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The Guardian en español

Odesa, el símbolo para los rusos que se prepara para un ataque de Putin

Residentes de Odesa llenan sacos de arena de la playa para defender su ciudad el 1 de marzo.

Shaun Walker

Odesa (Ucrania) —
8 de marzo de 2022 15:15 h

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Los cafés para turistas están ocultos detrás de barricadas. El gran Teatro de Ópera y Ballet está cercado por un muro de sacos de arena. Las trampas para tanques bloquean los accesos a la legendaria escalera Potemkin. Nadie en Odesa puede creer que Vladímir Putin se disponga a atacar esta ciudad, un lugar ligado a Rusia por lazos familiares, literarios y culturales, un lugar casi mítico para muchos rusos.

Pero, en los últimos días, las fuerzas armadas rusas han hecho muchas cosas que hace apenas dos semanas parecían impensables.

“No sé qué clase de cabrón, idiota o escoria hay que ser para apretar el botón que hace que caigan misiles sobre Odesa”, dice el alcalde de la ciudad, Gennady Trukhanov, durante una entrevista con The Guardian en un edificio del centro de la ciudad al que se ha trasladado por motivos de seguridad. “Está más allá de los límites de mi comprensión”.

El domingo, el presidente francés, Emmanuel Macron, llamó a Putin para expresarle su preocupación por la información de inteligencia que revelaba que un ataque a Odesa comenzaría pronto. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, también se refirió a esa posibilidad en uno de sus últimos discursos en vídeo, todos ellos pronunciados con una resistencia y un agotamiento cada vez mayores.

“Los rusos siempre han venido a Odesa. En Odesa siempre han sido recibidos con calidez. Siempre con sinceridad. ¿Y ahora qué? ¿Bombas contra Odesa? ¿Artillería contra Odesa? ¿Misiles contra Odesa? Será un crimen de guerra. Será un crimen histórico”.

Hasta ahora, el ataque ruso al sur de Ucrania ha evitado en gran medida a Odesa, pero los analistas militares sugieren que es solo cuestión de tiempo, especialmente si los rusos logran tomar Mykolaiv, más al este. Este lunes por la mañana cayeron nuevamente misiles en la ciudad, mientras que los buques de guerra han estado desplazándose de forma funesta entre la costa a las afueras de Odesa y la región anexionada de Crimea.

Todas las mañanas, los residentes que se han quedado en Odesa se levantan y comprueban el avance de los buques de guerra y el estado de Mykolaiv. A través de mensajes de texto reciben consejos sobre qué hacer en caso de un ataque anfibio o un ataque aéreo sostenido.

Donaciones para el Ejército

En un mercado gastronómico recientemente renovado en el centro de la ciudad, los puestos que solían vender ostras, champán y cafés originales dejaron de funcionar tras el inicio del ataque ruso a Ucrania el 24 de febrero. Ahora, banderas ucranianas y eslóganes antirrusos decoran la sala, que sirve como punto de recogida de donaciones para el Ejército. Voluntarios con chaquetas naranjas reciben bolsas de los civiles que quieren colaborar con el esfuerzo bélico.

“Escribimos en Telegram lo que necesitamos: medicamentos, sacos de dormir, ropa térmica. La ayuda de Occidente está llegando, pero en estas primeras semanas somos nosotros quienes tenemos que ayudarlos”, dice Nikolai Viknyanskyi, que dirige un negocio de muebles en Odesa y está al frente de la campaña de donaciones.

Cada día, el centro coordina también unas 8.000 comidas calientes, cocinadas en restaurantes cerrados de toda la ciudad, que se distribuyen entre los soldados y las unidades de defensa territorial.

Un lugar distinto

La ciudad, como todo odesio hace saber apenas se presenta la oportunidad, es un lugar particular. Presume de su reputación de hogar de estafadores alegres y narradores de cuentos laberínticos, y a menudo parece más una ciudad-estado que un foco de patriotismo ucraniano.

Si bien es cierto que en los ocho años transcurridos de las movilizaciones del Maidan se ha intensificado el interés por la lengua y la cultura ucranianas, especialmente entre los jóvenes, Odesa sigue siendo un lugar muy diferente de Kiev y de las ciudades del oeste de Ucrania.

Una encuesta elaborada en septiembre del año pasado mostró que el 68% de los habitantes de Odesa estaban de acuerdo con la afirmación de Vladímir Putin de que rusos y ucranianos son “un solo pueblo”, mientras que solo el 20% de la gente pensaba que el futuro de Ucrania pasaba por la integración con Europa. El 38% quería estrechar lazos con Rusia y el 27%, la neutralidad.

Sin embargo, puede que los acontecimientos de las últimas dos semanas hayan alterado drásticamente estas cifras.

El alcalde Trukhanov es un buen ejemplo. Antiguo miembro del Partido de las Regiones del expresidente Víktor Yanukóvich, Trukhanov ha sido acusado de corrupción y de tener vínculos con el crimen organizado y con Rusia. Él niega todas las acusaciones y se ha visto obligado a desmentir las repetidas afirmaciones de que tenía pasaporte ruso.

Ahora se ha convertido en un inesperado defensor de la soberanía ucraniana. En respuesta a la afirmación de Putin de que el ataque militar ruso tenía como objetivo defender a los rusoparlantes, Trukhanov planteó una pregunta retórica en un discurso en vídeo:“¿A quién coño pretendes defender aquí?”.

Este domingo, llevaba sobre su chaqueta el brazalete de cinta adhesiva amarilla que identifica a las fuerzas ucranianas en esta guerra y una gorra gris sobre su frente permanentemente fruncida. Desmentía la afirmación de Putin de que la guerra contra Ucrania es una “desnazificación” y decía que era la Rusia de Putin la que se estaba comportando como los fascistas. “Bombardear Járkov. ¿Quién haría eso? Solo los nazis”.

Importante para la narrativa rusa

Los acontecimientos en Odesa de 2014 juegan un papel importante en la narrativa rusa sobre una Ucrania fascista. Después de que grupos prorrusos coordinados en muchas ciudades ucranianas tomaran edificios gubernamentales durante la primavera, los ultras ucranianos devolvieron el golpe durante una manifestación prorrusa que terminó de forma violenta en Odesa. El resultado fue un incendio en el edificio de los sindicatos, en el que murieron 48 personas, la mayoría de ellas prorrusas. La tragedia fue inmediatamente aprovechada por el Kremlin, que la describe como una masacre fascista premeditada.

En el airado discurso televisado que presagió la guerra actual, Putin mencionó específicamente a Odesa y señaló que Rusia conocía los nombres de los responsables de la tragedia de mayo de 2014 y que “haría todo lo posible para castigarlos”. Estas palabras reforzaron las afirmaciones de los servicios de inteligencia occidentales de que Rusia tenía preparadas listas de personas que serían detenidas o asesinadas en caso de ocupación.

Los acontecimientos de 2014 abrieron una grieta entre amigos y familias en Odesa. Boris Khersonsky, un poeta, psicólogo y filósofo de 72 años, calcula que perdió “más de la mitad” de sus amigos cuando decidió adoptar una postura decididamente a favor de Ucrania. “Me crie hablando ruso, pero después de lo sucedido en 2014 me senté con un diccionario”, dice. Ahora escribe tanto en ruso como en ucraniano.

A la luz de los ataques contra civiles a lo largo de las últimas dos semanas, incluso muchos de los que seguían siendo incondicionalmente prorrusos están replanteándose sus convicciones.

Alexander Prigarin, antropólogo afincado en Odesa, describe su estado de ánimo actual como “confusión”. Los acontecimientos de 2014 no hicieron más que reforzar su afecto por Rusia, dice, pero la imagen de Rusia atacando ciudades ucranianas con cohetes y misiles le ha dejado perplejo. “Es una pesadilla, una tragedia, una catástrofe”.

Khersonsky cree que la actual guerra ha acercado a muchos habitantes de Odesa a las posiciones patrióticas ucranianas. “Putin ha hecho mucho para que eso ocurra”. En su casa en las afueras de la ciudad, él y y su esposa han convertido una habitación en un improvisado refugio antibombas, atrincherando las ventanas con montones de libros para protegerse de un posible ataque ruso.

Si Rusia ocupa Odesa, la pareja planea marcharse lo antes posible. “Es posible que dentro de un mes tengamos que dejar esta casa y convertirnos en refugiados sin hogar”, dice Khersonsky con naturalidad.

“Si toman la ciudad, ¿después qué?”

Quizá el aspecto más inexplicable de la decisión de Putin de invadir sea la idea –aparentemente basada en la falta de comprensión de lo mucho que ha cambiado Ucrania en los últimos ocho años– de que los habitantes de lugares como Odesa recibirían encantados a las tropas rusas, con vítores y ramos de flores.

En cambio, las imágenes procedentes de las ciudades ocupadas del sur, como Jersón, demuestran que, por mucho poderío aéreo que Rusia aporte al conflicto, el final del mismo está poco claro. Valientes ucranianos desarmados se han enfrentado a los tanques y han salido a las calles ondeando banderas de su país, mientras los soldados rusos miraban confusos la resistencia desafiante del pueblo que creían estar liberando.

“Pueden tomar la ciudad. Bien, ¿y después qué? ¿Dónde están los recursos para crear una administración, para gestionar la ciudad?”, dice Natalia Zhukova, una maestra de ajedrez de 42 años y diputada del parlamento local de Odesa. “Nos convertiremos en partisanos”.

Traducción de Julián Cnochaert.

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