En un discurso pronunciado hace unos días desde su despacho en el Kremlin, Putin criticó la “cultura de la cancelación” de Occidente, que, según denunció, está “cancelando” a Rusia, “todo un país milenario, nuestro pueblo”. Es la tercera vez en los últimos meses que Putin arremete contra la llamada “cultura de la cancelación”. Es exactamente lo que Trump, Tucker Carlson y el Partido Republicano llevan denunciando varios años.
“El objetivo de la cultura de la cancelación es hacer que los estadounidenses decentes vivan con miedo a ser despedidos, expulsados, avergonzados, humillados y expulsados de la sociedad tal y como la conocemos”, dijo Trump al aceptar la nominación de su partido en la Convención Nacional Republicana de 2020.
Tucker Carlson, uno de los presentadores más famosos de la cadena de televisión Fox News, ha denunciado que los progresistas han intentado “cancelarlo” todo, desde Space Jam hasta la celebración del 4 de julio.
La fijación de Putin con los transexuales y los homosexuales también ha tenido eco en la derecha estadounidense. Los proyectos de ley republicanos en varios estados que pretenden limitar los derechos o el debate sobre el colectivo LGBTBI en las escuelas se están disparando. El pasado otoño, Putin aseguró que enseñar a los niños y a las niñas las diferentes identidades de género está “al borde de un crimen contra la humanidad”. Unos meses más tarde el gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, amenazó con sancionar a los padres de hijos transexuales que los apoyaran en su proceso de afirmación de género.
Luego está la admiración por el propio Putin. Justo antes de que Putin ordenara una invasión a gran escala de Ucrania, Trump lo describió como “astuto”, un “genio” e “inteligente” por “apoderarse de un país, literalmente, un enorme lugar, un gran pedazo de tierra con una gran cantidad de personas, y simplemente entrar”.
En su programa de Fox News, Carlson preguntó, retóricamente: “¿Por qué odio tanto a Putin? ¿Me ha llamado Putin alguna vez racista? ¿Me ha amenazado con hacer que me despidan por no estar de acuerdo con él?”. Pero Carlson ha llamado a Ucrania “una marioneta obediente del Departamento de Estado de Biden” y sugiere que la invasión de Putin no fue más que una “disputa fronteriza”.
El mito de una cultura “superior” y “en peligro”
Las mentiras de Putin y las de la extrema derecha estadounidense se retroalimentan. Los segmentos de Carlson en Fox News aparecen en la propaganda rusa. Y cuando la web estadounidense Infowars resucitó una afirmación rusa infundada de que Estados Unidos financiaba laboratorios de armas biológicas en Ucrania, Putin repitió la historia de Infowars.
Llegar a la conclusión de que los autoritarios piensan igual es pasar por alto una verdad más profunda. Putin, Trump, Carlson, y un número creciente de comentaristas y militantes de la derecha han estado promoviendo casi el mismo relato por la misma razón.
Recuerden que Putin fue puesto en el poder por una oligarquía rusa que se hizo fabulosamente rica desviando la riqueza de la antigua Unión Soviética. Del mismo modo, Trump y la derecha radical en Estados Unidos han sido financiados por una oligarquía estadounidense: Rupert Murdoch, Charles Koch, Rebekah Mercer (hija del magnate de los fondos de inversión Robert Mercer), el director ejecutivo de Blackstone, Stephen Schwarzman, y otros multimillonarios.
¿Qué obtienen estos dos grupos de oligarcas a cambio? Los “hombres fuertes” desvían la atención del público para que no haga caso del secuestro de sus economías por parte de los oligarcas, y se centre en los temores culturales de ser abrumados por el “otro”. El modus operandi de Putin ha sido alimentar el orgullo étnico y el nacionalismo ruso. El modus operandi de la derecha radical de Trump-Carlson ha sido alimentar el supremacismo blanco estadounidense.
En ambos casos, los “hombres fuertes” y sus aliados han mitificado una cultura “superior” (repleta de historias de creación de lazos de sangre, patrias y religión) supuestamente en peligro por fuerzas decadentes que intentan atacarla y aplastarla.
Para Putin, la fuerza decadente es Occidente. Como dijo el viernes, “la cultura nacional protegió en todo momento la identidad de Rusia”, que “aceptó todo lo mejor y creativo, pero rechazó lo engañoso y fugaz, lo que destruyó la continuidad de nuestros valores espirituales, principios morales y memoria histórica”. De ahí una justificación mítica para recuperar a Ucrania de una cultura occidental seductora pero inferior que amenaza con arrollarla a ella y a Rusia.
Justificar la riqueza atacando los valores progresistas
La narrativa Trump, de Carlson y de los supremacisas blancos es similar: según este discurso, la cultura cristiana blanca dominante de Estados Unidos está en peligro por culpa los negros, los inmigrantes y las élites costeras que amenazan con destruirla.
Las guerras culturales que ahora orquesta el partido republicano contra las personas trans, los homosexuales, las mujeres pobres que buscan abortar y las escuelas que enseñan sobre sexo y la historia del racismo de Estados Unidos, surgen del mismo relato de la guerra cultural de Putin contra un Occidente “decadente” lleno de “perturbaciones socioculturales.” Se parece a la afirmación de la derecha de que los “seculares” han montado, en palabras del ex fiscal general de Trump, William Barr, “un asalto incesante a la religión y los valores tradicionales”.
Estos temas de conversación han servido para distraer la atención del saqueo económico sistémico que los oligarcas han estado llevando a cabo, dejando a la mayoría de la gente, pobre y angustiada. Por eso, los agravios que Putin, Trump, Carlson y el partido republicano esgrimen son irremediablemente culturales; nunca son económicos, nunca tienen que ver con la clase social y, con toda seguridad, no tienen que ver con la depredación por parte de las grandes fortunas.
Reducido a lo básico, los oligarcas y los “hombres fuertes” de la actualidad (junto con sus portavoces y lacayos) están tratando de justificar su riqueza y poder atacando los valores progresistas que han dado forma a Occidente, comenzando con la ilustración de los siglos XVII y XVIII. En definitiva, los valores de la tolerancia, la apertura, la democracia, el autogobierno, la igualdad de derechos y el Estado de Derecho. Estos valores son incompatibles con una sociedad de oligarcas y tiranos.
En última instancia, los oligarcas y los “hombres fuertes” perderán. Putin no logrará doblegar a Ucrania, Trump no será reelegido presidente, y Carlson y los de su calaña no convencerán a los estadounidenses de que renuncien a sus ideales. Pero las guerras culturales no terminarán pronto, porque se ha consolidado tanta riqueza y poder en la cima de Estados Unidos, Rusia y otros lugares del mundo que las fuerzas antiliberales se han levantado para justificarlo.
Robert Reich, exsecretario de Trabajo de EEUU, es profesor de políticas públicas en la Universidad de California en Berkeley y autor de Saving Capitalism: For the Many, Not the Few y The Common Good. Su nuevo libro, The System: Who Rigged It, How We Fix It, acaba de salir. Es columnista de The Guardian en EEUU.
Traducción de Emma Reverter