan sus depósitos con ella, sino porque el coste aparece con números grandes en todas las gasolineras del país. (Los principales beneficiarios de esos aumentos, dicho sea de paso, son empresas energéticas como Halliburton, Occidental Petroleum y Schlumberger, que ahora encabezan el S&P 500. ¿Quién está a favor de ponerles impuestos a las ganancias extraordinarias?).
4. ¿Podrían las sanciones más duras debilitar el control de Putin sobre Rusia?
Es posible. Pero también podrían tener el efecto contrario: permitir que Putin alimente las sospechas de Rusia con respecto a Occidente y que el nacionalismo ruso se fortalezca todavía más. Medidas más severas por parte de EEUU podrían provocar que el ruso medio pague precios más altos por la comida y la ropa, o podrían devaluar las pensiones y cuentas de ahorros por un desplome del rublo o de los mercados rusos, aunque estos podrían considerarse sacrificios necesarios que empujarían a los rusos a unirse en torno a Putin.
5. ¿Qué otras consecuencias deberíamos contemplar en la política exterior?
En una palabra: China. Las preocupaciones de Rusia respecto a Occidente ya han llevado a un acercamiento con China. Una alianza fuerte entre las dos autocracias más poderosas del mundo sería preocupante.
6. ¿Qué pasa con la política nacional?
Las crisis de política exterior tienden a alejar la política nacional de los titulares, y a debilitar los movimientos reformistas. La agresión de Putin sobre Ucrania ya ha acallado las conversaciones en Estados Unidos sobre el derecho al voto, la reforma del filibusterismo y el plan Build Back Better (el programa de gasto social y contra el cambio climático de Joe Biden), al menos por ahora. Una guerra a gran escala, si llega a eso, debilitará la reforma. La Primera Guerra Mundial detuvo la era progresista. La Segunda Guerra Mundial terminó con el 'New Deal' de Franklin D. Roosevelt. Vietnam frenó la 'Great Society' de Lyndon B. Johnson (el programa de reducción de la pobreza, contra la desigualdad y para la protección medioambiental).
Las guerras y las amenazas de guerra también legitiman gastos militares enormes y burocracias militares gigantescas. Estados Unidos ya gasta 776.000 millones de dólares (690.000 euros) al año en el Ejército, una suma mayor a la de las 10 potencias militares que le siguen (incluyendo a Rusia y China) juntas. Las guerras también generan beneficios jugosos para las grandes corporaciones del sector armamentístico.
La posibilidad de una guerra también distrae a la opinión pública de los fallos de la política nacional, como lo hizo la guerra hispano-estadounidense para el presidente William McKinley y las guerras en Afganistán e Irak para George W. Bush. (Esperemos que los asesores de Biden no piensen de ese modo).
7. ¿Podrían las sanciones conducir a una guerra real entre Rusia y Occidente?
Es poco probable. Los estadounidenses no quieren que otros estadounidenses mueran por proteger a Ucrania (la mayoría de ellos ni siquiera sabe dónde está Ucrania, y mucho menos tienen interés nacional por protegerla). Y ni Rusia ni EEUU quieren ser aniquiladas en un holocausto nuclear.
Pero las crisis internacionales como esta siempre corren el riesgo de irse de las manos. Rusia y EEUU tienen tienen gigantescos arsenales de armas nucleares. ¿Y si una de ellas se activa accidentalmente? Y lo que es más probable, ¿qué pasa si Rusia ataca cibernéticamente a EEUU, causando daños enormes a los activos estadounidenses, sus comunicaciones, bancos, hospitales y redes de transporte? ¿Qué pasa si las tropas rusas amenazan a los miembros de la OTAN en las fronteras de Ucrania? En estas condiciones, ¿podría Estados Unidos estar dispuesto a enviar tropas terrestres?
Quienes han luchado en conflictos por tierra y aire saben que la guerra es un infierno. Las generaciones posteriores tienden a olvidarlo. En la víspera de la Primera Guerra Mundial, muchos estadounidenses y británicos hablaban de las glorias de la guerra a gran escala porque muy pocos recordaban la guerra real. Hoy, la mayoría de los estadounidenses no tiene experiencia directa de guerra. Afganistán e Irak eran abstracciones para la mayoría de nosotros. Vietnam ya se ha borrado de nuestra memoria colectiva.
8. ¿Qué es lo que Putin busca realmente?
No solo mantener a Ucrania fuera de la OTAN, porque la OTAN en sí misma no es la mayor preocupación de Putin. Después de todo, Hungría y Polonia son miembros de la OTAN, pero sus gobiernos se parecen más al de Rusia que a las democracias occidentales. El temor real de Putin es la democracia liberal, que representa una amenaza directa a los “hombres fuertes” autoritarios como él (tal como le sucedió a Donald Trump). Putin quiere mantener la democracia liberal lejos de Rusia.
Los medios para mantener a raya la democracia occidental no son solamente la invasión de Ucrania, por supuesto. También lo es producir una división dentro de occidente, alimentando el nacionalismo racista en Europa Occidental y Estados Unidos. En ese sentido, Trump y sus seguidores siguen siendo los aliados más importantes de Putin.
Robert Reich, exsecretario de Trabajo de EEUU, es profesor de políticas públicas en la Universidad de California en Berkeley y autor de Saving Capitalism: For the Many, Not the Few y The Common Good. Su nuevo libro, The System: Who Rigged It, How We Fix It, acaba de salir. Es columnista de The Guardian en EEUU.
Traducción de Ignacio Rial-Schies
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