Oslo quiere convertir la riqueza del petróleo en liderazgo ambiental: “Tenemos que pagar ese precio”

Jillian Ambrose

29 de julio de 2021 22:37 h

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La ciudad de Oslo fue construida gracias a la riqueza generada en el Mar del Norte, donde durante décadas se han extraído miles de millones de barriles de petróleo y gas. Pero Oslo ahora pretende liderar la transformación de Noruega para que pase de ser uno de los mayores exportadores de combustibles fósiles a una potencia verde pionera.

Para Raymond Johansen, alcalde de Oslo, ayudar a liderar el esfuerzo global para abordar la crisis climática es tanto una respuesta económica pragmática a la caída del sector de los combustibles fósiles de Noruega como una obligación moral de proveer soluciones a una crisis que el mismo país ayudó a crear.

En el centro del plan de Johansen está una planta incineradora de basura industrial. La planta Varme de Oslo, a las afueras de la capital, genera calor y electricidad con la quema de basura y es su mayor productora de emisiones de dióxido de carbono con diferencia.

A comienzos de este año la planta entró en la lista de candidatos a recibir el apoyo de un programa del fondo para la reducción de emisiones de la UE valorado en mil millones de euros. Johansen dice que Oslo quiere convertir el incinerador en un modelo para que las ciudades de toda Europa puedan reducir sus emisiones mientras lidian con su basura.

“Es una de mis mayores aspiraciones como líder de Oslo”, dice Johasen. “Somos a la vez suficientemente pequeños y grandes como para ser un campo de pruebas para Europa occidental”.

El plan de la ciudad es reconvertir su planta de desechos con tecnología de captura de carbono que atrape las emisiones antes de que lleguen a la atmósfera y contribuyan al calentamiento global. La planta quema 400.000 toneladas de residuos no reciclables por año, de las cuales entre 50.000 y 100.000 provienen de residuos domésticos británicos. Las incineradoras generan el 15% de las emisiones de carbono de Oslo.

Si resulta exitoso, el proyecto podría tener un papel importante en el objetivo de Oslo de reducir sus emisiones de carbono en un 95% para 2030 en comparación con los niveles de 2009, dice Johansen. Pero también podría ser el primer paso en el desarrollo de tecnología aplicable en otras plantas de toda Europa que producen electricidad a partir de basura.

La mayor ambición del proyecto es brindar apoyo al plan más amplio en Noruega que supone la creación de una cadena de captura de carbono a gran escala, capaz de almacenar las emisiones europeas permanentemente bajo el Mar del Norte.

“Desde puntos de vista tanto éticos como morales, creo que es importante que estemos dispuestos a contribuir [a los esfuerzos climáticos] en una escala más avanzada y a desarrollar las nuevas tecnologías que necesitamos”, dice Johansen.

Noruega cree que puede invertir su legado desde hace medio siglo y pasar de bombear gas fósil del Mar del Norte al resto de Europa a hacer lo contrario pero con las emisiones de carbono. El proyecto de captura de carbono Northern Ligths planea enviar CO2 desde las instalaciones industriales con tecnología de captura de carbono hasta una terminal en la costa occidental de Noruega. Desde allí, el carbono líquido será transportado por tuberías a un sitio de almacenaje bajo el Mar del Norte, donde quedará guardado permanentemente.

“Un país rico que depende del petróleo y del gas como Noruega está en cierta medida obligado a desarrollar esta tecnología y a hacerla más disponible para el resto de Europa. Debemos hacerlo. Tenemos que pagar ese precio”, dice Johansen.

El coste del proyecto de captura de carbono para el incinerador Varme de Oslo, valorado en 700 millones de euros, requeriría una financiación de 300 millones por parte de la UE, además de inversiones del Gobierno noruego y de los propietarios de la planta, la municipalidad de Oslo y la empresa Fortum. Más allá del coste, también existen preocupaciones sobre sus credenciales climáticas.

Johansen dice que parte del escepticismo proviene de los temores de que la captura de carbono vuelva “más vagos a los gobiernos en cuanto al reciclado de la basura y la reutilización de materiales”. Otros temen que apoyarse en la tecnología de captura de carbono –que normalmente atrapa entre el 80 y el 95% de las emisiones– les dará licencia para mantener el status quo de emisiones intensivas de carbono en el mundo en vez de perseguir alternativas más limpias.

La organización Friends of the Earth Europe dice que los planes de captura y almacenaje de carbono de Noruega son “un radio en la rueda de la transición energética” y advierte de que apoyarse en esta tecnología podría demorar un compromiso a gran escala con la eficiencia energética y renovable.

Johansen dice que tanto la quema de basura como la captura de carbono seguirán siendo necesarias como estrategias de “último recurso” para abordar el problema de la contaminación. El alcalde sostiene que entre el 20% y el 25% de los desechos de Europa estaría destinado a los vertederos incluso después de un “reciclaje bastante avanzado”, donde crearían más emisiones de carbono que una planta incineradora.

Para Johansen, las inevitables críticas quedan eclipsadas por la escala de los beneficios potenciales en la lucha contra los desafíos de la contaminación y las emisiones de carbono en aumento. El alcalde insiste en que esto no significa que Noruega pueda ignorar la necesidad de un cambio de rumbo económico más radical que se aleje de los combustibles fósiles y se aproxime a un crecimiento sostenible.

“Desde una perspectiva de largo plazo, debemos desmantelar nuestra propia industria de petróleo y gas”, dice. “Llevará mucho tiempo porque dependemos mucho de ese sector para el empleo. Tantas personas trabajan en la industria de los combustibles fósiles que eso significa que muchas personas de clase trabajadora se vuelven cada vez más escépticas respecto a algunos argumentos del Partido Verde porque creen que les está quitando sus trabajos”.

Las nuevas oportunidades industriales presentadas por la captura de carbono ofrecen lo que Johansen llama “trabajos normales para gente normal”, que están a su alcance sin la necesidad de un título universitario.

Johansen se formó como fontanero antes de entrar en la política con el Partido Laborista noruego. “Entre lo más importante para mí está evitar que el cambio a propuestas ecológicas se convierta en un proyecto de la clase media”, dice. “Necesitamos que todos suban a bordo y es necesario que vean que hay un futuro próspero para ellos también. Este es un nuevo tipo de industrialización”.

Traducción de Ignacio Rial-Schies