La oposición proeuropea de Georgia denuncia fraude electoral y convoca protestas tras los comicios parlamentarios
La oposición prooccidental de Georgia ha convocado para este lunes una protesta contra la polémica victoria en las elecciones parlamentarias del partido gobernante, Sueño Georgiano, alineado con Rusia. Tras las cruciales elecciones del sábado, Sueño Georgiano (GD, por sus siglas en georgiano) se mantiene en el poder, pero acusado de intimidación y coacción a los votantes. Un duro golpe a la vieja aspiración del país de ingresar en la Unión Europea (UE).
La oposición se ha negado a reconocer la derrota y acusa a GD de “golpe constitucional”, lo que podría ser la antesala de una crisis política que polarice aún más a este país del Cáucaso.
Durante la rueda de prensa que la oposición organizó en la noche del domingo, la presidenta de Georgia proeuropea, Salomé Zourabichvili, afirmó que no reconoce el resultado de los comicios y que el país ha sido víctima de una “operación especial rusa”. Zourabichvili, cuyas funciones como jefa de Estado son principalmente ceremoniales, llamó a los georgianos a protestar contra el resultado electoral en la noche del lunes. “Ha sido un fraude completo, un robo total de vuestros votos”, aseguró.
La comisión electoral anunció el domingo que el 54% de los votos había sido para el GD, lo cual se traduce en 89 escaños en el Parlamento –tan solo uno menos que en las elecciones de 2020–. Los cuatro partidos de la oposición prooccidental obtuvieron 61 escaños en conjunto. Este resultado termina con las esperanzas de la oposición de construir una coalición formada por los cuatro partidos proeuropeos y deja en el aire la aspiración de estos y buena parte de la población a que Georgia se convierta en miembro de la UE.
Deriva autoritaria y conservadora
Desde que llegó al poder en 2012, el cada vez más autoritario GD ha llevado el país de casi cuatro millones de habitantes hacia políticas conservadoras, alejándose de Occidente y acercándose a Rusia. Los votantes habían acudido el sábado a las urnas para decidir si le daban o no un nuevo mandato de cuatro años.
El siniestro multimillonario Bidzina Ivanishvili, fundador del GD, se declaró vencedor poco después del cierre de las urnas, en las que se han calificado como las elecciones más trascendentales de Georgia desde la independencia de la Unión Soviética en 1991. “Es un caso atípico en el mundo, que el mismo partido logre un éxito semejante en una situación tan complicada, es un buen indicador del talento del pueblo georgiano”, dijo Ivanishvili, considerado como la persona más poderosa del país.
Georgia lleva las tres últimas décadas aspirando a estar en Europa. Según las encuestas, hasta un 80% de la población es partidaria de entrar en la UE. Sin embargo, en los últimos años, el Gobierno se ha alejado cada vez más de Occidente para acercarse a Rusia, rechazando condenar a Moscú por la invasión de Ucrania de 2022.
Una misión internacional de observadores afirmó el domingo que el desarrollo de las elecciones evidenciaba el “retroceso democrático” del país. Según un informe preliminar de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), “se han registrado casos de intimidación, coacción y presión sobre los votantes, en particular sobre los empleados del sector público y otros grupos, lo que genera dudas sobre la capacidad de algunos ciudadanos para votar sin temor a las represalias”.
Pero la OSCE no llegó a decir que las elecciones hubieran sido amañadas o fraudulentas, como repetían el domingo los partidos opositores. Durante la mañana del sábado circularon por Internet vídeos de supuestos casos de manipulación de papeletas y de intimidación a votantes en varios colegios electorales de Georgia.
Según los datos de la comisión electoral, en algunas zonas rurales el GD había ganado con márgenes sospechosamente amplios, de hasta el 90%, aunque sus resultados en las grandes ciudades fueron decepcionantes.
Desde Europa y Estado Unidos, han expresado preocupación por las acusaciones de fraude electoral, pero han mantenido un lenguaje prudente y se han abstenido de rechazar los resultados. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, abogó el domingo por una investigación, rápida y transparente, de las presuntas irregularidades electorales.
Mientras, Antony Blinken, secretario de Estado de EEUU, se sumó a la demanda de los observadores internacionales de iniciar una investigación completa por las denuncias de fraude. “De cara al futuro, animamos a los líderes políticos de Georgia a respetar el Estado de derecho, a derogar las leyes que menoscaban libertades fundamentales y a abordar juntos las deficiencias del proceso electoral”, declaró Blinken en un comunicado.
Una oposición debilitada
No está claro si la oposición logrará reunir los apoyos necesarios en los próximos días. La primavera pasada, decenas de miles de personas salieron a las calles de la capital, Tiflis, para protestar contra un polémico proyecto de ley contra “agentes extranjeros”. Según sus críticos, el objetivo de la legislación era controlar los medios de comunicación y las ONG del país. La represión policial y una serie de detenciones hicieron que las protestas se fueran debilitando hasta acabar con el movimiento ciudadano.
El resultado de la elección del sábado hace pensar en un núcleo duro de votantes georgianos que sigue apoyando al GD, sobre todo en los centros industriales y en las más pobres regiones conservadoras, donde el desarrollo económico ha sido lento y el atractivo que ejerce Europa es algo borroso y lejano. Entre las varias felicitaciones que el GD recibió de líderes extranjeros figura la del primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, un viejo aliado de Ivanishvili que tiene programada una visita a Tiflis para mañana, martes.
Los críticos del GD, en Georgia y en el extranjero, acusan al partido de llevar el país hacia el autoritarismo. La promesa de Ivanishvili, si salía reelegido, era prohibir a todos los partidos de la oposición y destituir a sus legisladores. El partido enfrentaba una unión sin precedentes de cuatro partidos prooccidentales de la oposición, los cuales habían prometido formar un gobierno de coalición para desbancar al GD y devolver a Georgia al camino de la integración en la UE.
Fundada por el expresidente Mikheil Saakashvili, la formación de centro-derecha UNM es la principal fuerza opositora. Saakashvili llamó a los georgianos a tomar las calles desde la cárcel, donde cumple condena después de que lo condenaran por abuso de poder. Según sus aliados, detrás del encarcelamiento hay motivos políticos.
Tras las elecciones, los votantes de Tiflis parecían divididos sobre el rumbo del país. “Hoy hemos perdido nuestro país, no sé qué hacer ahora; espero que podamos salir a la calle, pero si perdemos, es posible que me vaya a vivir al extranjero”, dijo a The Guardian una estudiante de 25 años, Ana Machaidze.
En general, el apoyo a los partidos prooccidentales de la oposición está en los votantes jóvenes y urbanos que ven su futuro político dentro de la UE. La empleada de un restaurante de 56 años, Irakli Shengelia, declaró alegrarse de que el GD siguiera en el poder porque servía como una garantía de “paz y estabilidad” con Rusia.
Alineado con la influyente y profundamente conservadora Iglesia Ortodoxa, el gobierno de Georgia ha tratado de inflamar los sentimientos de rechazo a la democracia liberal haciendo campaña por los “valores familiares” tradicionales y criticando lo que presenta como excesos occidentales. El parlamento de Georgia aprobó hace poco una ley que restringe los derechos del colectivo LGTBIQ+. Según sus críticos, la medida es un reflejo de leyes promulgadas en la vecina Rusia, donde las autoridades han aplicado varias medidas para reprimir a las personas de ese colectivo.
Los resultados de las elecciones en Georgia fueron muy bien recibidos en Rusia, con la propaganda electoral celebrándolos a medida que se iban conociendo. “Los georgianos han ganado”, dijo Margarita Simonyan, la influyente redactora jefe del medio estatal ruso RT.
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